Intentar dialogar con alguien que niega el holocausto es colmarte de indignidad.
Tratar de ser pedagógico con quien niega la esfericidad de la tierra es arrastrarte por lo ridículo.
Ser dialogante con alguien que intenta vender agua con azúcar como principio terapéutico te rebaja como persona.
Tratar de mostrar amablemente a un franquista que el régimen nos sumió en una época de retraso y oscurantismo y generó una matanza fratricida que no se debe olvidar escupe sobre la memoria de las víctimas.
Hablarle ablandado a un homófobo para convencerle de que lo que hace no está bien es retroceder pasos de civilización.
Circunvenir el hecho de la corrupción masiva te convierte en un cómplice y te colma de vergüenza.
Tragar con que despues de 15 años de la fundación de menéame desde los gabinetes de VOX se haya dado la orden de hacernos un take over y normalizar lo que no es normal es malbaratar lustros de buenos momentos.
Si, insultar es un derecho cuando el insulto no es difamatorio sino descriptivo. Inda me resulta la encarnación de Grima de Saruman. Y Führerico me resulta como un creeper enano sudoroso y casposo.
Tenemos derecho a plantar cara a la gentuza que nos etiqueta de podemitas y progres y luego va llorando cuando les contestamos. No podemos ir desarmados contra el mal.