Лягушки поют пруд, утки плавать и мышь в то время как олени, пасущиеся на лугу с солнцем и дождем зеленые кусты.
En el anterior escombrillo repasamos varias aparentes peculiaridades que prometían constituir los pilares de la españolidad. Pero lo que nos hacia muy españoles y mucho españoles resulta que era común a cualquier otro pueblo del planeta. Sin embargo todas esas características más otros elementos culturales que compartíamos, más la ignorancia activa de ser un grupo de humanos con las mismas tribulaciones de humanos que tienen el resto de grupos de humanos, nos hizo tener la sensación de pertenecer a un conjunto de gentes característico que medraba dentro de una determinada porción de territorio. Todo esto se fue diluyendo con el capitalismo, la globalización y el individualismo que nos ha llevado a una crisis del sentimiento de pueblo. Ocurrió cuando los niños se pusieron a dibujar mangas, acudir a conciertos de banjo y a clases de cantonés, mientras los papás decoraban la casa con feng shui y asistían a cursos de budismo tibetano en las Alpujarras. La desespañolización es un efecto de la diversificación y el incremento desmedido de aficiones en un medio invadido de productos culturales de todo origen que provoca que perdamos intereses comunes sobre los que descansaba la españolidad. Es un problema de libertinaje cultural. Aunque no es tanto el efecto de utilizar culturas ajenas si no un problema de superalimentación cultural, porque la españolidad también se construyó mediante la españolización de lo foráneo.
La españolidad ocurre cuando todo el pueblo comparte, al mismo tiempo, unas pocas españolidades. No importa tanto el origen de lo que queramos españolizar, porque todo es españolizable. El budismo tibetano será lo más genuinamente español si unos cuantos millones de españoles se lo proponen. Decía Machado que "si el pueblo canta La Marsellesa, la canta en español; si algún día grita: ¡viva Rusia!, pensad que la Rusia de ese grito del pueblo, si es en guerra civil, puede ser mucho más española que la España de sus adversarios". Un ejemplo actual es el himno "yo soy español, español, español" que cantan los forofos del fútbol al son de la Kalinka que es una canción popular rusa (arbusto, arbusto, arbusto mio ¿?). Asistiendo a las celebraciones de una institución religiosa de origen romano, aullando como una jauría de monos locos para celebrar un juego nacido en el Reino Unido o sentando a la familia alrededor de la televisión para escuchar el discurso del rey de una dinastía de procedencia francesa hacíamos nación. Mucho de sentirse español consistía en que mis antepasados murcianos podían compartir con los antiguos astures las mismas cancioncillas de la Abeja Maya, que era una historia escrita por un alemán y animada por japoneses. Pero eso pasó cuando los que poseían muchas cosas y tenían variados intereses eran una minoría de burgueses cosmopolitas, las clases populares apenas disfrutaban de una enciclopedia de pega en el salón y a lo sumo una birriática colección de sellos y, con unos pocos canales de radio y televisión, el Estado podía colocar escaso contenido sobre una enorme cantidad de cerebros.
Si la españolidad aun se mantiene entre las clases populares es porque, si bien hace décadas que perdimos a Dios, al rey y a la Abeja Maya, aun tenemos el fútbol como eje vertebrador del sentimiento nacional. Pero la tradicional cultura española que unos genios fueron apañando en el siglo XIX lleva mucho tiempo durmiendo en museos, y ya no hay masas de españoles que puedan españolizar toda la cultura que nos llega. Somos demasiados consumiendo, cada vez más rápido, demasiadas cosas distintas de muchos lugares diferentes. Ahora cada individuo es casi una tribu urbana, y ya no sólo hay abismos generacionales, el individualismo y el hiperconsumismo nos ha llevado a que se multipliquen los abismos entre una misma generación. Y así perdemos las referencias culturales que utilizábamos para reconocernos como integrantes de una nación. Aunque eso no significa que perdamos la nación, canis yihadistas que vuelan por los aires todos los días nos enseñan con sus sacrificios que no es necesario empaparse de ideas sobre Dios, sólo es preciso amarlo. Amar el icono es suficiente, y tal cosa aun se la enseñan a los españoles desde bien pequeñitos. Además hay nuevas razones para el optimismo, últimamente dejarse aporrear es lo que mejor hacen los españoles cuando se juntan a luchar por el interés patrio, y aporrear con policías es lo que mejor hace el gobierno, así que unidos mediante ese intercambio de pareceres los ciudadanos y el gobierno también hacen nación.