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Ator, el poderoso
Ator, el Poderoso (1982, Joe D’Amato) se gestó antes de que muchos de nosotros naciéramos, pero su humor trastornado sigue vigente hoy en día. No es una comedia, pero la hilaridad impregna cada plano. Es tan desquiciante y está tan mal hecha que roza lo sublime patético, que diría Friedrich Schiller; cualquiera se puede deleitar con su horrendo guion, lo absurdo de su trama (y de su vestuario, interpretación y puesta en escena). Nada funciona en esta película, y por ello es inigualable.
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