La ONU, la Unión Europea, la OTAN, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, la Corona, la religión, los partidos políticos, los sindicatos, las ONG, la asociación de vecinos, el club de fútbol, los medios de comunicación, etc, etc...
Parece que en buena parte de la ciudadanía (¿occidental, europea, española?), que no en toda, ha arraigado un sentimiento de incredulidad y apatía hacia estos y otros “entes”, algunos de los cuales, en teoría, configuran la estructura de la sociedad actual.
No me considero tan ingenuo como para esperar hoy en día, por ejemplo, de la ONU los resultados que serían exigibles arreglo a los motivos por los cuales fue creada. Pero, ¿alguien pone en duda la necesidad de la existencia de una organización internacional que tenga por misión velar por la paz mundial en un mundo real en el que no están superados, ni de lejos, los problemas que destruyen esa paz?
Pensemos entonces que la ONU no es una organización inútil o indeseable, sino que quizás, al igual que tantas otras organizaciones de toda índole, se encuentra secuestrada, y es por eso por lo que no da los frutos que cabría esperar de ella. ¿Son, por ejemplo, los sindicatos organizaciones inútiles, y de ahí nuestro escepticismo, o por el contrario es nuestra propia dejadez y pasividad lo que aprovecharon los secuestradores para apoderarse de ellos? ¿Qué empezó antes, la traición o la desafección?