En el ocaso de 1919 llegaba Antonio Machado a Segovia, portando su maleta a la par que su torpe aliño indumentario. Tres horas antes, en Madrid, había cogido un tren, clase tercera, para trasladarse hasta la pequeña capital castellana. En ella pasará tan sólo dos años y, sin embargo, será una de las etapas más creativas de su vida. Atrás queda Soria, con el recuerdo de la muerte de su joven Leonor, y Baeza, donde penó su pérdida. El poeta de Castilla volvía a Castilla, a Segovia, ciudad de piedras milenarias, como profesor de francés.
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