Los videojuegos continúan su proceso de des-estigmatización: reducidos a ser carne de freaks, gente con gustos estrafalarios y marginados socialmente, han evolucionado hasta erigirse como una de las referencias actuales del ocio, si bien su masificación no la ha liberado de numerosos estereotipos. Una de las claves para invertirlos podría ser profundizar en su singular naturaleza interactiva, con la que permite transformar al usuario en parte “viva” de una escenografía.
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