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España se ha obsesionado con los sabores de turrón más extraños imaginables. En 1836 ya pasó por lo mismo
"España está auto-convenciéndose de que le gusta el turrón, pero lo que le gusta es el praliné con cosas", me decía un compañero hace unos días. Y basta con ir al supermercado y ver el boom de los "turrones raros", para estar tentado a darle la razón. Si hace muy pocos años alguien nos hubiera dicho que íbamos a ver turrones de jamón, de piruleta o de patatas fritas, nos hubiera parecido imposible. Pero ahora lo imposible es encontrar el turrón duro entre las torres de productos carísimos con sabores de gastronomía-ficción.
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