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Por qué jugamos
En el parque, en el salón, en el tren, dentro de un submarino, bajo la nieve, frente a un sol de justicia, en la mesa de la cocina, en la celda de una prisión, en la casa de Pinocho donde todos cuentan hasta ocho. Yo tendría cinco años. Vivía en un barrio de la periferia de Buenos Aires, donde la humedad era tan cierta como los golpes militares.
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