Miles de niños africanos viven su particular infierno, en silencio e indefensos. Son ahogados, lanzados a la hoguera, acuchillados, envenenados, abandonados y repudiados por la comunidad e incluso enterrados vivos. Su delito: ser acusados de estar poseídos por el demonio en un continente donde la brujería sigue siendo la razón para explicar el mal ajeno. La naturaleza del problema: enfermedades, discapacidades, albinismo o simple superstición, condiciones que algunas comunidades aisladas de la ciencia no consiguen entender.