A veces tengo ganas de ser cursi
para decir: La amo a usted con locura.
A veces tengo ganas de ser tonto
para gritar: ¡La quiero tanto!
A veces tengo ganas de ser niño
para llorar acurrucado en su seno.
A veces tengo ganas de estar muerto
para sentir,
bajo la tierra húmeda de mis jugos,
que me crece una flor
rompiéndome el pecho,
una flor, y decir:
Esta flor, para usted.
NICOLÁS GUILLÉN
Si algún día quieres llorar, llámame,
no prometo hacerte reír, pero puedo llorar contigo.
Si un día logras escapar, no dudes en llamarme,
no prometo pedirte que te quedes, pero podré escapar contigo.
Si un día no quieres hablar con nadie, llámame,
estaremos en silencio.
Pero si me llamas un día y no contesto, ven corriendo a mí,
porque sin duda, te necesitaré".
Gabriel García Márquez
Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo.
Sin embargo hay algo que quisiera aclararte,
cuando digo todas las parcelas,
no me refiero solo a esto de ahora,
a esto de esperarte y aleluya encontrarte,
y carajo perderte,
y volverte a encontrar,
y ojalá nada más.
No me refiero a que de pronto digas, voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la garganta, bueno llorá.
Y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizás por eso salga enseguida el sol.
Ni me refiero a solo a que día tras día,
aumente el stock de nuestras pequeñas y decisivas complicidades,
o que yo pueda o creerme que puedo convertir mis reveses en victorias,
o me hagas el tierno regalo de tu más reciente desesperación.
No.
La cosa es muchísimo más grave.
Cuando digo todas las parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo,
también estás reescribiendo mi infancia,
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran,
y vos en cambio sabés que eso no sirve.
Quiero decir que estás rearmando mi adolescencia,
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos,
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo,
mi germen de alegría y regarlo mirándolo.
Quiero decir que estás sacudiendo mi juventud,
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos,
esa sombra que nadie arrimó a su sombra,
y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas,
y quede la armazón de mi verdad sin proezas.
Quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia,
este extraño confín de angustia y nieve,
esta bujía que ilumina la muerte,
este precipicio de la pobre vida.
Como ves es más grave,
Muchísimo más grave,
Porque con estas y con otras palabras,
quiero decir que no sos tan solo,
la querida muchacha que sos,
sino también las espléndidas o cautelosas mujeres
que quise o quiero.
Porque gracias a vos he descubierto,
(dirás que ya era hora y con razón),
que el amor es una bahía linda y generosa,
que se ilumina y se oscurece,
según venga la vida,
una bahía donde los barcos llegan y se van,
llegan con pájaros y augurios,
y se van con sirenas y nubarrones.
Una bahía linda y generosa,
Donde los barcos llegan y se van.
Pero vos,
Por favor,
No te vayas.
MARIO BENEDETTI
No es agua el mar, es fuego
incendio de la ola en su marea
No es agua el mar, es brasa
hoguera insomne, antorcha de viajero
No es agua el mar, es lumbre
escaldación infausta, sol hirviente
No es agua el mar, si quema
II
¿Qué palabra contiene
su furia y su prodigio?
¿Qué palabra lo fija
lo acecha en su espesura?
¿Qué palabra sujeta
el temple de su orilla?
¿Qué palabra es el mar
qué nombra su sonido?
III
Agua lustral, espumoso veneno
Fresca gota de sangre, miel calada
Río ancho, indócil, petulante
Vaso en el borde, copa, corrimiento
Marea boba, cántaro de lluvia
Fuente, cascada, nieve, lago calmo
Clepsidra, mercurio y bocatoma
Nombres del agua, máquinas del agua
Alzan el índice sobre el falange roto
Corrido y vaporoso y estancado
IV
El agua, serpenteante, su venero
El agua, presurosa, su caída
El agua, coloidal, cuaja su grumo
El agua, vesperal, abre su niebla
El agua, tormentosa, con su estruendo
El agua, alucinante, sueña su agua
V
Aquí está el mar
¿escuchas su violenta llamada e
ntre las rocas sin descanso?
VI
Canta, oh Diosa, la cólera del mar
Que nos diga la fuente su mística premura
Que nos hable en la ola fugaz de su marea
Aquí está el mar, aquí su incandescencia
Su canto proceloso de sirenas
Su mengua pesca de la luna boba
Su prodigio de sales y locura
Su tormenta, su sol, su movimiento
Su trigo despojado de malezas
Su miedo y su descanso
Su furia de volcanes espumosos
Su timón y su fuego y su lamento
Su inagotable sed, su pulpa hirviente
Su levante y su céfiro
Su astrolabio y su dársena
Su comba, su cadera
Su monstruo, su concha, su crustáceo
Su vestido de nieve en el verano
Su sargazo, su bosque submarino
Su quietud sin reposo
Su ánima corpórea
Su acento tremedal
Su canto sordo
VII
Te invoco mar, negro mar, ciego mar de mis ojos
Surcaremos las aguas de tu incendio imprevisto
Ataremos los cuernos de tu tobillo lánguido
Y tú, animal bramando, mostrarás tus quijadas
¿Dónde estás, quién te llama,
obligado perfume de mariscos secretos?
Remos velas timón
Arderán en el soplo de la vejiga rota
Romperán ebrias olas los trémulos bajeles
Abrazarán costados su fatigado brote
Erigirán espumas incandescente mástil
¿Dónde estás, quién te nombra fusil, cántaro,
vena constante en el mármol salado?
A veces,
-cuando observa en los bares
la sana desvergüenza de los jóvenes-,
los rescoldos
de una oscura pasión,
avivan su mirada.
Y ni siquiera entonces,
puede recordar sin sentirse culpable.
Karmelo C. Iribarren
Me estoy haciendo viejo,
he ahí un hecho
incuestionable,
una verdad absoluta
de la que se desprenden
circunstancias varias,
todas ellas adversas para mí.
Por ejemplo:
ya no puedo ir a ninguna parte
y decir que quiero llegar rápido,
ahora ya sé a dónde voy,
el tiempo no es un concepto abstracto
del que me pueda reír,
está aquí siempre, a mi lado,
como ese conocido incómodo
al que nos es imposible despistar.
La vida se lo va tragando todo,
la muerte se frota las manos,
y en el cielo, qué te voy a contar,
hace siglos que se acabaron las localidades.
En fin, para qué más.
Sin esperanza, pero con
veinte euros,
me encamino hacia el próximo bar.
Karmelo C. Iribarren
Hace una mañana gris,
opaca, triste.
Estoy en un bar, con un café,
sentado junto al cristal que da a la calle.
La música –suave, lejana, indiscernible–,
acompaña sin pedirte nada a cambio,
ni siquiera que la escuches.
Cae una llovizna suave
–y un poco torcida– que hace
que algunos de los viandantes
no se la tomen muy en serio
y se resistan a abrir el paraguas.
Aquí dentro solo estamos el camarero y yo,
y ahora mismo esto es lo más cercano
a un pequeño paraíso en la tierra.
Me siento casi como en el camarote
de un tren.
Si lo fuera, yo tendría un billete
hasta la última estación.
Karmelo C. Iribarren
Acaba de cruzar
frente a mi parabrisas.
Es ella.
La recuerdo muy bien.
Siempre con algún libro
de Simone de Beauvoir
("Acabemos con la tiranía de la belleza"
y ese tipo de historias).
Luego, un día, desapareció.
Se fue a vivir
con un viejo economista.
Se ha pasado al enemigo,
dijeron unas.
Ya se sabe,
el dinero tiene imán,
dijeron otras …
Pero no.
Sucedió algo mucho más sencillo.
Tanto que fue ella misma
la primera sorprendida:
Se enamoró.
Karmelo C. Iribarren
Alegra esa cara, hombre
-dicen, dándote una
palmadita en la espalda-,
hay que ser más optimista,
tú al menos puedes contarlo, ¿no?,
otros no tienen tanta suerte.
Y luego miran enseguida el reloj, y se van,
no vaya a ser que se lo cuentes.
Karmelo C. Iribarren
Colgada en mi pared tengo una talla japonesa,
máscara de un demonio maligno, pintada de oro.
Compasivamente miro
las abultadas venas de la frente, que revelan
el esfuerzo que cuesta ser malo.
Bertolt Brecht
De vez en cuando,
hay que hacer una pausa,
contemplarse a sí mismo
sin la fruición cotidiana,
examinar el pasado,
rubro por rubro,
etapa por etapa,
baldosa por baldosa,
y no llorarse las mentiras,
sino cantarse las verdades.
Mario Benedetti
Ni soy tu papi, ni has sido mala, ni te voy a castigar.
Ni te voy a dar más fuerte, ni quiero palabra clave de seguridad.
Yo lo que quisiera es que me miraras a los ojos, como yo te miro a ti al follar.
La vida es
como rellenar
un pliego
de descargo:
nunca te hace caso
ni dios.
Siempre te falta
alguna póliza,
algún dato,
alguna cifra,
algún papel.
Siempre se guardan
alguna carta
en la manga,
para finalmente,
poder seguir
jodiéndote.
Karmelo C. Iribarren
Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.
Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.
Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?
Sed de amores tenía
Sed de amores tenía, y dejaste
que la apagase en tu boca,
¡piadosa samaritana!
Y te encontraste sin honra,
ignorando que hay labios que secan
y que manchan cuanto tocan.
¡Lo ignorabas…, y ahora lo sabes!
Pero yo sé también, pecadora
compasiva, porque a veces
hay compasiones traidoras,
que si el sediento volviese
a implorar misericordia,
su sed de nuevo apagaras,
samaritana piadosa.
No volverá te lo juro;
desde que una fuente enlodan
con su pico esas aves de paso,
se van a beber a otra.
Rosalía de Castro
A la luz de la playa,
¿por qué esta repentina
debilidad?
¿Y esta melancolía
igual a la dulzura de los convalecientes
a quienes un sol pálido termina de sanar?
¿De qué convaleciente?
¿Tal vez de la incurable enfermedad
de haber vivido
un año más?
Margarita Abella Caprile
Era un lugar siniestro,
peligroso,
un lugar
donde podía pasarte
cualquier cosa.
Los trenes iban lentos: al otro lado
estaba Francia, nada menos,
y más lejos aún,
pero mucho más lejos, Pekín.
Una vez fui con mi madre hasta Bayona.
Estaba todo limpio y quieto,
como muerto,
como si no pasase nada.
Luego lo supe: ser libre
no es igual que ser feliz.
Karmelo C. Iribarren
Tus manos son mi caricia,
mis acordes cotidianos.
Te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo,
somos mucho más que dos.
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada.
Te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Tu boca que es tuya y mía,
tu boca no se equivoca.
Te quiero por que tu boca
sabe gritar rebeldía.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo,
somos mucho más que dos.
Y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo,
y tu llanto por el mundo,
porque sos pueblo, te quiero.
Y porque amor no es aureola,
ni cándida moraleja,
y porque somos pareja
que sabe que no está sola.
Te quiero en mi paraíso.
Es decir, que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo,
somos mucho más que dos.
Mario Benedetti
Y ahora se inicia
la pequeña vida
del sobreviviente de la catástrofe del amor:
Hola, perros pequeños,
hola, vagabundos,
hola, autobuses y transeúntes.
Soy una niña de pecho,
acabo de nacer
del terrible parto del amor.
Ya no amo.
Ahora puedo ejercer en el mundo,
inscribirme en él,
soy una pieza más del engranaje.
Ya no estoy loca.
Cristina Peri Rossi
Ya no será,
ya no viviremos juntos, no criaré a tu hijo,
no coseré tu ropa, no te tendré de noche,
no te besaré al irme, nunca sabrás quien fui,
porqué me amaron otros.
No llegaré a saber por qué ni cómo, nunca,
ni si era de verdad lo que dijiste que era,
ni quién fuiste, ni qué fui para ti,
ni cómo hubiera sido vivir juntos,
querernos, esperarnos, estar.
Ya no soy más que yo para siempre, y tú,
ya no serás para mí más que tú.
Ya no estás en un día futuro,
no sabré donde vives, con quién,
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca como esa noche, nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
Idea Vilariño
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…; desengáñate,
¡así… no te querrán!
El pájaro
Ha silbado
Desde la punta de su pico
De vivo amarillo
Canta su reclamo
Sobre el lago Laíg
Un mirlo en una rama
Un montón de amarillo.
(Poema anónimo, siglo VIII)
¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?
Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo.
Que nadie establece normas, salvo la vida.
Que la vida sin ciertas normas pierde forma.
Que la forma no se pierde con abrirnos.
Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.
Que no está prohibido amar,
que también se puede odiar.
Que el odio y el amor son afectos.
Que la agresión porque sí, duele mucho.
Que las heridas se cierran,
que las puertas no deben cerrarse.
Que la mayor puerta es el afecto.
Que los afectos nos definen.
Que definirse no es remar contra la corriente.
Que no cuanto más fuerte es el trazo más se dibuja.
Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.
Que negar palabras es abrir distancias.
Que encontrarse es muy hermoso.
Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida.
Que la vida parte del sexo.
Que el porqué de los niños, tiene un porqué.
Que el querer saber de alguien, no es sólo curiosidad.
Que para saber todo de todos, es curiosidad malsana.
Que nunca está de más agradecer.
Que autodeterminación, no es hacer las cosas solo.
Que nadie quiere estar solo.
Que para no estar solo hay que dar.
Que para dar debimos recibir antes.
Que para que nos den también hay que saber cómo pedir.
Que saber pedir no es regalarse.
Que regalarse en definitiva es no quererse.
Que para que nos quieran, debemos demostrar qué somos.
Que para que alguien sea, hay que ayudarlo.
Que ayudar es poder alentar y apoyar.
Que adular no es apoyar.
Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.
Que las cosas cara a cara son honestas.
Que nadie es honesto porque no robe.
Que el que roba no es ladrón por placer.
Que cuando no hay placer en las cosas, no se está viviendo.
Que para sentir la vida, no hay que olvidarse que existe la muerte.
Que se puede estar muerto en vida.
Que se siente con el cuerpo y la mente.
Que con los oídos se escucha.
Que cuesta ser sensible y no herirse.
Que herirse no es desangrarse.
Que para no ser heridos levantamos muros.
Que quien siembra muros, no recoge nada.
Que casi todos somos albañiles de muros.
Que sería mejor construir puentes.
Que sobre ellos se va a la otra orilla, y también se vuelve.
Que volver no implica retroceder.
Que retroceder también puede ser avanzar.
Que no por mucho avanzar se amanece más cerca del sol…
Cómo hacerte saber que nadie establece normas, salvo la vida.
Daniel Russo Rendo
La lenta máquina del desamor,
los engranajes del reflujo,
los cuerpos que abandonan las almohadas,
las sábanas, los besos,
y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo,
ya no mirándose entre ellos,
ya no desnudos para el otro,
ya no te amo,
mi amor.
Julio Cortázar
menéame