Siempre hemos estado orgullosos de nuestra generación: esa generación que ha sido la primera en entender los ordenadores rudimentarios; la generación que aún jugaba en la calle, pero que también ha tenido una de esas Game Boy de pantalla verde y más gruesa que una Biblia; la generación que se peleaba por las canicas y los tazos. Era la generación que se desvivía por ver el siguiente capítulo de Beverly Hills y que por supuesto, veía ALF.
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