El Partido Popular ha perdido más de la mitad de sus diputados en solo 3 años, pasando de ser la fuerza más votada con 137 escaños (2016) a bajar a solo 66. Para entender este resultado a nivel histórico hay que tener en cuenta que en 1982, bajo el nombre de Alianza Popular, consiguieron 107 diputados y desde entonces no habían bajado nunca de 100 escaños. Y hace solo 8 años, en 2011, consiguieron una mayoría absoluta con 186 diputados.
Ante estos resultados es difícil justificar que el resultado de las elecciones no haya sido desastroso para el partido. Sin embargo, hay que tener en cuenta cuál ha sido la clave del éxito del PP durante todos estos años. Tras la caída de UCD, Alianza Popular fue capaz de aglutinar a todas las fuerzas de derecha. Primero en coalición con el Partido Demócrata Popular y el Partido Liberal y, posteriormente, como un único partido (el Partido Popular) en el que convivían neoliberales con conservadores.
Al no tener a ningún partido a la derecha, fue capaz de intentar seducir al votante de centro en varias elecciones, aunque sin dejar de satisfacer al votante conservador. Al tener todos los votos aglutinados en un único partido sus resultados eran bastante eficientes, sobre todo en circunscripciones pequeñas. Y así fue hasta 2015, cuando surge Ciudadanos (neoliberal), y 2019, cuando surge Vox (conservador). Si ambos partidos se hiciesen fuertes, el Partido Popular, que tradicionalmente ha sido una mezcla de ambas ideologías, dejaría de tener claro su lugar político.
Cuando se producen las elecciones internas del Partido Popular, en verano de 2018, ya había comenzado a surgir Vox como fuerza emergente, mientras que Ciudadanos ya estaba consolidado. El partido tenía que elegir entre una cara 'nueva' como Pablo Casado, con un discurso cargado de ideología y cercano a Vox, y una vieja conocida como Soraya Sáenz de Santamaría, con un enfoque más moderado (evitando temas polémicos como el aborto), tecnócrata y más cercano a Ciudadanos.
La debacle electoral parece significar que el partido se equivocó en su elección, pero también se pueden sacar otras conclusiones:
- Al hacer Pablo Casado un discurso cercano a Vox, les ha dejado a estos menos espectro político en el que desarrollarse. En mi opinión, con Soraya el discurso de Vox hubiera tenido mayores diferencias con el PP y podría haber provocado un irrupción mayor del partido de Abascal.
- El resultado de Vox ha sido algo decepcionante para sus simpatizantes. Las encuestas les daban entre 20 y 40 diputados y, teniendo en cuenta cómo les habían infravalorado en las elecciones andaluzas, esperaban quedar incluso por encima de dicha horquilla. Sin embargo, han quedado en la parte baja de las estimaciones. Este resultado les deja, claramente, como el tercer partido de la derecha y a gran distancia de los otros dos.
- El votante de derechas ha experimentado cómo perjudica el sistema electoral al voto fragmentado (no por la ley D'Hont sino por las circunscripciones pequeñas). El número de votos de PSOE+UP (11,21 millones) es casi el mismo que el de PP+Cs+Vox (11,17 millones). Sin embargo, en número de escaños la diferencia es considerable (165 frente a 147).
- El Partido Popular, aunque cada vez con menos diferencia con Ciudadanos, sigue siendo el primer partido de derechas.
El votante de derechas, bastante pragmático, es probable que deje de votar al tercer partido (Vox) para votar a uno de los dos primeros para no fragmentar más el voto. Y más siendo un partido no consolidado al que la gran mayoría de sus votantes solo le han votado una única vez (o dos en el caso de Andalucía). Muchos de esos votos volverán al Partido Popular, que es el más cercano ideológicamente a Vox. Estamos en un escenario tan inestable que este cambio se puede producir en el plazo de un único mes: en las elecciones autonómicas y municipales.
La estrategia del PP parece ser la misma que en los 80: aglutinar el voto de toda la derecha. Ciudadanos ha conseguido consolidarse como partido, por lo que el Partido Popular ha puesto el énfasis en que Vox no lo haga. Su estrategia vuelve a ser tratar de conquistar la derecha para que, una vez que no tenga ningún partido a su propia derecha, poder ir ganando terreno hacia el centro.