Un estudio de la universidad de Stanford —que obtuvo que un algoritmo podía distinguir correctamente entre homo y heterosexual el 81% de las veces (74% para mujeres)— ha puesto sobre la mesa las cuestiones de los orígenes biológicos de la orientación sexual, la ética de las tecnologías de reconocimiento facial y el potencial de este tipo de software para violar la privacidad de la gente o ser usado con fines homófobos.
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