Desde abajo, un trampolín que descansa a una altura de 58,8 metros puede parecer que es simplemente alto. Pero, ¿y desde arriba? Desde arriba la cosa cambia, tu pulso se acelera, te hace tragar saliva y te preguntes cómo hay alguien que pueda sobrevivir a una caída así, aunque se trate de una piscina de ocho metros de profundidad y llena de agua carbonatada. Esa visión es la que tuvo Laso Schaller cuando se subió a contemplar el salto... ¡y lo hizo! Y para colmo... ¡estableció un nuevo récord mundial!
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