El 17 de agosto de 1963, en Madrid, ejecución con garrote vil de dos militantes de las Juventudes Libertarias (F.I.J.L), Joaquín Delgado Martinez y Francisco Granado Gata. Detenidos y torturados tras el atentado del 29 de julio de 1963 -que no habían cometido en absoluto-, fueron sin embargo condenados a muerte sin pruebas el 13 de agosto por un Consejo de Guerra, y luego asesinados cobardemente, ante la indiferencia general de los llamados Estados democráticos.
Contexto: el movimiento anarquista español de los años 60
Con demasiada frecuencia parece que la historia del movimiento anarquista español se limita a 1936, sin tener en cuenta no sólo lo que le precedió, sino también lo que le siguió, tras la derrota militar. Como escriben Alberola y Gransac en Anarquistas contra Franco: "El fin de la guerra española, el 31 de marzo de 1939, no tuvo otro significado que el fin de las hostilidades y la ocupación total del territorio español por fuerzas sediciosas bajo el mando del general Franco. Para los antifascistas españoles, para los que pudieron exiliarse y para los que quedaron a merced de las represalias, el final de la guerra fue el comienzo de un largo calvario. Sin duda, fue el movimiento anarquista y todo lo que estaba cerca de él el que pagó el precio más alto [1].
Las organizaciones libertarias, por necesidad, se reconstruyeron en el exilio, en particular en París, pero también en el suroeste de Francia, donde había muchos refugiados.
Reunificación y defensa interna
En 1963, el Movimiento Libertario Español (MLE) -que aglutina a la CNT, la FAI y la FIJL- pretende apaciguar los resquemores y las luchas fratricidas entre el sector llamado "político" o activista, partidario de la colaboración con los sectores antifranquistas, y la tendencia llamada "apolítica" o de "espera", que desea volver a las fuentes de la tradición anarcosindicalista. A esta CNT, dolorosamente reunida, le correspondió crear la sección DI (Defensa Interior), con el fin de "galvanizar el entusiasmo libertario" y sacudir el letargo que poco a poco se había apoderado de los círculos del exilio: Confía la animación a un grupo de experimentados activistas, entre los que se encuentran los "históricos" Cipriano Mera y Juan García Oliver, a los que se une Octavio Alberola, como representante de las Juventudes Libertarias y, en general, de la posición combativa. Para los militantes libertarios no se trataba sólo de llevar a cabo acciones simbólicas: a pesar de las extremas precauciones tomadas por el Generalísimo y de los sucesivos fracasos de los intentos anteriores, estaban decididos a golpear al más alto nivel, a la mismísima cabeza del Estado.
El papel de Granado
A instancias de Defensa Interior, se creó un nuevo proyecto para 1963. El lugar elegido para el atentado contra Franco estaba en la ruta que el Caudillo tomaba para ir de su residencia en El Pardo al Palacio de Oriente. El comando responsable de la acción tuvo que encontrar los explosivos que otro militante, procedente del sur de Francia, había traído poco antes. Como no podía permanecer más tiempo en Madrid, otra persona tuvo que venir a recogerlos y retenerlos hasta que llegara el comando responsable del atentado. Esa otra persona sería Francisco Granado. Recientemente instalado en Alès, tiene la ventaja de ser un inmigrante económico, de tener papeles válidos y de no ser conocido por la policía. Lo es tanto más cuanto que su entrada en la "política" es bastante reciente: es a partir de su llegada a Francia, en 1960, cuando toma conciencia de la situación real de su país y decide comprometerse con la resistencia armada al franquismo. Sin ninguna formación ideológica, su necesidad de acción le llevó a los libertarios presentes en la región. Uno de ellos, Vicente Martí, transmitió su nombre a Defensa Interior, que decidió aceptar la "candidatura" del joven trabajador. El 14 de mayo de 1963, Francisco Granado partió hacia España en su primera misión. No sabía que sería la última de su vida.
El papel de Delgado
Joaquín Delgado era ebanista, fresador y, más tarde, diseñador de créditos para programas de televisión. En cuanto a él, había comenzado su militancia en Grenoble (Isère), donde se había refugiado su padre "cenetista". Se convierte en secretario de las Jeunesses Libertaires y se implica cada vez más en el activismo antifranquista. En 1963, se apresuró a ir a España para ponerse en contacto con Ariño y Granado y animarles a regresar a Francia lo antes posible, sobre todo porque el DI había elaborado otro plan de acción para los primeros días de agosto. Pero mientras Delgado y Granado no podían salir de Madrid con la rapidez que hubieran deseado, los dos militantes encargados de los atentados contra las instituciones del régimen, Sergio Hernández y Antonio Martín -que desconocían la presencia de sus dos compañeros en Madrid- decidieron adelantar la fecha de las acciones.
Atentados en Madrid
Madrid, 29 de julio de 1963: a las 5 de la tarde, una bomba estalla en las oficinas de la DGS (Dirección General de Seguridad), sede de los servicios represivos del régimen, hiriendo a una veintena de personas en la sección de pasaportes. Unas horas más tarde, otra bomba explotó, esta vez en la sede del sindicato "vertical" de Franco. Mientras el régimen, establecido a base de decenas de miles de muertos, se enorgullecía de haber acabado con sus opositores y se preparaba para lanzar la campaña de los "veinticinco años de paz", acababan de golpear, uno tras otro, el corazón mismo de la Bestia. Las sospechas se dirigen inmediatamente hacia el movimiento anarquista, que intenta reactivar la oposición armada al régimen, a pesar de la dura represión que ha sufrido y del desánimo que, con el paso de los años, ha ganado a muchos de sus militantes. Las cosas no se alargaron: dos días después de los hechos, la prensa anunció la detención de los presuntos autores de los atentados, Francisco Granado y Joaquín Delgado, ambos vinculados al movimiento libertario español.
El hecho de que "el explosivo dejado en los locales de la Dirección General de Seguridad, que iba a ser detonado durante la noche en un momento en que el público había evacuado los locales", estallara prematuramente, causando una veintena de heridos leves, fue utilizado por la prensa franquista para lanzar una furiosa campaña de insultos contra el activismo antifranquista en general, y contra los autores de este atentado en particular. Sin embargo, a pesar de ser sometidos a constantes interrogatorios y atroces torturas, Joaquín Delgado y Francisco Granado nunca admitieron haber participado en los atentados de los que se les acusaba [2].
Juicio y ejecución
El régimen, todavía conmocionado por la campaña en el extranjero contra el juicio y la ejecución del comunista Julián Grimau en abril de ese mismo año, procedió con el caso a toda velocidad, quitando el viento de las velas a todos los que podrían estar tentados de lanzar una campaña similar. No importa la declaración del CIL (Consejo Ibérico de Liberación) de que los dos hombres no tienen nada que ver con los hechos de los que se les acusa, ni la incapacidad de las autoridades para demostrar su responsabilidad en los atentados del 29 de julio [3]. Tras una investigación llevada a cabo con gran vigor y un juicio sumario - sumarísimo - por el Consejo de Guerra, fueron condenados a muerte el 13 de agosto. El día 17 (la víspera del congreso fundacional de la FIJL) [4], después de que el muy católico Caudillo rechazara -una vez más- el indulto que se le había solicitado, Granado y Delgado fueron entregados a los verdugos y ejecutados mediante el garrote vil.
Un caso claro de culpabilidad
Aunque todavía no está claro cómo la policía fue conducida tan rápidamente al rastro de los dos hombres, está claro por qué fueron ejecutados. El hecho de que la policía creyera, o fingiera creer, que tenía a los autores de los dos atentados tiene, en definitiva, poca importancia. Lo más importante para el régimen era que los culpables plausibles salieran a la luz lo antes posible: Delgado y Granado cumplían perfectamente este requisito, sobre todo porque este último no intentó ocultar el propósito de su presencia en España. Por último, basta con remitirse al escrito de acusación, leído por el fiscal Enrique Amado, para darse cuenta de que el juicio a Delgado y Granado fue también una oportunidad para ajustar cuentas con el anarquismo militante, desde su aparición a finales del siglo XIX hasta la Guerra Civil, pasando por la Semana Trágica de Barcelona (1909) o el asesinato del cardenal Soldevila (1923). El destino de Delgado y Granado recuerda al de los dos anarquistas italianos Sacco y Vanzetti, que también eran inocentes de los actos por los que fueron ejecutados.
Este libro, recientemente publicado por Albache, cuenta la historia de la acción anarquista contra Franco después de la guerra.
[1] A. Gransac, O. Alberola, Anarquistas contra Franco (Acción revolucionaria internacional 1961-1975), Éditions Albache, París, 2014, p. 15. Este libro, publicado en la primavera de 2014, es una mina de información sobre la acción anarquista contra Franco.
[2] Ibid, p. 76
[3] El periodista Carlos Fonseca desmonta la terrible espiral que llevó a la muerte de dos inocentes, abatidos por un poder que, a pesar de las apariencias, apenas había cambiado desde 1939, en Garrote vil para dos inocentes. En 2003, la CNT publicó una versión en francés del libro con motivo del cuadragésimo aniversario de la ejecución de los dos activistas libertarios: Carlos Fonseca, Le garrot pour deux innocents. L'affaire Delgado-Granado, Éditions CNT-RP, París, 2003.
[4] Del 18 al 22 de agosto de 1932 se celebró en Madrid el congreso constitutivo de la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL), al que asistieron principalmente delegados de Granada, Valencia, Madrid y Barcelona. Tras redactar la declaración de principios que figuraría en el cuaderno de socios y establecer las bases que determinarían las actividades de la organización, fue el grupo de jóvenes de Madrid el que formó los primeros comités peninsulares. Pero los jóvenes catalanes, desconfiando del sistema de organización peninsular, que veían como una estructura centralizada en Madrid, eran partidarios de agrupaciones y federaciones más pequeñas con autonomía propia, sin un organismo central. Durante mucho tiempo, rechazaron el nombre de FIJL por el que se ajustaba más a sus deseos, Juventudes Libertarias (JJLL). El periódico Ruta será el órgano oficial de las Juventudes Libertarias de Cataluña. La FIJL se extendió rápidamente por todo el país y se convirtió, después de la CNT y la FAI, en la tercera rama del movimiento libertario español. Desempeñó un importante papel durante la Revolución Española (1936-1938) y posteriormente durante el exilio, luchando contra las tendencias reformistas que surgían en el seno de la CNT. Durante su exilio, llevó a cabo numerosas acciones contra la dictadura franquista hasta principios de la década de 1970. Bajo la presión de las autoridades fascistas españolas, fue prohibida oficialmente en Francia el 14 de noviembre de 1963. Muchos de sus activistas o simpatizantes, ya sean españoles, franceses o incluso ingleses (como Stuart Christie), fueron encarcelados en España o Francia durante la década de 1960.
Traducido por Jorge Joya
Original:
www.memoire-libertaire.org/17-aout-1963-Delgado-et-Granado-anarchistes
www.socialisme-libertaire.fr/2021/04/17-aout-1963-delgado-et-granado-a