Este colectivo improvisado explica que desde la apertura de la hostelería se ha priorizado el ocio de los bares, la invasión de terrazas ha sido desmesurada, el ruido entra a sus hogares hasta altas horas de la madrugada, la basura se acumula por la mañana y los vecinos «nos sentimos abandonados y pensamos que es hora de que seamos escuchados». «Las terrazas inundan la zona urbana del casco. «Queremos que alcen la mirada a las casas para darse cuenta de que hay vida dentro de ellas».