La de ‘Games for Peace’ no es una historia de guerra. Tampoco es de esas historias que hablan sobre confrontaciones o diferencias. Se trata, más bien, de una enseñanza. Una moraleja. Una de esas historias optimistas pero reales. Es, simplemente, la historia de un compromiso. El de Uri Mishol, un israelí que desde 2013 trabaja para hacer que cualquier niño, venga de donde venga y sea de la religión que sea, consiga hacer amigos y jugar de forma sana con otros niños desde cualquier punto de Oriente Medio.
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