Anarquismo - Enciclopedia Anarquista

Selección de la Enciclopedia Anarquista : 

ANARQUISMO n. m.

Por "anarquismo" se entiende el movimiento social que se propone perseguir la realización del ideal anarquista. Este movimiento abarca toda la acción libertaria. Esta acción es viva, se inspira en los acontecimientos y las circunstancias de tiempo y lugar; flexible, aprovecha todas las posibilidades que surgen día a día en la vida social; vigilante, vigila y utiliza, con habilidad y método, las múltiples corrientes que atraviesan y penetran la opinión, impulsándola o dirigiéndola. Su objetivo es conducir a los individuos y a la Sociedad hacia la Anarquía por los caminos más seguros y menos lentos, gracias a medios de combate y formas de lucha siempre acordes con los principios y objetivos libertarios.

"Anarquía" es lo que prevemos; "Anarquismo" es lo que vivimos y realizamos a pie de obra; es la lucha incesante de los militantes libertarios contra todas las instituciones que quieren derribar; es, bajo las más variadas formas, la batalla sin tregua ni descanso que los compañeros y medios anarquistas protagonizan contra los prejuicios, la rutina, la tradición, las enseñanzas, los errores y el hecho autoritario que ambicionan suprimir; es, por lo menos, el conjunto de los esfuerzos cuyo objetivo es preparar y acelerar el florecimiento del período revolucionario propiamente dicho y asegurar al movimiento anarquista, a partir de la Revolución, la más poderosa vitalidad y las mejores condiciones de desarrollo.

Si admitimos -y a ningún libertario se le ocurriría discutirlo- que, durante la Revolución, la acción anarquista será, en primer lugar, destruir de arriba abajo todas las Instituciones de base y estructura autoritaria y, en segundo lugar, sentar inmediatamente las bases de la estructura social libertaria, es obvio que las tareas inmediatas del Anarquismo son de dos tipos: la negativa o demoledora, la otra positiva o reconstructiva.

Las primeras tienen por objeto socavar profundamente el principio de Autoridad en todas sus manifestaciones, desenmascarar y combatir de antemano todas las maniobras mediante las cuales, descalificado o derrotado, intenta rehabilitarse o sobrevivir bajo otra forma.

El segundo objetivo es crear y desarrollar, en la medida de lo posible, todos los modos de vida individual y social, de espíritu anarquista y de forma libertaria, aptos para alentar los impulsos, facilitar las corrientes, provocar las medidas, dar lugar a disposiciones de carácter anarquista y asegurar -en cuanto se realice el trabajo destructivo- su desarrollo espontáneo, libre, rápido y natural.

Esta inmensa tarea debe llevarse a cabo -y, de hecho, se lleva a cabo- en el siguiente orden: educación, organización, acción.

a) EDUCACIÓN. Considero que la tarea de educación que se impone a los anarquistas es la primera y la más indispensable.

Esta tarea educativa requiere un doble trabajo: interno y externo.

Por trabajo interior entiendo el que cada compañero tiene el deber de realizar en su interior, y por trabajo exterior, el que debe realizar en los demás, es decir, fuera de él.

Vigor físico, cultura intelectual, belleza moral, el Anarquista debe adquirir y llevar al máximo, en su propia persona, estos tres valores: buena salud, una vasta y profunda educación, sentimientos y hábitos francamente libertarios.

Gracias a este esfuerzo constante sobre sí mismo, el compañero se convierte en un ejemplo vivo y ejerce sobre todos los que se acercan a él una innegable fuerza de irradiación y atracción.

Pero un activista no puede ni quiere limitar su esfuerzo educativo a su propia cultura. Sería una flor sin perfume, una fruta sin sabor. Sería un ser limpio en medio de seres sucios, un hombre que camina en la luz en medio de individuos que andan a tientas en la oscuridad.

Por lo tanto, es natural y, en cierto modo, fatal que difunda a su alrededor y en la medida de lo posible los sentimientos que le animan, las prácticas morales que le distinguen, los conocimientos que ha adquirido e incluso el vigor físico que hace de él un individuo normal, equilibrado y resistente.

En esta labor de educación que llamo "externa" y que tiene como campo "los otros", se vale de todo lo que puede utilizar: la conversación, la discusión, la charla, la conferencia, el periódico, el panfleto, el ejemplo personal. Aprovecha todas las oportunidades que las circunstancias ponen a su disposición. En el taller, en su entorno, en los grupos que frecuenta, en los círculos en los que vive, en una palabra, en todos los lugares en los que se encuentra, explica, argumenta, critica, replica; atacando y defendiéndose alternativamente, no se cansa de exponer sus razones, de afirmar sus convicciones, de combatir a los maestros, de denunciar a los intrigantes, de azotar a los explotadores, y de decir siempre sin tapujos lo que piensa.

Algunos compañeros creen que, prodigándose de esta manera, el anarquista se pierde a sí mismo y, a la larga, se vacía y se agota; de modo que la educación "externa" se ejercería en detrimento de la "interna", yo pienso todo lo contrario. Estoy seguro de que, lejos de destruirse al dedicarse a la propaganda de la educación externa, el anarquista se fortalece. Porque, para iluminar y convencer a aquellos a quienes se dirige, debe ampliar constantemente su campo de luz y dar a sus propias convicciones un fundamento cada vez más duro y profundo.

Cultiva a los demás en la medida en que se cultiva a sí mismo; el trabajo de educación "externa" y el de educación "interna" van de la mano; se apoyan mutuamente, y por lo tanto, ¿cómo puede el propagandista exponerse a debilitarse practicando regularmente un ejercicio que exige un entrenamiento constante y un esfuerzo incesante?

La labor educativa a la que se dedica el anarquismo tiene esta particularidad, que no se acomoda a las astucias, a las distracciones, al engaño, al disimulo, procesos en uso en los partidos políticos que, todos, son ingeniosos para entubar las adhesiones y forzar el reclutamiento, porque sólo apuntan al número.

Los anarquistas, en cambio, no tienen nada que ocultar y su propaganda debe ser franca, leal y directa. No les importan los trucos, las sorpresas o las maniobras.

Todo el mundo es libre de estar con o contra ellos.

Pero entienden que si uno dice que está con ellos, debe ser con pleno conocimiento de causa, con plena conciencia y plena voluntad; porque, en materia de reclutamiento, los anarquistas están mucho más apegados a la calidad que a la cantidad de los seguidores que hacen. 

b) ORGANIZACIÓN. He dicho un poco antes que la tarea inmediata de la Educación debe preceder y dominar todas las demás.

Esto es evidente: la vitalidad de la organización y la fecundidad de la acción corresponderán, en efecto, al grado de educación y de formación que los elementos llamados a agruparse y a actuar habrán alcanzado en el momento de la reunión y al que se elevarán posteriormente.

En Francia, los anarquistas organizados se reúnen en grupos locales; éstos, unidos por regiones, forman las Federaciones regionales, y éstas últimas constituyen la Unión Nacional.

La agrupación local tiene por suma el valor añadido de las unidades que la componen; la federación regional tiene por suma el valor totalizado de las agrupaciones locales que la constituyen y la Unión Nacional tiene por suma el valor acumulado de las federaciones que la forman.

El valor eficiente de lo que se llama "la Organización" descansa enteramente en el de los individuos organizados.

Cuanto más conscientes, viriles y unidos estén estos individuos, más viva será la organización que los une, más segura será su trayectoria, más precisa será su orientación, más continua y enérgica será su acción.

Para lograr una organización flexible y fuerte, conforme al espíritu libertario, es necesario ir de la base a la cima, de la unidad al número, del individuo al colectivo, es decir, del individuo al grupo local, del grupo a la federación regional y de la federación al sindicato nacional.

Esto es el federalismo: permitir que cada persona organizada siga siendo ella misma, que no sea aplastada por el centro, que mantenga su independencia, que participe activamente en la vida de toda la organización, que exprese su opinión sobre todo.

Cuando es así, el individuo sigue siendo libre en el grupo, el grupo sigue siendo independiente en la federación y la federación sigue siendo autónoma en la unión nacional.

En razón de su propia plasticidad y como resultado del libre juego de todos los elementos -individuales o colectivos- que reúne, tal organización deja a cada uno de estos elementos la totalidad de las fuerzas que le son propias, mientras que por la asociación de estas fuerzas, ella misma alcanza su máxima vitalidad.

Durante mucho tiempo, mucho tiempo, demasiado tiempo, los anarquistas han sido -y algunos todavía lo son- absolutamente resistentes a la idea misma de organización. ¿Por qué? - Porque, en sus mentes, la organización significaba el centralismo, la dictadura de unos pocos compañeros sobre el conjunto, la toma de posesión de todo el movimiento anarquista por parte de algún comité de dirección, la muerte de la iniciativa personal y de la libertad individual, la obligación de pensar en serie, de querer a la orden y de actuar como un rebaño.

Del hecho de que esto sea así en todas las organizaciones de base autoritaria, concluyeron que no puede ser de otra manera.

Eran muy conscientes de la necesidad de reunirse, de unirse, de consultarse, para oponer una resistencia más coherente a los incesantes ataques de sus innumerables adversarios y pasar, con mayor vigor y método, de la defensa al ataque; eran muy conscientes de que estaban en inferioridad de condiciones por la fragmentación de sus fuerzas; Eran muy conscientes de que la propaganda adolecía de falta de cohesión y de que la ausencia de organización era causa de debilidad, a veces incluso de impotencia; todo esto lo sentían y lo concebían, pero les parecía que la organización y la libertad -que con razón sitúan por encima de todo- se excluyen perentoriamente, y que resignarse a la una es renunciar a la otra.

Poco a poco, los anarquistas han llegado a admitir que puede haber una cierta organización reconciliable con la independencia de los organizados. Buscaron esta organización y la encontraron. Pocos camaradas persisten hoy en pensar, con el carácter de Ibsen, que en la formidable lucha que, enfrentando a las fuerzas del pasado con las del futuro, desembocará en la Revolución Social, "sólo el hombre es el más fuerte".

Enfrentados a las realidades y poco a poco iluminados por la experiencia, los compañeros fueron llegando poco a poco a la idea de la organización. Ya no la rechazan de forma absoluta y, si se me permite decirlo, por principio; y, si todavía hay un cierto número que duda, no es tanto a la idea de organización en sí misma a la que se niegan a adherirse como a sus formas, que siguen siendo objeto de debate.

Estas formas se van desarrollando poco a poco; con la experiencia, se van perfeccionando. Lo esencial es que permitan al "Organizado" toda la independencia compatible con la razón de ser y las necesidades de la propia organización, y que se concilien con la necesidad de estimular la iniciativa individual dentro de los grupos locales, la de los grupos locales dentro de la federación regional, y la de las federaciones regionales dentro de los sindicatos nacionales.

Son estos acuerdos libres, circunstanciales y armoniosos los que impulsarán constantemente la actividad del conjunto y llevarán su intensidad a su máximo efecto útil.

En resumen, la característica de una organización de este tipo es ser lo más diferente posible de todas las organizaciones autoritarias. En ellas, el Comité de Dirección, centralizando poderes y atribuciones, da órdenes y los grupos sólo tienen que ejecutarlas; los dirigentes mandan: es el mandato que les confiere el principio de Autoridad, y los miembros obedecen: es el único papel que se les asigna; la disciplina doblega todas las voluntades individuales y la "unidad" sólo tiene que doblegarse.

Cuanto más se adopte el punto de vista contrario al anterior, más se acercará a la organización anarquista deseable. 

c) ACCIÓN. Es el conjunto de la estrategia y la táctica anarquista lo que vamos a exponer aquí.

El poder de la acción anarquista se afirmará en la práctica como resultado directo del nivel de educación y del grado de organización: cuanto más avanzada sea la educación, más vigorosa y verdaderamente anarquista será la acción; más desarrollada y fructífera será la organización.

Basta con enunciar esta proposición; lleva en sí misma su demostración.

Debemos distinguir dos tipos de acción: la acción continua y la acción circunstancial.

La primera es la que se mantiene en todo momento, sea cual sea la situación general: tranquila o agitada, precisa o incierta, clara o confusa, normal o excepcional. Esta acción debe estar constantemente marcada con la idea anarquista; debe llevar, sean cuales sean las circunstancias, el sello del Anarquismo integral y específico. Nunca debe abandonarse, sea cual sea la forma o el aspecto que adopte la agitación del momento.

La segunda es la que está ordenada y moldeada por las circunstancias. Esta acción procede de las grandes corrientes que, de forma intermitente y bajo la presión de los acontecimientos, agitan a las masas populares. Para que los resultados sean fructíferos y sirvan eficazmente a la propaganda anarquista, esta forma temporal de acción debe soldarse a su forma permanente. La agitación que provocan ciertos acontecimientos, la indignación que desencadenan, las protestas que suscitan, todos estos movimientos deben ser explotados por los compañeros sin que pierdan de vista por un momento la significación doctrinal que pueden extraer de ellos, la orientación anarquista que tienen el deber de dar a esta agitación y la conclusión antiautoritaria que nunca deben omitir explicar.

Incluso en el caso de que los acontecimientos adquieran un carácter especial -es en este caso donde entra en juego la acción que llamo circunstancial- la acción permanente (o continua) no debe dar paso a la acción intermitente (o circunstancial). Por el contrario, debe penetrar y dominar a estos últimos. Es la acción permanente la que debe prevalecer siempre, para que la acción anarquista conserve constantemente sus rasgos característicos y fundamentales.

Este punto me parece importante. Por eso quiero proyectar sobre ella la claridad de algunos ejemplos.

Primer ejemplo. - Supongo que la atmósfera internacional está cargada de electricidad bélica. Los periódicos están forzando la nota patriótica; todo el mundo intuye que el menor incidente fronterizo o la más benigna complicación diplomática pueden provocar un "casus belli".

¿Cuáles son las tareas inmediatas de la acción anarquista en este caso?

Consisten en hacer todo lo posible para alejar y contrarrestar estas amenazas de conflicto armado: elevar la opinión pública, agrupar las fuerzas antibélicas, denunciar las maniobras gubernamentales, combatir las excitaciones chovinistas de la prensa, organizar manifestaciones populares de gran estilo, preparar a los trabajadores para la resistencia y tomar todas las medidas que puedan hacer imposible la guerra.

Esto es lo que entiendo por acción circunstancial, porque es impuesta, dictada por los acontecimientos y las necesidades de la hora.

Pero es necesario asegurarse de que esta acción circunstancial siga siendo propiamente anarquista, aunque se asocie temporalmente a la acción general que pueden emprender las organizaciones más o menos imbuidas de pacifismo. El terreno que pisan esas organizaciones no es el nuestro; el principio que las guía y el objetivo que persiguen no son los nuestros; es nuestro deber no permitir que nuestra acción se confunda con la de esas organizaciones diferentes u hostiles. Y es en esto donde nuestra acción continua está llamada a penetrar y dominar nuestra acción circunstancial.

Segundo ejemplo. - Una ofensiva patronal brutal, torpe y abrupta plantea un conflicto económico a gran escala. Estalla una huelga que engloba a todos los trabajadores de una región o, en el país, a todos los de una potente industria.

Los ánimos se despiertan; una a una, otras industrias entran en el conflicto; la huelga se extiende y, al hacerse general, enfrenta a todo el proletariado con la clase capitalista.

¿Cuáles son las tareas inmediatas de la acción anarquista en estas circunstancias?

Evidentemente, consisten en tomar parte activa en el movimiento huelguístico, en apoyarlo, en ampliarlo, en reforzarlo, en desenmascarar a los esquiroles, en combatir a los predicadores de la calma y a los sembradores del desánimo, en eliminar los elementos políticos, en paralizar la influencia de los partidos, dar a la huelga un carácter violento e insurreccional, propagar el espíritu de autodirección de los trabajadores, exaltar a las masas en ascenso y defender la huelga hasta la victoria, es decir, hasta el triunfo de las reivindicaciones formuladas por los huelguistas.

Esta acción es una acción circunstancial.

Pero, en definitiva, se impone a todo huelguista serio, a todo sindicalista sincero; mientras que la acción anarquista no debe limitarse a estos estrechos límites; debe ir más allá, mucho más allá; Debe, si es posible, transformar el movimiento de huelga en un movimiento revolucionario y, si esto es imposible, aprovechar los acontecimientos para afirmar el punto de vista anarquista, para difundir nuestras concepciones, para exponer y hacer prevalecer nuestros métodos de lucha, para propagar el espíritu de revuelta, para fortalecer nuestras agrupaciones, de modo que el movimiento de huelga, sea victorioso o derrotado, marque, para nuestras ideas, un paso adelante, un refuerzo, un aumento de influencia y de penetración.

Tercer ejemplo. - El fascismo está a nuestras puertas; se está organizando y preparando para derribarnos. Esta amenaza está en el primer plano de la actualidad; concierne a todos los que se interesan por el movimiento social. No es un peligro vago y lejano, sino preciso e inmediato.

¿Cuáles son las tareas inmediatas del anarquismo en estas circunstancias?

Sin duda, consisten en organizar la resistencia contra el fascismo, en romper sus marcos incipientes, en hacer retroceder el flagelo, en hacer todo lo posible para derribarlo.

Se trata de una acción circunstancial de la que ningún anarquista pensaría en evadirse.

Ahora, en esta acción contra el fascismo, los anarquistas no están solos: los demócratas y los comunistas también marchan contra este formidable enemigo. Pero es obvio que su acción no es la misma que la nuestra; en esta lucha, sus objetivos y propósitos son muy diferentes a los nuestros.

Los comunistas y los demócratas están en contra de un determinado fascismo: el que no es el suyo; pero están a favor del fascismo rojo o tricolor que es el suyo y, si consiguieran desbancar al fascismo que combaten, harían todo lo posible para imponer el suyo.

Los anarquistas están obligados a lanzarse a la lucha sin vacilar, de eso no hay duda. Pero tienen el deber de decir, en voz alta y explícita, que luchan contra todos los fascismos y que su objetivo no es sólo no sufrir ninguno, sino también no imponer ninguno ellos mismos.

Así, su acción no puede confundirse ni con la de los demócratas ni con la de los comunistas. Su acción circunstancial será coherente con su acción continua, y esta última inspirará, penetrará y dominará desde arriba.

Se comprende, pues, que cuando la calle se agita, cuando surgen acontecimientos graves, cuando se produce una de esas vastas y profundas corrientes que a veces atraviesan los estratos populares, los anarquistas deben tomar parte -y ser los primeros y más activos- en estos movimientos y aportar a ellos todo el fervor y la pasión con que desbordan por convicción y temperamento.

Pero también se entiende que, en el centro de estos acontecimientos, los anarquistas deben seguir siendo ellos mismos, ser guías, formadores, ejemplos y no líderes, y adoptar una actitud tan clara y precisa que no puede confundirse en absoluto con la de los partidos o agrupaciones políticas, por muy revolucionarias que se proclamen, que no son anarquistas.

Si me he detenido en los desarrollos precedentes, es porque considero de la mayor importancia el lugar que la Acción está llamada a ocupar en las tareas inmediatas del Anarquismo.

No olvidemos nunca que, en el campo de las realizaciones prácticas, la acción lo es todo, pues es al vigor, la claridad y el alcance de la acción a lo que tienden y deben conducir la Educación y la Organización. Preparan y dan a luz a la Acción. Son a la Acción lo que el Árbol, el capullo y la flor son al fruto.

* * *

Llegado a este punto en mi estudio del Anarquismo apoyándome, en cada paso adelante, en la educación metódica, la organización sólida y la acción poderosa, debo plantear y resolver el siguiente problema: "¿Es razonable esperar que, limitada a las posibilidades de los libertarios solamente, la Acción Anarquista sea capaz de realizar en su totalidad la indispensable obra revolucionaria?" En otras palabras: "Abandonados a sus propias fuerzas, ¿podrán los anarquistas, cuando se abra la fase revolucionaria, destruir las instituciones actuales basadas en el principio de la Autoridad, y sentar las bases de una estructura social basada en el principio de la Libertad? (Pues hay que tener en cuenta que, durante el período revolucionario, los compañeros tendrán que realizar este doble trabajo: primero la demolición e, inmediatamente después, la reconstrucción).

Me parece justo y sensato responder a esta pregunta con un breve y formal "¡No!

La masa que habrá que levantar, impulsar, formar, aconsejar y guiar será enorme. Será necesario, en el seno de esta misma masa, luchar contra la inercia, la indecisión, la ignorancia y la cobardía que, en momentos peligrosos, se apoderan de las masas; será necesario hacer frente a los durmientes que siempre tienen miedo de ir demasiado lejos; Habrá que contrarrestar las maniobras de los pescadores en aguas revueltas, siempre dispuestos a aprovechar, para su partido o para sí mismos, el desencadenamiento caótico de las pasiones populares; habrá que paralizar cualquier intento de dictadura, cuyo triunfo sería fatal para la Revolución, ya que toda dictadura tendría como resultado forjar contra el proletariado nuevas cadenas más difíciles de romper que las anteriores.

Me contento con exponer aquí algunas de las tareas que los anarquistas tendrán que realizar en un período revolucionario. En la palabra "Revolución" retomaremos el estudio -desarrollado- de cada una de estas tareas. Los enumero aquí sólo para señalar la inmensidad del esfuerzo que, en medio del movimiento revolucionario, los anarquistas tendrán que hacer tanto más intrépidos cuanto que estarán casi solos en tener una concepción precisa del mismo.

Y vuelvo a la pregunta: "¿Serán capaces los anarquistas, por sí solos, de poner patas arriba el viejo mundo y construir uno nuevo? Y yo respondo: "¡No!

Por lo tanto, deben buscar y encontrar, fuera de los círculos específica y exclusivamente anarquistas, los puntos de apoyo, la ayuda indispensable.

¿Dónde los encontrarán?

Que los partidos políticos cuyo objetivo es conquistar el poder busquen y encuentren sus puntos de apoyo en la cima y en la base es muy natural: su sistema social se detiene en un medio que estará compuesto, bajo nuevas etiquetas, por gobernantes y gobernados: necesitan números y cuadros que los contengan. Sacan su mano de obra del proletariado y forman sus cuadros con elementos burgueses, siempre dispuestos a adherirse a cualquier régimen social, mientras esperen encontrar en él una situación ventajosa.

Pero el anarquismo no acepta una organización social que presuponga líderes y seguidores. Su concepción social es la de una humanidad libre, igualitaria y fraternal. Lo que es autoritario y burgués es, por espíritu de clase, casi universalmente resistente a tal ideal social. Los anarquistas se ven, pues, obligados a buscar en las masas, y sólo en las masas desheredadas, los elementos, el apoyo y la ayuda de los que no pueden prescindir.

Es entre las víctimas de la opresión gubernamental y de la explotación capitalista donde deben buscar y encontrarán -allí o en ninguna parte- el apoyo que necesitan.

Hace más de treinta años que esta necesidad me asaltó, y por eso, desde entonces, he seguido constantemente, con apasionado interés, la marcha de las dos grandes organizaciones que, tanto por los círculos en los que reclutan a sus miembros como por el objetivo -si no se malinterpreta- que se proponen, pueden y deben ser dos fuerzas revolucionarias de primer orden: los Sindicatos, en el campo de la producción, y las cooperativas en el del consumo. 

En la vida de las comunidades humanas, como en la de los individuos que las componen, sólo hay dos actos esenciales, fundamentales, indispensables: producir y consumir.

Por lo tanto, cuando el período de gestación haya llegado a su fin, el Anarquismo saldrá del vientre doloroso pero fértil de la Revolución, la condición primordial de su desarrollo será asegurar la organización rápida, racional, equitativa y metódica de la producción y el consumo, y, transformados y adaptados a su nueva función social, los Sindicatos, grupos de productores, y las Cooperativas, grupos de consumidores, serán las formaciones básicas de esta organización.

Por eso considero muy útil, incluso indispensable, que, cuanto antes, se establezca un acuerdo tácito, un entendimiento moral, entre los grupos anarquistas, los Sindicatos y las Cooperativas.

Sin embargo, quiero explicarme claramente: este acuerdo no debe subordinar la acción sindical y cooperativa al movimiento anarquista más que éste al primero. No se trata de fusionar estos tres movimientos: el vínculo que se establezca no debe ser orgánico.

El anarquismo, el sindicalismo y el cooperativismo deben conservar su fisonomía respectiva y su total independencia; ésta es la condición sine qua non de su vigor y su actividad.

Pero creo, por un lado, que para lograr sus fines, que son escapar de la dominación del Estado, suprimir a los patrones que viven de los productores y al parasitismo comercial que engulle a los consumidores, el Sindicalismo y el Cooperativismo revolucionarios deben tomar prestadas sus aspiraciones ideológicas del Ideal Anarquista; y pienso, por otra parte, que, para salir victoriosos cuando se produzca el formidable choque revolucionario, los anarquistas necesitan a las masas trabajadoras que han abrazado el Sindicalismo y el Cooperativismo anticapitalista y antiestatista.

Cuando digo que los Sindicatos y las Cooperativas deben inspirarse en el Ideal Anarquista, debe entenderse que: libres de todo control político, pidiendo únicamente a las masas explotadas y esclavizadas que los componen los recursos y las energías indispensables para la realización de sus objetivos, poseyendo su estructura, su estrategia y sus métodos de combate, desarrollándose en el ambiente que les es propio, fortificando progresivamente sus posiciones en el terreno económico y social y asignándose el mismo objetivo que los Anarquistas: "Bienestar y Libertad", los Sindicalistas y los Cooperativistas Revolucionarios deben sentir que su corazón late al unísono con el de los Libertarios.

Y cuando digo que, cuando llegue el momento de librar la batalla decisiva contra el Capitalismo y el Estado, el Anarquismo necesitará, para ganar, a las masas trabajadoras que han sido ganadas por este Sindicalismo y este Cooperativismo, debe entenderse que, en ese preciso momento, Anarquistas, Sindicalistas y Cooperativistas que persiguen el mismo objetivo de emancipación inmediata, integral y definitiva, serán llamados a aunar sus esfuerzos, para que, liberados por fin de todos los gobiernos y de todos los propietarios y convertidos en dueños de su propio destino, los trabajadores se organicen como mejor les parezca y encuentren en los recursos incalculables de su poder creador las nuevas formas de vida que aseguren a todos y cada uno el máximo de bienestar y de libertad.

Para que esta acción combinada de los anarquistas y de las masas trabajadoras se concrete en el momento oportuno, no es necesario que estas masas se hayan adherido de antemano a la organización anarquista; pero deben haber sido suficientemente trabajadas por la propaganda anarquista, impregnadas del espíritu libertario y adiestradas para la acción revolucionaria, de modo que hayan perdido toda confianza en la acción de los partidos políticos y estén resueltas a perseguir con energía su autoliberación. Por lo tanto, Acción Anarquista debe estar trabajando ya para : desprender a la clase obrera de los partidos políticos que actualmente la tienen en custodia; inspirar a los proletarios un odio reflexivo hacia todos los amos; convencer a los trabajadores de que, para organizar un mundo nuevo, deben confiar sólo en ellos mismos; Convencer a los trabajadores de que, para organizar un mundo nuevo, sólo deben contar con ellos mismos; mostrarles que el peor error sería abandonarse a la dirección de cualquier líder, y que, por muy graves que sean los errores que puedan deslizarse en la organización, por parte de las propias masas, de la producción, el consumo y los arreglos sociales de todo tipo, la suma de estos errores nunca alcanzará la suma de los errores irremediables y los crímenes execrables de los que una Dictadura, sea cual sea, sería la fuente infalible. Tales son, en mi opinión, las tareas inmediatas de la Acción Anarquista.

* * *

Preveo dos reproches que algunos camaradas pueden dirigir al punto de vista que acabo de exponer:

1° La de mantener muy alejados a los elementos no obreros y, entre los obreros, a los no sindicalizados.

Este primer reproche sería inmerecido. Si es cierto que defiendo la combinación, en un período revolucionario, de militantes anarquistas y militantes sindicalistas revolucionarios, esto no implica en absoluto que elimine de este acuerdo a los elementos no obreros y no sindicalizados. Estoy convencido de que ya hay y habrá cada vez más excelentes militantes que no son ni serán trabajadores manuales ni sindicalistas, y ni que decir tiene que nuestros brazos permanecen fraternalmente abiertos a estos militantes. Pero debemos reconocer que éstas son y serán sólo excepciones y que la inmensa mayoría de los luchadores con los que podemos y podremos contar son y serán proletarios y proletarios militantes, ya sea en grupos anarquistas o en organizaciones sindicales o cooperativas.

2° La de tener demasiada confianza en las masas y profesar una opinión excesivamente ventajosa de su energía y de sus fuerzas creadoras.

Este reproche sería tan injustificado como el anterior.

Las masas no son intrínsecamente ni valientes ni cobardes, ni serviles ni independientes, ni fieles ni inconstantes; son lo que quienes las gobiernan hacen de ellas. Son como una cera blanda que se puede amasar, dar forma y moldear según las circunstancias. Hasta ahora, ignorantes, crédulos, supersticiosos, dóciles, han sido el juguete y el instrumento de todas las fuerzas de autoridad que, en el curso de la historia, han competido por el Gobierno y la Riqueza.

La misión esencial de los anarquistas es sustraer a estas masas de la influencia dominante de los partidos y de los dirigentes a cuyos intereses y ambiciones han servido incesantemente, sin darse cuenta. El gran arte de los partidos y de los dirigentes ha sido siempre especular con la ignorancia y la docilidad de las masas. Les ha resultado relativamente fácil engañarlos. A nosotros, los anarquistas, que odiamos a los dirigentes y despreciamos a los partidos, nos corresponde arrancar a las masas del yugo al que están sometidas e inculcarles el desprecio y el odio a todos los partidos y dirigentes. Ingenuas, pasivas y crédulas, estas masas han creído en la necesidad de la Autoridad y, a pesar de todo, en su capacidad protectora. A nosotros nos corresponde abrirles los ojos a los males de la Autoridad, para que, maldiciendo la que sufren, ya no cedan a la tentación de experimentar otra.

Si nos dedicamos con ardor, método y perseverancia a esta tarea, prepararemos una generación de rebeldes que, iluminados, guiados y electrizados por nosotros, constituirán una masa que, apoyada en estos tres fundamentos: Grupos Anarquistas, Sindicatos y Cooperativas, podrá derrocar al Capitalismo y al Estado y repeler todo intento de restauración autoritaria.

En cuanto al poder creativo de las masas, no se puede negar. Si hasta ahora no se ha afirmado como podría haberlo hecho, es porque nunca ha tenido la oportunidad de hacerlo. La fuerza creadora de las masas nunca ha estado en condiciones de dar toda su medida, constantemente impedida, frenada y sofocada por los funcionarios que, con razón, temen su ímpetu y sus resultados. Pero bastará que las masas sean libres en sus movimientos, que sientan que ya no están bajo el yugo de sus dirigentes, que tengan la certeza de que trabajan para sí mismas y no para los aprovechados, que comprendan que, libres en sus acciones, son responsables de su destino, para que se manifieste en la práctica el maravilloso poder de sus facultades creadoras.

Y, finalmente, estos últimos sólo pueden ser derribados -y deben serlo- por las masas, que tarde o temprano serán arrastradas por la impetuosa corriente de la revuelta, cuyo furioso aliento barrerá y arrojará a la basura este mundo de miseria y esclavitud, de ignorancia y odio, que los anarquistas tienen la indefectible voluntad de aniquilar.

* * *

Todo lo que acabo de explicar sobre el anarquismo que actúa en el marco "nacional", se aplica rigurosamente al anarquismo que actúa en el marco "internacional".

a) EDUCACIÓN. Los anarquistas tienen el deber de conocer e interesarse por todo lo relacionado con el movimiento social universal.

Vivimos en una época en la que la vida internacional ocupa un lugar tan importante que ya no podemos limitarnos a la información local, regional o nacional. A través de múltiples e importantes características, mediante el juego de repercusiones y contrarrepercusiones, todas las partes del globo tienen una existencia común y, por así decirlo, unida. Acuerdos o desacuerdos políticos, acuerdos o conflictos económicos, manifestaciones científicas y artísticas, movimientos sociales, todo tiene hoy un carácter global.

Más que ningún otro, el activista anarquista debe estar al tanto de lo que ocurre cerca y lejos.

A pesar de las fronteras geográficas y administrativas que separan a las naciones, los gobiernos, independientemente del régimen constitucional, están unidos internacionalmente contra la creciente marea de demandas revolucionarias. Es indispensable que los oprimidos de todo el mundo también se agrupen internacionalmente. Y esta agrupación mundial de las víctimas de la Autoridad sólo puede establecerse en la medida en que, comprendiendo que sufren la misma suerte en todas partes, que en todos los países están doblegados bajo la misma servidumbre, entregados a la misma explotación y condenados a los mismos sufrimientos, todas estas víctimas de la Autoridad mundial forman, a pesar de los odios que los gobiernos fomentan en los corazones de las multitudes separadas por la idea de Patria, una misma clase: la de los desheredados.

La educación anarquista estaría incompleta si no se extendiera hasta aquí. Debe abarcar los problemas internacionales. Debe proporcionar a los acompañantes la información y los detalles, los datos y la documentación que les sirvan de guía en el complejísimo estudio de la vida social universal. En particular, deben conocer: las fuerzas y los recursos de que dispone el movimiento anarquista en todos los países, los medios de propaganda que posee, los métodos de combate que utiliza, la acción que lleva a cabo, los preparativos que realiza y las posibilidades de éxito que tiene en caso de revolución. 

Esto aún no es suficiente y, a riesgo de parecer quijotesco, completo mi pensamiento: la educación anarquista no debe limitarse a este conocimiento del movimiento internacional. También incluye un entrenamiento metódico, cuyo resultado debe ser el de alejar progresivamente a los compañeros de los lazos naturales y más o menos instintivos que les unen, más o menos, a su país de origen, y hacer de cada uno de ellos un individuo en el que lo "nacional" desaparece progresivamente, para dejar paso al "mundo".

El anarquista "ideal" sería aquel que, aunque materialmente atado a un rincón concreto del espacio por las circunstancias de su nacimiento, lengua, educación y entorno nacional, extendería las preocupaciones de su mente y las vibraciones afectivas de su corazón a todo el Universo, hasta el punto de sentirse tan cerca de sus hermanos más lejanos como de los más cercanos.

Me cuido de no afirmar que sea fácil llegar a este punto; pero todo el mundo comprenderá que sería deseable que así fuera; y esto es suficiente para que nos esforcemos en ello.

b) ORGANIZACIÓN. Por muy lejos que estemos de este anarquismo "ideal", los compañeros sienten la necesidad de ponerse en contacto entre ellos, de conocerse, de llevarse bien, de agruparse, en una palabra, de organizarse internacionalmente, al igual que entienden la necesidad, para ser fuertes, de agruparse, dentro de cada país, local, regional y nacionalmente.

Ni que decir tiene que se trata de una organización internacional con la misma plasticidad y flexibilidad que la propia organización nacional y respetando, como ésta, la independencia de cada agrupación.

No se puede imponer a los anarquistas de todas las nacionalidades y razas una regla uniforme, una misma táctica, idénticas formaciones de combate. Menos aún puede tratarse de pedir a los compañeros que hagan el sacrificio de sus concepciones personales, para conseguir que todos estos sean fundidos en el mismo molde.

Una organización de este tipo sería contraria al espíritu anarquista y, por tanto, sería fatal para él.

Daría lugar a un pseudo-anarquista con x... copias y privaría al movimiento de lo que hace su originalidad y su razón de ser, su grandeza y su fecundidad.

Cada raza, cada país forma un ser colectivo que, como cada individuo, tiene su ascendencia, su temperamento, sus tradiciones, su historia, sus condiciones de vida y de evolución, sus aptitudes, su mentalidad, su ambiente.

La organización internacional no puede ignorar estas realidades; a fortiori, no debe violentarlas.

Su papel será promover encuentros, multiplicar los intercambios de opiniones, generalizar toda la información útil, propiciar el acercamiento, propiciar y lograr acuerdos entre camaradas de todas las nacionalidades.

De estos encuentros saldrán, con toda naturalidad, intercambios de opiniones, informaciones, acercamientos y acuerdos, como la corriente de agua que brota de la fuente, diversas corrientes que, débiles y restringidas al principio, se harán cada vez más poderosas y vastas ; para que cuando, en cualquier país, se produzca una iniciativa o acción anarquista de cierta importancia, no sólo se dé a conocer a los anarquistas de todo el mundo, sino que, en la medida de lo posible, sea imitada o, al menos, secundada, apoyada y reforzada por la acción unida de los anarquistas de todo el mundo.

Este punto de contacto permanente se ha hecho necesario; esta vinculación moral y material de todos los elementos anarquistas se ha vuelto indispensable en la época actual, en la que, por el progreso incesante de la ciencia aplicada, por la interpenetración de los pueblos, por la prensa mundial informada, las distancias están en cierto modo abolidas, los medios de comunicación y de transporte son cada vez más rápidos, y las barreras nacionales prácticamente inexistentes.

Es hora de crear una organización internacional que los anarquistas son casi los únicos que no tienen. Cuando se considera que los gobiernos, los partidos políticos, las organizaciones sindicales y cooperativas, las academias y las iglesias, las sociedades deportivas y musicales, los grupos industriales, comerciales y financieros, etc., etc., han reconocido desde hace tiempo la necesidad de agruparse internacionalmente, uno se ruboriza y deplora el hecho de que la "Internacional Anarquista" aún no se haya creado, porque no se pueden tomar en serio los intentos que se han hecho hasta la fecha en esta dirección.

Creo que es urgente organizar la "Internacional Anarquista".

Para empezar, bastará con crear una oficina internacional cuya sede se trasladará con mayor o menor frecuencia, según la conveniencia y las circunstancias, y cuyo mandato se limitará a servir de enlace entre las organizaciones nacionales y también entre todos los compañeros de los dos hemisferios.

Cuando, a través del cuidado de esta oficina internacional -que podría estar compuesta por tres o cuatro camaradas y reunirse regularmente- se habrán asegurado las relaciones regulares entre todos los elementos anarquistas que deseen agruparse internacionalmente, y si estos mismos elementos reconocen la necesidad de ello, los vínculos existentes se fortalecerán y reforzarán gradualmente.

El cambio de sede de esta Oficina Internacional no sólo garantizará que no se cree una posición privilegiada a favor de ninguna nación, sino también que el movimiento anarquista mundial no se vea expuesto a influencias personales que, a la larga y sean las que sean, serían perjudiciales para este movimiento.

Son los acontecimientos los que, la mayoría de las veces, dictarán la elección de la Capital o del Centro, o incluso del Continente, donde se sentará la Oficina Internacional: a veces en el punto donde la acción anarquista se llevará a cabo con más vigor, a veces en el punto donde ésta, al estar más amenazada, tendrá que ser defendida más amargamente.

Una de las funciones esenciales de esta "Oficina Internacional" será la convocatoria, organización y celebración de Congresos Anarquistas Internacionales.

Es de esperar que el anuncio de estos congresos provoque por parte de los gobiernos, sobre todo si las circunstancias son graves, medidas susceptibles de impedirlos: prohibición del propio congreso, detención o expulsión de los delegados, etc.

Para obviar estas dificultades y, en su caso, dejar sin efecto estas medidas, bastará, por un lado, con que no se haga pública la elección de los delegados y, por otro, con que se mantenga en secreto la fecha y el lugar de los Congresos Internacionales.

Nada será más fácil:

1° Cada Unión Nacional sólo tendrá que designar a sus delegados sin hacerlos públicos;

2. Los nombres y direcciones de estos delegados se transmitirán a la Oficina Internacional;

3° La Oficina Internacional convocará a estos delegados a su debido tiempo;

4° El Congreso se reunirá en secreto;

5. Al final del Congreso, los delegados informarán al órgano nacional respectivo;

6. Este último informará a las entidades locales.

c) ACCIÓN. Acción internacional: ¿es necesario decirlo? - será débil o poderosa en la medida exacta de la debilidad o el poder de la educación, la organización y la acción de los círculos anarquistas de cada país.

Todo lo que he dicho sobre la acción anarquista -permanente y circunstancial- en el ámbito nacional encuentra su rigurosa aplicación a la acción anarquista -permanente y circunstancial- en el ámbito internacional. No tengo nada que añadir, ni que quitar.

Lo mismo ocurre con las relaciones morales y las relaciones amistosas que deben establecerse entre la acción anarquista internacional y el movimiento sindical y cooperativo mundial.

Lo esencial es no perder nunca de vista que, en esencia y por definición, el Anarquismo: la negación de la Autoridad es internacional al igual que la Autoridad misma: la negación del Anarquismo; y que, en el campo de todas las Ideas y Hechos, puesto que la Autoridad se opone al Anarquismo sin distinción de pueblos ni de razas, también el Anarquismo debe levantarse contra la Autoridad, venga de donde venga, esté donde esté y sea lo que sea.

Ya se ha intentado crear una Internacional Anarquista.

Este intento, admitámoslo, no ha dado resultados apreciables. Concluir que esta organización no tiene razón de ser, que no responde a ninguna necesidad y que, en consecuencia, es un engranaje inútil, sería un error.

La verdad es que fue un error crear este organismo sin esperar a que los engranajes destinados a su funcionamiento alcanzaran el desarrollo deseado. Era fatal que, en estas condiciones, la "Internacional Anarquista" no fuera viable.

Este error no debe repetirse.

Sería desaconsejable que un ingeniero, incluso brillante, concibiera el proyecto de excavar artificialmente el lecho de un río, en ausencia de manantiales, torrentes, arroyos, ríos y laderas del terreno aptas para alimentarlo. Por otra parte, basta con que las aguas procedentes de los manantiales, torrentes, arroyos, ríos y vertientes del terreno en el que abunda una región se abran paso a través de la naturaleza y consigan unirse, para que todas estas aguas, reunidas poco a poco, formen un río que se hace más ancho y profundo.

¡Bueno! Por muy deseable, por muy urgente, por muy necesaria que sea la fundación de una organización anarquista internacional, es evidente que sólo puede ser, en la práctica, verdaderamente útil y sólida, si es realmente como la extensión, la reunión y la coronación natural de todas las fuerzas anarquistas ya unidas y organizadas local y nacionalmente.

* * *

Para aclarar el objetivo práctico al que tiende el anarquismo y, en este punto, fijar las ideas, es imprescindible indicar la fórmula que condensa todo el movimiento libertario. Esta fórmula -una especie de lema breve y sintético, claro, sencillo y concreto- es la siguiente: "¡Bienestar y libertad!

Bienestar, no sólo para la mayoría o para la casi totalidad de los Individuos, sino para la totalidad de ellos, sin distinción ni excepción de ningún tipo. Este "Bienestar" reclama y exige la abolición de la apropiación privada -y, en consecuencia, la puesta en común- del suelo, del subsuelo, de las materias primas, de los productos de todo tipo, de los medios de producción, de transporte y de comunicación, en una palabra, del capital en todas sus formas: es el Comunismo.

Libertad, no sólo platónica y de iure, sino real y de facto, no sólo para la inmensa mayoría, sino para la totalidad de los Individuos, sin distinción ni excepción de ningún tipo. Esta "Libertad" implica, exige la desaparición del Estado, sea monárquico, republicano o proletario: Es el Comunismo libertario.

* * *

El anarquismo reconoce la existencia de clases; constata el antagonismo de intereses políticos, económicos y morales que oponen irremediablemente una clase a la otra. Admite el dualismo histórico que, desde su existencia, ha enfrentado fatalmente a la clase capitalista y a la clase obrera. Reconoce que, a través de la irrefragable cadena de acontecimientos que tejen la trama sobre la que se desarrolla la evolución de estas dos clases hostiles, la lucha ha llegado a la hora en que es inminente el gran, el inmenso, el inevitable conflicto. Proclama que tarde o temprano este conflicto terminará en la derrota de la clase burguesa, que sucumbe bajo el peso cada vez más aplastante de sus errores, faltas y crímenes.

En este trágico duelo entre las dos clases enfrentadas, el anarquismo hace suya la causa del proletariado contra la burguesía. Pero se separa claramente de los Partidos Socialistas: colectivistas y comunistas, que, cada vez más, se ven abocados a admitir que su objetivo es ocupar el lugar de los burgueses dominantes, que actualmente gobiernan en nombre y en beneficio de la clase capitalista, para gobernar, a su vez, en nombre y en beneficio -al menos así lo afirman- de la clase obrera.

El Partido Socialista (S. F. I. O.) y el Partido Comunista (S. F. I. C.) asignan a la actual organización sublevada una única causa: el Régimen Capitalista con la Propiedad Privada en su base. Básicamente, y despojada de todo artificio, su doctrina consiste en expropiar a los capitalistas y confiscar sus bienes en beneficio del Estado, del que se convertirán en amos: socialistas o comunistas. Enseñan que el día en que la posesión del Estado, después de haber sido arrancada a los "agentes" de la Alta Banca, de la gran Industria, del gran Comercio y de la inmensa propiedad terrateniente, pase a manos de los apoderados directos del Proletariado, la faz del mundo habrá cambiado y todo el problema social se habrá resuelto. Están en un profundo error. Con la ayuda de la historia y la experiencia, el anarquismo denuncia y demuestra este error. Establece que si la Propiedad fue, en todos los tiempos y en todas partes, la fuente de algunos de los males sufridos por los seres humanos, también la Autoridad, en todos los lugares y siempre, fue la generadora de la servidumbre y la miseria. 

Por ello, la lucha de clases tal y como la concibe y practica el anarquismo difiere significativamente de la concepción y práctica socialista o comunista.

El socialismo autoritario (colectivismo y comunismo) dice: "Hay dos clases; está la clase que lo posee todo y la clase que no posee nada; la riqueza de la primera está constituida por la explotación sistemática y legal de la segunda. Para destruir el régimen capitalista del que procede esta explotación y que la fataliza, está toda la cuestión social. Basta con que el Estado, hoy en poder de los representantes de la clase explotadora, sea conquistado por los representantes de la clase explotada, para que la legislación que consagra y sanciona esta odiosa explotación sea abolida. Una nueva legislación, que afirme los derechos imprescriptibles del Trabajo equitativamente organizado, pondrá fin a la lucha de clases, por la desaparición de la clase capitalista que ha perdido toda razón de ser.

El anarquismo responde: "Hay, en efecto, dos clases cuyos intereses son irreconciliables; y es cierto que, en el terreno económico, esta división en clase capitalista y clase obrera fataliza la criminal explotación de la segunda por la primera; pero, en el terreno político, hay también dos clases cuyos intereses son categóricamente opuestos: la clase de los gobernantes, y la clase de los gobernados; y esta división en clase gobernante y clase gobernada fataliza la abominable opresión de la segunda por la primera. En consecuencia, la existencia de las clases antagónicas sólo puede terminar con la supresión del capitalismo, que genera explotación, y por tanto miseria, y del Estado, que genera dominación, y por tanto servidumbre. 

* * *

Los seguidores de todas las organizaciones, partidos políticos, ligas y otras formaciones autoritarias se quejan de la independencia que el anarquismo permite a sus miembros. Creen que la fuerza, la influencia e incluso la autoridad moral de un movimiento global se mide por la rigidez de la disciplina que reina en él. No entienden que si en una formación de base autoritaria, que tiene líderes designados, portavoces y abanderados reconocidos, y reglamentos que implican obligaciones y sanciones, la disciplina es necesaria, ya que unos dirigen, mandan y actúan como amos, mientras que los otros siguen, obedecen y se comportan como siervos, debe ser muy diferente en un entorno libertario. Menos aún pueden concebir que este espíritu de obediencia, este respeto y acatamiento de una disciplina férrea sea fatal para este movimiento social, totalmente distinto de todos los demás: el anarquismo. Los dichosos admiradores de la disciplina creen en la necesidad, para los individuos animados por el mismo espíritu, y que se dirigen hacia la misma meta, de seguir el mismo camino, de apretar juntos en filas compactas, de caminar al mismo paso, de frenar o acelerar la marcha a la misma orden, de detenerse en el mismo momento, de tararear los mismos estribillos para entrenarse, de hacer todo por orden, en aplicación de las mismas normas, sin tolerar la menor desviación, la menor infracción de la sagrada disciplina.

Que aprendan, estos "arrodillados", que lo que hace la verdadera fuerza y la asombrosa fecundidad del Anarquismo, es la facultad concedida a cada compañero de pensar, querer y actuar a su tiempo y según su propia conciencia. Sobre la base misma de la doctrina comunista libertaria, no hay, ya no hay discusión. Principios, métodos, línea de conducta, objetivo a alcanzar, medios a emplear, puede decirse que en todos estos puntos esenciales se llega a un acuerdo, se establece un entendimiento.

Pero la vida está en constante movimiento; es esencialmente variable y cambiante; se dirige hacia una misma meta, pero sigue su curso por muchos caminos; es comparable a un arroyo ancho y profundo, que lleva un volumen colosal de agua que se dirige al Océano.

A veces forma una sola corriente, todas las aguas juntas, a veces se divide en un número infinito de brazos, conforme a las disposiciones del terreno sobre el que ruedan estos brazos; aquí la corriente es lenta, allí es rápida; aquí atraviesa la llanura y en otro lugar el valle.

Tal es el Anarquismo considerado como Vida; se adapta a las necesidades del momento; se acomoda al contraste de temperamentos y a la diversidad de espíritus; no rechaza a priori nada que no sea irracional; permite, es decir, alienta todas las iniciativas; estimula todas las innovaciones; Favorece y, cuando es necesario, apoya todos los ejemplos; su curiosidad, siempre alerta, busca incesantemente las mejoras, la perfección; constantemente en busca de nuevos arreglos, de formas de vida más fáciles, de formas de entendimiento más elevadas y flexibles, el Anarquismo es la Vida en constante evolución.

No se puede repetir demasiado: repudia el dogma intangible, indiscutible, inamovible; es un pensamiento siempre verificable y modificable, un pensamiento en constante movimiento, un pensamiento constantemente sometido a debate y control. He dicho que es a la ausencia de toda disciplina impuesta a lo que conviene atribuir, en gran parte, al anarquismo su fuerza de influencia, su poder de desarrollo y su notable fecundidad. En efecto, ¿no extrae de estas mismas virtudes de la independencia el vigor que le ha permitido resistir las más feroces persecuciones y fortalecerse a pesar de la extrema pobreza de los medios de que dispone? Pensemos en ello: Si los anarquistas hubieran luchado ayer, si pudieran luchar hoy en igualdad de condiciones con sus adversarios, si conocieran y tuvieran, como y tanto como éstos, la libertad de hablar, de escribir, de reunirse, de agruparse, de propagar libremente sus doctrinas; Si tuvieran, como los autoritarios, y si tuvieran, la prensa, la escuela, el cuartel, la sacristía, el taller, la tienda, la calle, los recursos financieros, las múltiples influencias de que disponen los burgueses, su victoria sería, en la actualidad, un hecho consumado. Pero siempre han sido, son y serán un puñado; nunca han tenido, ni tendrán, ni lugares, ni favores, ni dinero, ni influencias, ni relaciones, ni ninguno de esos medios de acción con los que sus enemigos están abundantemente provistos; En estas condiciones, el anarquismo debería haber sido aplastado cien veces; para que no sucumbiera, para que no desapareciera contra todos y todas, para que sus militantes resistieran y sobrevivieran, era necesario : y la corrección de sus concepciones y la sublimidad de su Ideal, y la flexibilidad de sus tácticas, y la intrepidez de su actitud, y la firmeza inquebrantable de sus convicciones. "

Sébastien FAURE

La Enciclopedia Anarquista es una enciclopedia iniciada por Sébastien Faure, entre 1925 y 1934, publicada en cuatro volúmenes.

FUENTE: Biblioteca Anarquista

Traducido por Jorge Joya

Original:www.socialisme-libertaire.fr/2021/09/anarchisme.html