El nacionalismo es excluyente y no se diferencia en nada del patriotismo, además de que antepone nación a derechos sociales. El hiyab es una tradición misógina intolerable. La discriminación positiva es un oxímoron buenista y paternalista. Las pseudociencias no son ciencias. No se puede ser socialista y republicano y defender que un Jefe de Estado lo sea por herencia. La defensa a ultranza de las minorías se han convertido en lo esencial mientras el sindicalismo languidece entre la bulimia y el servilismo más bochornoso y el obrero las pasa putas para llegar a fin de mes. Ninguna de estas cuestiones pueden ser defendidas por una izquierda que se sienta orgullosa de sus valores y sobre todo, que recuerde su pasado. Ya está bien de gilipolleces y de medias tintas.
La reivindicación seria y organizada en la calle, el republicanismo serio e innegociable sin regalar packs de Juego de Tronos, la auditoría y reestructuración de la deuda, la defensa de un país laico que eche a las religiones de los espacios educativos, una conciencia política universalista e inclusiva que luche por los derechos sociales y la igualdad con fuerza y orgullo, la toma de medidas decididas y eficaces que acaben con la desigualdad por sexos y los techos de cristal centrando el foco no en GILIPOLLECES sino aspectos esenciales y urgentes (la subida de los salarios, la dinamización de la justicia y la protección y educación contra el maltrato de género), la defensa a ultranza de una educación en valores democráticos y una sanidad de calidad, la creación de herramientas que defiendan una cultura libre de la influencia estatal, la protección de la libertad de expresión (nos guste lo que se dice o no), la adopción de una reforma laboral donde se anteponga al trabajador sobre el empresario así como el desarrollo de estrategias donde el bien común y la solidaridad domine sobre las peculiaridades de cada comunidad, esos son los valores de la izquierda.
El problema son las batukadas reivindicativas con nariz de payaso, las performances en las puertas de los ayuntamientos el día de la mujer, los guiñitos a los que se creen mejores por haber nacido en un lugar y no en otro, pedir a la gente que ahora salga a la calle cuando los has desmovilizado desde el minuto 0, esterilizar el debate político con proclamas de medio pelo, trasladar la lucha de ideas a programas televisivos vergonzosos, tratar a tus votantes potenciales como idiotas, hacer de la lucha contra la corrupción la única herramienta para alcanzar el poder, preocuparte más de los que no te van a votar nunca que de los que podrían votarte.
No sé en qué momento del camino nos perdimos, cuando nos empezamos a sentir avergonzados de ser lo que somos, pero sin orgullo y sin conciencia de clase el problema no es VOX, ni Ciudadanos, ni el PP. El problema somos nosotros.