Según los investigadores, las partículas emanadas por la chimenea de la factoría de Veriña, arrastradas por la intensa lluvia, generaron una combinación corrosiva que motivó que al menos dos centenares de vehículos que se encontraban estacionados en la calle en los barrios y parroquias próximos hayan empezado a oxidarse. Pero no son sólo turismos los perjudicados. También los están ventanas, farolas, persianas de establecimientos, techos metálicos... Los efectos podrían haber llegado a notarse a más de cinco kilómetros de distancia.
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