Mover un pie mientras estamos sentados, pasarse la mano por el pelo, morderse las uñas, crujirse los dedos, suspirar, resoplar, carraspear… La mayoría de las conductas repetitivas que llevamos a cabo como adultos tienen su origen en la infancia, debido a que el cerebro inmaduro, incapaz de reconocer y procesar las emociones, recurre a la actividad motora para lidiar con las situaciones estresantes.
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