Cuando compramos un yogur podemos mirar la tapa para conocer su fecha de caducidad, pero cuando compramos un videojuego no hay ningún sitio de la caja en el que se nos alerte de la fecha aproximada en la que el producto obtenido se devaluará. Esto en otros tiempos sería totalmente innecesario, pero actualmente cada vez es más común que los juegos pierdan parte de sus funcionalidades pasado un tiempo, un problema que se ve agravado por actuaciones de las compañías que se pueden considerar totalmente desleales hacia el consumidor.
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