Es sabido que el fascismo puede adoptar distintas formas, puede ser capitalista o socialista, religioso o ateo, y puede estar basado en cualquier idea. En el fondo no es más que coger algo y llevarlo hasta los extremos más fanáticos. Si teníamos el fascismo cristiano, el fascismo islámico y el fascismo ateo, en los últimos tiempos ha surgido una variante de este con mucha fuerza: el fascismo de la ciencia o cienciofascismo.
Este se basa en la ciencia mal entendida, no como tal sino como una religión. Como si, al igual que sostenían las religiones abrahámicas, fuera la Verdad Absoluta, Única y Eterna. Los fascistas de la ciencia dividen toda afirmación en dos categorías: las que son de origen científico y las que no. Las primeras son siempre verdad y las segundas siempre mentira. Tal cual. Para los cienciofascistas todas las ciencias académicas son absolutamente exactas e incontrovertibles, desde las ciencias experimentales de laboratorio hasta las más controvertidas ciencias humanas. Toda disciplina no académica es una "pseudociencia" y todo lo que se siga de ellas, al contrario que lo que procede de las otras, es absolutamente mentira. Todo es blanco o negro. De hecho, para los fascistas de la ciencia las nuevas ciencias son pseudociencia y absolutamente mentira hasta que entran en las facultades y pasan a ser ciencia indiscutible y absolutamente verdad. Los cienciofascistas usan la palabra "magufo" para descalificar a los que no son fascistas, es análoga a "perroflauta". Creen que todo producto de la ciencia es necesariamente bueno (la Ciencia además de la Verdad también es el Bien), por eso están a favor de los transgénicos, la industria farmacéutica, los aditivos alimentarios y la energía nuclear. A la medicina tradicional y los productos de herbolario se los considera "magufadas". Para ellos la ciencia no establece modelos de interpretación sino la Verdad y punto. Lo que diga cualquier institución científica va a misa. Además consideran a los científicos como a los santos el catolicismo, son perfectos e incorruptibles y, por supuesto, no creen en nada que no sea la Ciencia, que para los fascistas en ningún caso es creencia sino Verdad y punto.
También consideran que todo está al alcance de la ciencia, es más, que todo se puede reproducir en un laboratorio. Un acontencimiento insólito no puede haber ocurrido, es forzosamente una mala interpretación o un montaje (curiosamente nunca se dan las malas interpretaciones entre los científicos, porque son perfectos). Además, la Ciencia ya lo sabe todo lo que no esté en lo infinitamente grande o lo infinitamente pequeño.
El colmo es su cinismo. Son afirmacionistas de la ciencia oficial y negacionistas de todo lo demás pero se autodenominan "escépticos" cuando no tienen ni idea de que es el escepticismo ni han leído a ningún filósofo escéptico en su vida. Hasta tal punto que en el mundo del misterio se utiliza la palabra "escepticismo" para hacer referencia al afirmacionismo/negacionismo propio de los fascistas de la ciencia.
Y por supuesto son ateos. Pero no ateos de una manera sana sino de una manera fanática, como si la Ciencia fuera la Verdad. Han convertido a la Ciencia en su religión. Creen sinceramente que no es legítimo tener creencias más allá de la ciencia (ni siquieras puedes creer que no seguirá Ancelotti) y que el Ser es el universo que se ve con los ojos y los aparatos, que en el Big Bang todo surgió "de la nada" (literal), cuando ni siquiera es eso lo que afirma la ciencia.
El cienciofascista más famoso es Richard Dawkins, un biologicista que por otra parte explica las miserias de la humanidad con teorías genéticas cogidas por los pelos, oponiéndose así al progreso del género humano.
Seguramente me he dejado muchas cosas pero este fascismo está creciendo y es un auténtico peligro para la ciencia bien entendida y para la sociedad.