Nunca fui capaz de ver la imagen escondida detrás de un autoestereograma. De chico, durante los 90s, cuando estas cosas eran furor gracias al librito “El Ojo Mágico“, y para no quedar como un fracasado total, mentía diciendo que sí, que detrás de todos esos puntitos podía ver a la maldita vaca.
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