El león Cecil demuestra como el poderoso espíritu de los grandes animales de la sabana siempre regresa para cumplir su venganza. Esto lo conocemos bien en España donde en el 2012 un elefante muerto hacía seis años hizo que se tambaleara la monarquía. Quién sabe lo que habría deparado el destino a la familia real si los medios hubieran puesto un tierno nombre al proboscidio. No lo hicieron, y como es natural se pusieron de parte de la monarquía, que resistió en parte gracias a ellos y al formidable embrujo que mantiene sobre sus súbditos. Aunque al final el encantamiento no fue lo suficientemente poderoso como para salvar al decrépito monarca. Puede parecer un detalle sin importancia pero a los monárquicos se les descomponía el semblante cuando lograban interpretar correctamente la famosa imagen del trofeo del rey que apareció por todos sitios a causa de su última gran fractura. Era como si se les rompiera un poquito el alma por dentro. Ni que decir tiene que ese año enseñé la foto con más frecuencia.
Lo extraordinario del fenómeno de los monárquicos tristes es que no era difícil saber que el rey había estado cazando toda su vida. Se puede decir que prácticamente abatió a especímenes de TODOS los grandes mamíferos terrestres del planeta. La foto en cuestión tampoco era un documento reciente ya que pertenecía a otra cacería que se realizó en Botsuana en 2006. Ese mismo año había trascendido la muerte del oso Mitrofan en Rusia supuestamente a manos del rey, sin que se armara gran revuelo. Pero de repente, seis años después, gracias al auge de las redes sociales miles de súbditos se percataron de que su majestad había matado a un elefante. El embrujo se debió romper por algún sitio y comenzó un incendio que no ha dejado de crecer. Si durante su convalecencia en el hospital el rey convoca a fotógrafos, se introduce en la planta de maternidad y se pone a zarandear a algún bebe de la sala de cunas, las imágenes del monarca no habrían turbado a mucha más gente que la foto que se hizo con el elefante muerto.
Esto ocurrió porque el rey no sólo había matado a un enorme animal, también mató un icono de la cultura popular creado y potenciado por las producciones artísticas waltdisneyanas y las políticas ecologistas del siglo XX. El elefante es una criatura venerada, casi un dios en nuestra civilización. Al ver la foto del elefante fiambre los monárquicos no mostraban disgusto o bochorno sino la expresión que pondríamos de niños si la noche de reyes nuestros papás nos hubiera dicho que los reyes magos eran ellos y que apartir del día siguiente nos tendríamos que comprar nuestros propios regalos con el dinero que ganáramos trabajando en una mina de coltan. El sentido común les decía que no podían estar viendo lo que era, porque de alguna forma durante la Arcadia Feliz que fue España desde 1978 hasta hace bien poco un encantamiento ocultó la actividad cinegética del rey en África, continente donde príncipes de atrasadas monarquías feudales y odontólogos nihilistas se atreven a cazar a nuestros modernos tótems: el elefante y el león.
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