Por la coleta de Pablo Iglesias, como es lógico. Aunque vaya por delante que soy un tenaz opositor de la coleta. No le encuentro sentido a los pelos que crecen hasta la longitud que requiere el socorro de cepillos, horquillas, gomas, fijadores, etc. Un peine me parece una cosa de abuelos ¡Con razón encontramos tantos peines de marfil del neolítico! El pelo largo no hace falta para proteger la cabeza del calor o del frío ya que nuestra tierra es templada y en las urbes prácticamente vivimos dentro de ambientes climatizados, y siendo que no somos marineros de la antigüedad y en general no corremos peligro de morir ahogados durante una tempestad en medio del océano el pelo largo es del todo inútil. En cambio es un incordio pesado y absurdo, desde niños luchamos por apartar los pelos de la cara invirtiendo en tal menester tantos movimientos que a fuerza de repetirlos millones de veces se vuelven mecánicos, pero que sin el pelo no tendríamos necesidad de habernos molestado en hacerlos desde un principio. Es como atraer a las moscas sólo con el propósito de espantarlas. Las cabelleras además son aparatosas, si no ponemos cuidado los pelos que se caen se enredan en las ruedecillas de las sillas, en el tocadiscos y en los ventiladores de la computadora, los atascan, se queman y ocurren tragedias. Y aunque su tendencia natural es a reunirse en bolas monstruosas que se arrastran por los suelos asustándonos muchos flotan por si mismos hasta posarse en las cazuelas donde guisamos. No hace falta explicar la zozobra que produce el sacar un pelo largo de un platillo con viandas, pero si esa visión arruina la comida atragantarse con uno de ellos mientras se disfruta del condumio es, junto a encontrar una rata muerta en la Coca Cola, una de las peores experiencias que se pueden sufrir en la mesa. La melena, en fin, requiere tiempo y esfuerzo que, de no invertir en su cuidado, se podría utilizar en inventar cosas como una máquina que fabrique nuggets de pollo con neumáticos usados para alimentar a los pobres.
Otras personas coleccionan gatos disecados, tampoco es una afición demasiado productiva, viene también con pequeños inconvenientes, lleva su tiempo y no despierta excesivo entusiasmo entre algunos escrupulosos. Porque hay gente a la que no le gustan los gatos, pero para gustos hay colores. Lo importante es que, en principio, un juicio sobre nuestra moralidad (sobre las buenas costumbres) únicamente basado en los adornos o decoraciones que lucimos en nuestros cuerpos y casas puede ser un prejuicio. A diputados de Podemos les han cuestionado su higiene a causa de las melenas, lo ha hecho tanto gente de la plebe como políticos y blogueros asalariados, tanto hombres como mujeres ¡Mujeres que llevan el pelo largo! Suelen ser personas de cierta edad, pero es que la idea del desaliño de los varones con melenas era una ocurrencia con la que polemizaban los viejos en España hace más de medio siglo. Resulta que la polémica seguía con nosotros, como si no hubiera pasado medio siglo de modas de pelo largo y de pelo corto, de pelo de colores, de extensiones, de pelucas, de pelo en crestas y de no-pelo... ¡Como si no hubiera pasado el mullet! Si artistas y políticos lucieron mullets sin que fuera puesta en duda su moral o su cordura estos nuevos ataques hacia los hombres que llevan coletas o rastas sólo se explican por la existencia de gente que viene de La Caverna (un lugar cerca de Murcia). Los viejos que critican no pueden ser los antiguos viejos de hace cincuenta años, aunque sean indistinguibles de sus antepasados tienen que ser nuevos viejos, pero que saquen a relucir el mismo prejuicio que tenían sus abuelos indica que La Caverna sigue bien, y que mucha gente ha cultivado a sus hijos dentro de ella como si fueran champiñones. Votar a Unidos Podemos por la coleta de Pablo, de la que soy un activo detractor, no es una frivolidad, ni una contradicción, la razón es que seguimos teniendo una España cavernícola, prejuiciosa y sexista que esta pidiendo a gritos un presidente con coleta (¡para poder gritar más!), y es preciso dárselo.