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¿Harías una felación a un desconocido si un supuesto policía te lo ordena por teléfono?

Estamos en el Mc Donalds de Mount Washington, Kentucky. Con el local rebosante de clientes, la gerente recibe una llamada de alguien que dice ser el agente de policía Scott, y que le informa de que una de sus camareras ha robado dinero a una cliente. Según Scott, la chica ha sido detectada por una patrulla de incógnito y no tienen duda alguna del robo. Le dice igualmente que, en ese momento, se encuentra junto al responsable territorial de Mc Donalds, que ha sido informado de todo y está conforme con el protocolo policial que se va a llevar a cabo. Dicho protocolo implica dos opciones: o bien una patrulla acude al local y se lleva detenida a la chica para ponerla a disposición judicial, o bien la gerente y el resto de empleados siguen las órdenes telefónicas del agente y recuperan lo robado. En ese caso, tal vez la policía se olvide del asunto y la chica no vaya a la cárcel.

La gerente habla con la camarera, que niega rotundamente el robo pero acepta someterse al protocolo policial para no ser detenida. Entonces el policía ordena a la gerente que la meta en una habitación y la desnude completamente para ver si tiene el dinero entre su ropa, incluida la interior. La camarera queda absolutamente desnuda y la gerente informa a Scott de que no ha encontrado nada. Scott le ordena que coja su ropa, la meta en una bolsa y la deje en el exterior del local para que una patrulla la recoja y compruebe si tiene bolsillos ocultos. La gerente obedece y la camarera se queda en una sala interior del Mc Donalds, cubierta tan solo por un delantal (la ropa interior también iba en la bolsa que se llevó la gerente).

Tras volver del exterior, la gerente dice a Scott que están desbordados de trabajo y la necesitan en la zona de atención a clientes. Scott le responde que la camarera no puede quedarse sola bajo ningún concepto. Finalmente, la dejan bajo custodia del novio de la gerente, que ni siquiera trabajaba allí. Entonces Scott ordena al novio de la gerente que mande a la chica quitarse el delantal y mostrarle su cuerpo. Le exige que le describa la forma de sus pechos y el tamaño de sus pezones para ver si tiene alguna cicatriz que sirva para identificarla. El novio de la gerente accede y la chica, muerta de miedo ante la posibilidad de ser detenida, también.

Tras ello, Scott le ordena que registre la vagina y el ano de la camarera, por si hubiese escondido el dinero en tales orificios. La camarera, pese a que en ningún momento duda de que Scott existe y es un policía, realiza por primera vez una tímida oposición a la exigencia. Scott manda entonces al novio de la gerente que, como castigo y con la finalidad de que mantenga el respeto a la autoridad, la tumbe en sus rodillas, le dé unos azotes en el culo y le haga practicarle una felación, advirtiendo de que si no lo hace mandará inmediatamente a la patrulla para que la detenga. La chica acaba accediendo a todo.

Minutos después, la gerente vuelve a la sala donde están su novio y la camarera, y el novio se marcha apresuradamente en cuanto llega. Tras ello, Scott reitera a la gerente que la camarera no puede estar sola en ningún momento, y entonces encargan a un compañero que se quede con ella. Scott ordena al compañero que le haga el registro anal y vaginal a la chica, y éste se da cuenta de lo extremadamente raro que resulta todo. Acude a la gerente y le pide que llame al responsable territorial de Mc Donalds para que le confirme que ha hablado con Scott. Cuando le llaman, no tenía ni idea de nada. Todo había sido una broma telefónica. El tío había realizado más de 60 bromas del mismo tipo en otros restaurantes del país. Y, uno tras otro, habían picado.

Descubrí esta historia REAL viendo la película Compliance www.filmaffinity.com/es/film238989.html Y digo real porque, como podéis ver en este vídeo (creo que para verlo tenéis que pinchar en "vídeo en youtube" cuando se os abra la ventanita) www.youtube.com/watch?v=UFXeXK3szOk&t=3s la camarera, la gerente y el novio de la gerente participaron involuntariamente en el sádico teatrillo que el psicópata telefónico montó para divertirse.

En su momento, la noticia se hizo viral www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/el-cruel-crimen-sexual-que-se-com y, según parece, la camarera acabó siendo indemnizada con 6.1 millones de dólares por las vejaciones sufridas cadenaser.com/ser/2007/10/06/sociedad/1191636804_850215.html

Las preguntas son obvias ¿Cómo puede ser alguien tan descerebrado como para tragarse que hay patrullas policiales de incógnito en los Mc Donalds destinadas a detectar hurtos menores, que esas patrullas detectan el hurto pero no detienen inmediatamente al culpable, que en su lugar remiten la información a un agente que a su vez delega sus poderes en ciudadanos que podrían mentirle por complicidad con el delincuente y, en suma, que los policías ordenan a la gente por teléfono que dé azotes en el culo a chicas desnudas y les exija hacerles felaciones?

Y la respuesta también es evidente: si tu país te inculca una obediencia ciega a la autoridad, si su sistema educativo es extremadamente precario por falta de financiación, si nadie te ha enseñado tus derechos como ciudadano y si, en definitiva, tu espíritu crítico está total y absolutamente atrofiado porque jamás te han invitado a usarlo, puedes acabar creyendo que las vacunas tienen chips, que los Clinton sacrificaban niños en la trastienda de una pizzería, que los reptilianos gobiernan el mundo, que debes beber lejía para curarte del COVID o que yo soy un agente del FBI que te está encomendando salvar el mundo quemando la casa de tu vecino porque es un almacén de armas nucleares. Y, por supuesto, este estado de cosas provoca otra consecuencia singularmente perniciosa: que el arco parlamentario de tu país se reduzca a una "izquierda" que rechaza radicalmente el delirio comunista que supondría tener un sistema sanitario público y a una "derecha"...que es Trump.

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MALEMÁTICAS CCLXIV: dificultades con los porcentajes aún siendo catedrático

MALEMÁTICAS CCLXIV: dificultades con los porcentajes aún siendo catedrático

Que a los periodistas se les den mal las matemáticas básicas no es novedad, pero de esas dificultades tampoco están exentos hasta los catedráticos de universidad. Benito Arruñada, catedrático de Organización de Empresas en la Universidad Pompeu Fabra, ha publicado un artículo en The Objective (no podía ser en otro sitio) donde comete una confusión básica: si la cantidad A es un tanto por ciento mayor que la cantidad B, la cantidad B no es el mismo tanto por ciento menor que la A. Así, 1.878 es un 33,7% mayor que 1.404,4, pero 1.404,4 es un 25,2% menor que 1.878.

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Películas que nos gustan solamente por el manejo de la cámara y su estilo visual

Películas que nos gustan solamente por el manejo de la cámara y su estilo visual

En general no son películas malas porque tener un estilo único, coherente y que quieras seguir viéndola es difícil de lograr. Ya le sube varios puntos. En el primer visionado le das poca importancia a la trama, los diálogos y lo que ocurrió tres escenas atrás.

Efectivamente, son películas para ver muchas veces. Es imposible entenderlas a la primera. Y es opcional hacerlo, el argumento es lo de menos. Dos ejemplos: Stoker (2013) y Mr. Nobody (2009). La primera es la única película estadounidense del director coreano Park Chan-wook (Oldboy, 2003) y sí, la trama se torna intrincada.

Es decir, están filmadas de forma inusual pero sin ser experimental frustrante. Nadie puede ver los diez primeros minutos de Stoker y decir "es una película cualquiera". El manejo de la cámara y su estilo visual son únicos (recuerda por momentos al anime), con el agregado de meter alguna transición curiosa típica de él.

Al diferencia de lo que ocurre con "Películas malas que nos gustan porque tienen ideas interesantes", acá abundan las de género drama como principal. Te captura la mente por completo, divagar no es una opción y solo queda entregarte. Vale lo que entendiste al momento, cambiando el significado de escenas mientras más veces la ves.

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Parthenope (lo último de Sorrentino)

Parthenope (lo último de Sorrentino)

Tuve ocasión de ver “Parthenope” en la última edición del festival de cine italiano de Madrid. La votación del público le otorgó a la película una nota media de 8,7. Sobresaliente. Lo cual confirma que gustó. Y mucho. A mí, en cambio, me hizo la gracia justa; o sea, poca. No le niego los méritos. La fotografía, por ejemplo, es preciosista y subyugante. Posee una belleza y una potencia visual que deslumbra, incluso en los momentos en que se entrega al feísmo. Además, la cinta tiene en su haber escenas con una indudable potencia dramática, incluso alguna divertida. Pero el guion, en su conjunto, es un disparate, un despropósito entregado a la recreación de un microcosmos napolitano profundamente personal y de tintes barrocos, cuya exuberancia, aunque fascinante, acaba devorando cualquier posibilidad de coherencia narrativa y asfixiando a los personajes.

La primera víctima de esa apuesta es la propia Parthenope. Indudable la belleza de Celeste Dalla Porta, joven actriz que interpreta su primer papel protagonista. Durante dos horas y diecisiete minutos la cámara se pone a su servicio y le toma las hechuras con la intención de transformarla en objeto de deseo. Pero a mí, con todo, no logra seducirme. Y cargo las culpas de esa anomalía en el hecho de que Sorrentino, obsesionado con levantar un políptico de fantasmagorías extravagantes a mayor gloria de su particular universo estético, se olvida de poner en primer plano la arquitectura del personaje. La cosa resulta regular tirando a mal porque, Parthenope, paga ese descuido sufriendo de indefinición crónica. Al menos, a mí me lo parece. Todo en su conducta me resulta errático, caprichoso y vacuo. No alcanzo a comprender si alberga un propósito de vida, lo mismo que se me escapan las motivaciones de sus actos. Pasada media hora, o quizás antes, me deja de interesar su historia. Me resultan indiferentes sus deslices, ya sean heterosexuales o lésbicos, me agotan sus vaivenes existenciales y me hastían hasta el infinito sus vagabundeos por geografías impregnadas de olor a salitre. Llega un momento, incluso, después de sufrir un vía crucis de estaciones oníricas, en el que no me importa nada si consigue finalmente encontrarle respuesta a esa pregunta del millón -¿qué es la antropología?- que funciona como leitmotiv durante buena parte del metraje.

No soy de los que odian el cine de Sorrentino. Vaya por delante que disfruté mucho “La grande bellezza”. Pero en esta ocasión, no puedo alabarle el gusto. “Parthenope” es una película pretenciosa y abigarrada que no me toca la fibra. A ratos exhibe una solemnidad impostada y cargante que abunda en lo artificioso. Probablemente, gustará a los amantes de su cine. Y mucho. Paolo Sorrentino cuenta con un público fiel que celebra con entusiasmo sus ejercicios de estilo. Bien, nada que objetar. Me alegro de que lo disfruten. No es mi caso. A mí la película me resultó de digestión complicada. Por decirlo suavemente. Un ejemplo de cine que se recrea demasiado en sí mismo y acaba perdiendo de vista al espectador común.

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