Yo no llevaba boina por razones estéticas. La boina no es una prenda que me guste especialmente y además a mí me sientan fatal los tocados. La llevaba por motivos sentimentales e ideológicos. Me la había comprado en la Plaza Mayor de Madrid y le tenía cariño. Llevarla encima era una manera de no cortar el cordón umbilical con mi ciudad, con mi cultura. La llevaba también como reacción a la cap estadounidense, esas gorras con visera tan populares allí. Llevar boina era una forma de resistencia frente al imperialismo de lo genuinamente americano.
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