Horate Mondieux no era un hombre feliz, detrás de su barra. Nadie sería feliz ejerciendo de tabernero en el Vosque, mucho menos en una zona más deshabitada de lo normal como aquella. El negocio tiraba más mal que bien. ¡Pensar que cuando vio por primera vez aquella fonda, regentada por Marine Rongeur, le pareció un magnífico establecimiento! En realidad, lo único magnífico era la misma Marine. Se dejó seducir por su opulento pecho y sus acariciadoras palabras, se casó con ella y se puso al frente del negocio.
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