Partamos de que buscamos un imposible. No tanto un animal mitológico, un unicornio, un perro de tres cabezas o un mono alado del que nos llegan ecos de la antigüedad pero al que nunca, ni en nuestras primeras fantasías infantiles, hemos barajado como real. Se trata más bien de una fantasía adolescente, que ya sabemos que son infinitamente más peligrosas que las anteriores, puesto que nunca se desechan del todo y corremos el riesgo de perseguirlas durante el resto de la vida.
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