Érase una vez un chaval al que, con 18 años recién cumplidos, le regalaron un reloj. Estaba muy contento con su reloj. Era un chaval feliz. Había tenido otros relojes, pero ese le gustaba mucho. El último que tuvo se lo regaló a un amigo. Otro lo vendió en Gualapó por 10 €.
Paseaba por la calle con su reloj recién estrenado. Hacía bueno, por lo que aquella noche salió con sus amigos al parque. Solía hacer botellón, y estando un poco bebido, se arremangó la camisa, para enseñar su reloj, para que todo el mundo lo viera.
Cuando iba para casa le abordaron 5 chicos mayores que él. Uno de ellos se puso a hablar con él amigablemente. Parecía majo. Otro le preguntó a ver si le podía dejar su reloj nuevo. Había bebido y no vio peligro, por lo que se lo dejó.
Pero aquellos chicos mayores se aprovecharon de él, y se fueron, dejándole sin el reloj.
Se quedó llorando en un banco, hasta que pasó una pareja por allí y se lo encontraron. Les contó que le habían robado el reloj, y llamaron a la policía. Ésta, rápidamente localizó a los 5 chavales que habían robado el reloj y los detuvieron.
Los chavales enseñaron el reloj y aseguraron que se lo habían regalado, incluso mostraron un video, grabado con un teléfono móvil, en el que se veía que el chaval les entregaba el reloj, entre risas de los chicos mayores.
Se celebró un juicio, en el que se mostró el video del crío entregando el reloj a los chicos mayores. La defensa alegó que la supuesta víctima del robo había regalado otros relojes en el pasado, e incluso malvendido uno por 20 €.
Al final, de los tres magistrados que juzgaron el caso, dos condenaron a los acusados por haber engañado al chaval, mientras que el tercero emitió un voto particular en el que decía que se veía claramente al chaval borracho entregando el reloj voluntariamente a los acusados en un ambiente de jolgorio. Les condenaron a pagar al muchacho una indemnización de 5 €, a razón de 1 € cada uno de los acusados. Mucho menos de lo que valía el reloj.
Un amigo de los acusados dijo que era normal que la gente regalara relojes. Que era habitual que, en ciertos ambientes, pidieras la hora, y te regalaran varios relojes.
El caso generó revuelo. Hubo quien acusó a la víctima de ir provocando yendo borracho, arremangado, y enseñando su reloj. Le decían que eso era ir buscando el robo. Otros dijeron que la víctima hacía denunciado por despecho, porque después, cuando les preguntó la hora a los acusados, éstos se negaron a dársela.
Un conocido periodista, filtrando los datos personales del chaval, juzgó la condena desproporcionada. "No se puede permitir que por pedir la hora tengan que pagar 1 €"
Al final, la víctima, para muchos, empezó a ser acusada, mientras se defendía la inocencia de los ladrones ya condenados. En un país de pícaros se debía respetar la tradición de engañar a los más pardillos.
La conclusión que llegó la población de chavales con reloj nuevo es que no los debían sacar a la calle. Si se condenaba a 1 € un robo por parte de 5 chicos mayores a uno más pequeño, si te robaban un bolígrafo no merecía la pena ni denunciar.
Delirante, ¿verdad?
Es delirante porque si se tratara de un caso real, nadie pondría en duda que al chaval le habían robado el reloj 5 chicos mayores. En cambio, una violación... para muchos... vale menos que un reloj.