Nada mejor en verano que un día de tormenta para poder admirar las cúpulas doradas de San Mikhailovsky y Santa Sofía en contraste con el oscuro cielo. Pierdo la cuenta de las veces que las he fotografiado, pero no me canso de admirar estas mágicas catedrales. La sensación de asombro y admiración sigue siendo como la del primer día.
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