Cuando bebemos, nos llevamos a la boca todo tipo de objetos fabricados con materiales insípidos, pero que nos rozan los labios y la lengua, que nos tocan y condicionan el disfrute del líquido ingerido. A veces para bien, otras no tanto: algunas latas de cerveza saben a metal. ¿Has probado a volcar esa misma lata en un porrón? Hazlo. El sabor será distinto.
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