En octubre me mudé a la casa y recé para que mi esposo entrara en razón. Me encontraba muy mal, tanto emocional como físicamente. En los cinco años que estuvimos juntos había subido 20 kilos. Estaba hinchada y deprimida, me dolían las articulaciones y estaba en bancarrota. No tenía un centavo. Había imaginado inocentemente que ser dueña de una casa sería fácil y no habría contratiempos. En lugar de eso había gastado todo lo que tenía y...
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