Voy a tratar un tema muy delicado y que fácilmente nos puede alterar a todos. Ruego calma y consideración.
Está circulando un vídeo donde se ve la pelea de una pareja. No voy a defender al hombre, ni mucho menos, pues su comportamiento es injustificable, pero tampoco a hacer una defensa abstracta de la mujer o afirmar que «los dos tienen parte de culpa». En realidad me gustaría que suspendiésemos por un momento las lógicas ganas de juzgar a nadie. Es difícil, lo sé, pero creo que podemos esforzarnos en ver este desagrable suceso de violencia de una manera más amplia para poder evitar estos fenómenos.
En el vídeo vemos como el hombre se inclina hacia la mujer invadiendo su espacio. Ella responde de manera desproporcionada con repetidas bofetadas y patadas y después lo sujeta por la cabeza para así hablarle en posición de poder. En todo momento él se queda quieto. Finalmente ella decide irse con un coche. Es en ese momento él la detiene y, atención, la abraza, la besa y le dice —según la prensa— «Te amo, estúpida». Ella parece estar más o menos tranquila y se separa extendiendo un brazo para defender su espacio. Está en su derecho. Es ahora cuando él reacciona con fuertes puñetazos hasta que ella cae al suelo sangrando. Mientras él se retira una mujer sale en ayuda de la golpeada y el hombre vuelve para llevársela al coche, cosa que ella acepta con inaudita obediencia. Todo esto es muy desagradable y lamentable.
Una espiral de violencia.
Habrá quien diga que los fuertes puñetazos del hombre hacen que la mujer acepte la sumisión, encontrándonos aquí con un caso claro de «violencia de género». Así es como se presenta el fenómeno en la prensa. Otra gente, prácticamente sin voz en los medios, indicará que es otro ejemplo donde se ve que la violencia en la pareja entre hombre y mujer no es unidireccional y que la mayor parte de las veces es iniciada por la mujer.
Creo que las dos visiones pueden coincidir en una cosa: se trata de una espiral de violencia marcada por las expectativas de lo que se espera de un hombre y de una mujer. Hago unas suposiciones que solo son eso —no conocemos a la pareja— pero corresponden a un patrón de comportamiento.
—Él acepta las bofetadas y patadas de una mujer porque «es un hombre» y, porque al fin y al cabo, «no es tan grave». Y porque la quiere o porque teme perderla. Pero con este falso estoicismo acaba descontrolándose y haciendo ataques graves. No tuvo que acabar así y, de hecho, no suele acabar así en la mayoría de las parejas. Él pudo haber reprimido más su frustración por ser abofeteado y rechazado, acabando deprimido sin que nadie, ni siquiera él mismo, le diese importancia. Impotencia.
—Ella defiende su espacio pero no con señales sino con golpes porque al fin y al cabo es una mujer y «no es tan grave». Lo grave sería acabar siendo dominada por el hombre que se inclina hacia ella invadiendo su espacio. Es una mujer y, por lo tanto, su reacción no puede ser considerada desproporcionada. Inicia la espiral de violencia. Cuando está abatida y sangrando y otra mujer la intenta ayudar ella, avergonzada en su impotencia, prefiere a «su hombre». Sumisión.
Podemos imaginar a la pareja posteriormente. Llorando juntos, reconociéndose en su tristeza, en su común dependencia emocional, reconciliándose, haciendo el amor y enganchándose a esa montaña rusa de emociones que «la gente no entiende». ¿Se entiende lo que quiero decir? Aumentando la espiral de violencia entre «lunas de miel». ¿Cómo acabará esto?
Esto es un sub para abordar los problemas de los hombres que no es lo mismo que defender todo lo que los hombres hacen ni atacar a las mujeres. Considero, simplemente, que muchos conflictos —violencia en la pareja, por ejemplo— no se pueden gestionar con un discurso social que se limita a afirmar que, ante las mujeres, «los hombres no tienen problemas, son el problema».
Llegados a este punto, y recordando como el hombre golpea brutalmente a la mujer, se dirá que promover que los hombres no acepten maltrato de sus parejas femeninas sería cínico. Yo considero, al contrario, que una sociedad decente debe poner medios para evitar las trampas de las espirales de la violencia. Incluso dentro de las «nuevas masculinidades» hay unos pocos hombres que alzan tímidamente la voz diciendo que no funciona intentar gestionar los conflictos de pareja de los hombres con las mujeres diciéndoles que simplemente que «son unos cabrones para las mujeres». Ojalá fuesen coherentes con esa afirmación pero no creo que sean capaces dadas sus deudas con el feminismo establecido que ningunea los problemas de los hombres. Niegan nuestros problemas de género o los minimizan al considerarlos resultado de fuego amigo y se limitan a invitarnos a participar una dinámica, (pro)feminista, que no es la nuestra.
Los hombres debemos tener opción de ser escuchados en nuestros problemas aunque puedan parecer ridículos para mucha gente como puede ser la presión que sufrimos para aceptar sin queja bofetadas femeninas.