Es curioso que el mismo país que parece arder cada mañana si uno escucha determinadas emisoras, lee unas cuantas cabeceras o se pasea por las redes sociales, responde siempre con una ola de solidaridad impresionante para ayudar a quien lo necesita. Uno sólo puede sentir orgullo al ver a miles de jóvenes, los mismos que soportan salarios precarios y alquileres imposibles, calzarse unas botas y acudir a Paiporta, a Alfafar, a Massanassa o a Catarroja para sacar barro de colegios
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