Madres desesperadas en los barrios de Canarias, de madrugada robando pan de los portales, avergonzadas y con hijas/os de estómagos vacíos, sin cenar, esperando un desayuno de pan con pan. Esto está sucediendo en la nocturnidad de una primavera todavía fría de unas islas saqueadas por la banda político-empresarial, donde salen antes del alba, sigilosas, abrigadas, en silencio, buscando las bolsas de pan que todavía mucha gente deja en las puertas hasta despertar, en el reparto del confiado panadero.