La izquierda no hubiera perdido el poder en Portugal sin que la justicia incoara una actuación falsa sobre Antonio Costa que le llevó a dimitir por nada y adelantar elecciones. El caso de nuestros vecinos deja claro que a veces no hace falta más que incluir un nombre en una investigación aunque no haya nada concreto para lograr el objetivo político de tumbar a un gobierno. No hay control efectivo sobre las actuaciones judiciales cuando estas se inmiscuyen en el poder político.
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