En nuestros días, pocas veces se encuentra uno con autores de novela negra que no creen que su historia merece una descripción pictórica y un estudio psicológico hasta llegar a las cuatrocientas páginas. O a lo mejor es cosa de los editores que exigen esas extensiones pesabndo en la gente que regala libros y no se atreve a regalar uno demasiado delgado. Todas esas cosas he escuchado alguna vez.
Esta novela, afortunadamente, se publicó hace casi 75 años (en 1950) y no padece ese defecto tan contemporáneo. Ni ese, ni la corrección política, ni la necesidad de encandilar con una fórmula manida. Y se nota, porque sus personajes son una banda de gente resentida, malhumorada, que cumple con su deber al estilo suizo y menosprecia el mundo también al estilo suizo, un país siempre próspero que ha aproberchado su abundancia y laboriosidad pata aportar a la Humanidad todas esas cosas que enseguida cualquiera puede enumerar.
En "el juez y su verdugo" el crimen parece complicado y las circunstancia dan la impresión de ser favorables al deluincuente. El comisario que tiene que investigarlo está a punto de jubilarse y pasa por un momento personal complicado. Y en medio de la insatisfacción vital, el mal tiempo, las malas digestiones y una especie de desapego al mundo y al resto de las personas, el caso es que hay que ser profesional ante todo y hay que resolver el puto caso.
Esa es la sensación que la novela transmite en sus 180 páginas.
A mí me gustó mucho, porque en general me gusta mucho Dürrenmatt, al que traigo aquí por si se lo descubro a alguien, que es de lo que va este pequeño espacio.
Dürrenmatt tiene otras muchas obras muy interesantes y muy certeras, con una ironía finísima y un punto de humor bastante negro o un poco nihilista. Cuesta poco probarlo y vale la pena. Lo prometo.