Uno puede lucir pelo calabaza, mofletes amarillos y traje Macy’s XXL y, sin embargo, ser español. No es, claro, el caso de Donald Trump, que, obvio, no es español, pero pasaría por un perfecto político español —del Gobierno, o de la oposición— si por político español entendemos el que no tolera críticas, se cree en posesión de la verdad, y cuando yerra escurre el bulto, pues, a ver, nadie vio venir esto, por qué habría de hacerlo yo.
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