青蛙池塘出聲看到五顏六色的羽毛的鳥 猴迎接你 但而鹿吃草草甸狐低空
Es un lío acabar siendo de un país sin proponérselo. Al llegar a España prácticamente no éramos, así que no cabía elegir. Y cuando empezamos a ser algo, ya éramos españoles. La mayoría no somos españoles por elección o accidente si no porque nos hicieron nacer en una sociedad que hace españoles. Y después de pasar varios años siendo español encuentro que la cosa tiene tanta sustancia como ser del Hércules Club de Fútbol. Como distintivos comunes tenemos la marca "España", también una porción de territorio en un extremo de Eurasia, con un mapa que podría lucir una imagen decente si Portugal formara parte de él, y una bandera con unos símbolos y colores más o menos disputados. Y poco más.
No se es español sólo por hablar español, ni por tener un acento determinado, el español se habla más en América, y en España hay un montoncito de lenguas y acentos distintos. Si escarbamos en la cultura (la arquitectura, la pintura, la literatura, etc) o en las tradiciones, no se yo cuantas de ellas no son iguales o similares a las del resto de Europa o qué costumbres no compartimos con la totalidad de occidente o cuales son autóctonas, comunes a todos los pueblos e individuos de España y tan intransferiblemente nuestras que puedan caracterizar de una forma inequívoca al conjunto de los españoles. Sólo se me ocurre una, y no creo que atiborrarse de uvas durante treinta y cinco segundos el primer día del año sea una gran base para una identidad nacional.
Durante la creación de los espíritus nacionales los europeos se hartaron de escribir sobre la idiosincrasia y las particularidades de los ciudadanos de sus países y de los de las potencias rivales, generalidades e idealizaciones que ahora resultan excesivamente moñas y hasta un poco chocantes, como la de Edgar Bérillon, insigne psiquiatra que concluía, tras un estudio científico, que "la proporción de materias fecales de los alemanes, en efecto, se eleva a más del doble que la de los franceses"*. Al igual que el doctor Bérillon a mi también se me ocurren algunas características y costumbres que por su permanencia y popularidad entre la población española en principio prometían dar cierta base a las esencias patrias:
La corrupción, las mafias, el servilismo, el clientelismo, el nepotismo, el cortoplacismo, el saqueo y la destrucción de la civilización, etc toda esa bellaquería de miserables y rateros de baja estofa pero de altos vuelos, cuando se trata de hacer volar el dinero de los contribuyentes, que nos acompaña desde los tiempos de Atapuerca y las legislaturas del Partido Popular, pero que en realidad no ocurre en España más que en cualquier otra república bananera.
Pasear muñecos por las calles, agitarlos o incendiarlos al son de una banda de viento y percusión trastornando la vida en las vías públicas y amargando la de las personas sensibles y cultas también es una catástrofe que acontece periódicamente en muchos otros países, y aunque son celebraciones llamativas, porque dar la lata a todo el mundo con música ratonera llama la atención, se trata de tradiciones mayormente limitadas a áreas rurales atrasadas.
Hacer una celebración con el maltrato y muerte de bichos es algo que hemos visto por Youtube que hacen los psicópatas de todo el mundo con todo tipo de animales. También hace siglos que se normalizó a través del arte y la religión de las sociedades más bárbaras del planeta, no es un mal únicamente español. Y aunque estamos a la vanguardia en este caso, también se trata de tradiciones mayormente limitadas a áreas rurales atrasadas
La fiesta es el mismo aturdimiento cotidiano que permiten a los obreros las horas de asueto y las drogas en cualquier otra sociedad. Y aunque el país es festero, porque el clima acompaña, la mayoría de nativos son gente hosca y con malas pulgas que se pasa la vida trabajando más horas que nadie para mantener las fiestas de los pensionistas alemanes que viven en España. Los pensionistas alemanes en cambio son gente amable que sabe ser feliz.
El machismo truculento o el caballeroso ya no se ven bien, y el machista ibérico quedó en una caricatura. Las españolas se dedican cada vez más a sus cosas en la esfera pública porque su prioridad no es conseguir un hombre y unos niños, si bien algunas pueden permitírselo sin renunciar a otros proyectos, a menudo a costa de involucrar a otras mujeres, porque pueden esperar sentadas a que los españoles se incorporen al trabajo doméstico, lo que nos sitúa en el mismo lugar que el resto de europeos.
El griterío, el carácter enojoso y mal hablado de los españoles es también característico de otros pueblos del Mediterráneo que son igual de propensos a generar alboroto. Y a las gentes del norte sólo tienes que darles un poco de fútbol e hidromiel para que al momento se pongan berserkers. Y ya no me caben más cosas. Seguro que los lectores pueden imaginar muchas más características que nos atribuimos, pero que son comunes a otras gentes del planeta.