Anarquismo y sindicalismo - Eduardo Colombo

Tomado de LA LANTERNE NOIRE N°8 (AVRIL 1977)

"Sin embargo, debo confesar que estoy totalmente inmerso en la revolución, sin decidir si sigo inmerso en ella o si ya estoy cayendo en ella. G. Landauer. La revolución

Los viejos demonios han vuelto. El mito proletario, puro y duro, vuelve a encarnarse en suelo español. En las afueras de Barcelona, en los barrios de Madrid, en todos los pueblos de España, el anarquismo se encuentra en la potente dinámica "sindicalista" de la reconstrucción de la C.N.T. [1]

Los anarquistas de Italia, de Francia, de todas partes, miran a España. ¿Por qué? ¿Cuál es el riesgo? La respuesta es clara: la posibilidad de la existencia de un movimiento de masas con contenido revolucionario. Dejemos de lado todo triunfalismo: la cosa es frágil y con pocas probabilidades de éxito, aunque la pasión y la esperanza de miles de personas la impulsen a diario.

Además, para los que tienen una visión lúcida, dotada del bagaje teórico y práctico que tenemos hoy, la empresa es una apuesta de futuro, porque debe tomar el camino de la revolución. De lo contrario, será un destello en la sartén, una ilusión perdida. Si esto va a convertirse en otra potencia reformista, sería mejor dejar que los cadáveres de 36 personas se pudran tranquilamente.

La explicación de la escasa o nula repercusión en la prensa burguesa o de otro tipo, así como de la ira que despierta el anarquismo, quizá sólo pueda darse en términos de represión, negación u otros préstamos de la psicología clínica.

Pero abordemos nuestro problema teniendo siempre presente que todo lo que se discute en estas páginas es sólo un aspecto, que consideramos central: a saber, la relación entre un amplio movimiento popular de masas y el proyecto revolucionario.

¿Qué podemos esperar razonablemente de la nueva CNT?

La discusión que mantuvimos en Madrid con Juan Gómez Casas, secretario general del Comité Nacional, se enmarca en las preocupaciones que ya habíamos encontrado en París durante las discusiones que mantuvimos en nuestros círculos más o menos antisindicales.

Nuestra crítica se dirigía contra la "unión de las masas", contra la función del sindicato en la sociedad industrial. Construir la C.N.T. sobre la imagen tan apreciada, incluso idealizada, de la C.N.T. de antes de la guerra, ¿no es condenarse al fracaso por ignorar el desarrollo de la sociedad española y no ver cuál ha sido la evolución del sindicalismo en los últimos 50 años? El viejo sindicalismo revolucionario o anarcosindicalismo ya no existe. ¿Qué queda de la C.G.T. de antes del 14? ¿Qué hay de la U.S.I., o la F.O.R.A., o la I.W.W.? ? ¿Y la A.I.T. desde los años 30? [2]

El sindicato se integra en la sociedad capitalista como un engranaje del aparato estatal, un elemento de regulación del mercado de la fuerza de trabajo, un organismo intermediario entre el trabajador y el poder estatal, un interlocutor válido, un elemento de control y domesticación tanto en la sociedad liberal avanzada como en los regímenes llamados, irónicamente, soviéticos. Sólo la huelga salvaje e incontrolable es el gran espantapájaros de la patronal y la burocracia sindical [3].

Ante esta sombría visión de la evolución de la organización sindical, la respuesta fue inmediata: el problema actual de la C.N.T. no está aquí. Por el contrario, el peligro al que nos enfrentamos es el del "reagrupamiento" de la C.N.T., respondió Gómez Casas. Las personas que componen la organización son jóvenes formados en la militancia anarquista de los últimos años del franquismo, y su mentalidad no es fundamentalmente anarcosindicalista, pero por otro lado están imbuidos de la desconfianza hacia la estructura burocrática y la práctica. de la lucha sindical por la mejora de las condiciones de trabajo, característica de los primeros tiempos del colectivismo o comunismo anarquista. (Ver 2 entrevista con J. Gómez Casas).

Pero estos dos obstáculos, esta Caribdis y esta Escila que todos conocemos y tememos, ¿no son el problema típico, la contradicción básica de la organización de los trabajadores?

Tanto el socialismo marxista como el anarquista han ensayado diferentes soluciones, la práctica revolucionaria ha mostrado límites y contradicciones, diferentes momentos históricos han estado marcados por la hegemonía casi absoluta del sindicalismo o del activismo revolucionario [4]. Veamos, necesariamente de forma esquemática, algunos aspectos -históricos- del problema.

DE LA PRIMERA INTERNACIONAL A LA CRÍTICA DEL SINDICALISMO

"Preocupado por seguir siendo revolucionario al tiempo que se ve envuelto en el trabajo sindical...", P. Monatte.

Del conflicto entre Marx y Bakunin en el seno de la Primera Internacional -fundamentalmente un conflicto entre dos concepciones de la revolución- surge la contradicción que atravesará la historia del movimiento obrero.

Los socialistas marxistas siguieron, en cuanto a la relación entre las masas y la revolución, una línea que podríamos llamar democrático-jacobina; y su solución fue siempre clara, la dependencia de facto, proclamada u oculta, de la organización obrera respecto a la dirección política.

Marx quería que se reforzaran los poderes del Consejo General y que se definiera una línea política vinculante para todas las Secciones. Bajo un lema común a todos: "La emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores", Marx afirmó la prioridad de la "conquista del poder político", "el primer deber de la clase obrera", (Discurso inaugural) y, en la Conferencia de Londres de 1871 (Anselmo Lorenzo participó como delegado de la Sección Española), impuso el principio de la organización como partido político. La resolución, redactada por el propio Marx, dice: "el proletariado sólo puede actuar como clase constituyéndose como un partido político distinto..." [5].

Arthur Lehning dijo, comentando este debate: "Los argumentos contra los "no votantes" han sido malinterpretados o infundados. Bakunin nunca negó que la Internacional tuviera un carácter político (...) La disputa no era sobre los objetivos de transformación radical de la sociedad, sino sobre la forma que debía darse a la lucha política y a la organización de la clase de la fábrica chica. En cuanto a los "abstencionistas", se oponían a la acción parlamentaria, a la organización de la clase obrera en un partido político y a la conquista del poder como "condición previa para la emancipación de los trabajadores"[6].

6] En el pensamiento de Bakunin se discrimina entre la organización de los trabajadores y la organización de los revolucionarios. Discriminación que, dentro de la teoría general bakuninista -anarquista- tal y como se materializó en la época de la escisión de la Internacional, podría haber sido acusada de contradicción lógica. No lo creemos, ya que para Bakunin existe, o se manifiesta como necesario, un primer nivel de organización, general, masivo, de todos los explotados, llamados por su propia condición -el lugar que ocupan en el proceso de producción capitalista- a rebelarse y cambiar los fundamentos de la sociedad. Los explotados son socialistas (o colectivistas) sin saberlo, por "instinto". Este supuesto es la base de la "espontaneidad" revolucionaria. Pero, al mismo tiempo, hay otro nivel de mayor coherencia: la organización de quienes, entre ellos, han tomado mayor conciencia y, por tanto, han definido un proyecto, un programa: los revolucionarios. Por nuestra parte, podríamos añadir que los dos niveles de organización no se oponen sino que, por el contrario, se compenetran, se apoyan, se complementan, para desarrollar las condiciones de la revolución social. No son dos entidades diferentes, sino dos modos de organización yuxtapuestos y abiertos, ambos determinados por las condiciones generales de la confrontación de clases y los modos de intervención política del Estado.

Bakunin dice: "Si los fundadores de la Internacional hubieran dado a esta gran Asociación una doctrina política (...) socialista, filosófica, determinada y positiva, habrían cometido un grave error. (Carta de Bakunin a T. G. Morago, 21 de mayo de 1872).

Por otra parte, en su carta a Céretti de marzo de 1872 "habla de la necesidad de fundar núcleos [7] formados por los militantes más fiables, más devotos, más inteligentes, más enérgicos" [8]. "Constituirán el puente necesario entre la propaganda de las teorías socialistas y la práctica revolucionaria" [9].

Desde el momento en que se realiza la oposición entre Bakunin y Marx hasta hoy, las dos formas de concebir la relación entre el proyecto de cambio revolucionario y el movimiento obrero seguirán existiendo en formas u oposiciones no siempre claras pero siempre presentes.

La tendencia socialista, socialdemócrata, marxista, después del Congreso de Amiens, de la C.G.T. francesa, se encontró mal situada para controlar el movimiento obrero desde dentro. La solución fue separar claramente las funciones. La separación de la "organización política" de la organización económica "de la clase obrera" fue defendida por Lagardelle, Vaillant y Jaurès contra los "guesdistas" y votada en el Congreso de Nancy del Partido Socialista Francés en 1907 [10].

Pocos días después, se celebró en Stuttgart el Congreso Socialista Internacional (Segunda Internacional), donde se adoptó una solución de compromiso que mantenía la separación entre la organización económica -el sindicato- y la organización política -el Partido-: "El Congreso declara que es en interés de la clase obrera que en todos los países se establezcan relaciones estrechas entre los sindicatos y el Partido y que éstas sean permanentes". Gracias a esta resolución, evitamos los "vínculos orgánicos" entre los sindicatos y el Partido propuestos por los belgas y los españoles, a los que la Sección Francesa se oponía firmemente porque la C.G.T. había decidido en Amiens no entablar relaciones con el Partido Socialista. En el caso de España, entre los seis delegados estaba Pablo Iglesias y es bien sabido el poder que tenía sobre el P.S.O.E. que sobre la U.G.T.

Pablo Iglesias declaró que: "... Las Sociedades de Resistencia, velando por los intereses de sus individuos, deben trabajar en las luchas electorales por el triunfo de los candidatos socialistas con la misma determinación que nuestro Partido. Mejor aún: la acción política de estos últimos, en todas las circunstancias en que se manifiesta, debe ser apoyada por ellos, ya que todo lo que el Partido Socialista realiza debe ser necesariamente favorable a los que trabajan"[11].

La estrategia del partido político -ayer como hoy- era -y sigue siendo- electoralista, es decir, los votos se recogen donde se puede, de ahí la necesidad de no asustar a la burguesía.

Como ejemplo de dos mentalidades diferentes transcribimos dos párrafos, uno anarquista el otro socialista, escritos en España con motivo del 1 de mayo de 1890: no lo conseguiremos con manifestaciones pacíficas y peticiones inútiles y serviles; lo conseguiremos imponiéndonos y la fiscalidad está en huelga. "Los Desheredados", 1890.

"Cumpliendo fielmente nuestra palabra empeñada ante las dignísimas autoridades, ante la opinión pública y ante nuestra humilde clase, de no involucrarnos en la huelga general; el hecho de que ninguno de nuestros compañeros de oficio sufriera la más mínima represión por parte de las fuerzas del orden da una idea de nuestra sabiduría.... "El eco de los obreros toneleros", 1890 [12].

Más de ochenta años después, en el número uno de la revista C.N.T., cuarta época, enero de 1977, leemos: "Se hace creer al pueblo que al votar ejerce una presunta igualdad de derechos políticos. Lo peor es que esta igualdad de derechos se ejerce en una sociedad de clases que rechaza la igualdad económica y hace sagrada por derecho la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre".

A pesar de estas posiciones tan diferentes en el ámbito político, la idea de la unidad de clase permanece y perdura. Tras la desaparición de las ramas bakuninista y marxista de la Primera Internacional, el regreso de los anarquistas a los sindicatos está vinculado a una práctica revolucionaria de las sociedades de resistencia y a una crítica de las divisiones ideológicas. Así, en el Congreso de Barcelona de 1888, se llegó a un Pacto de Unión y Solidaridad entre las Sociedades de Resistencia al Capital. En este pacto y "en los artículos y glosas que lo acompañaron en la prensa anarquista, se destacó la necesidad de la unión de los trabajadores por encima de las ideologías". Sin embargo, ese mismo año se creó la organización socialista rival, la U.G.T., que convirtió la proclamada unión con los socialistas en rivalidad [13].

Ya en la constitución de la "Solidaridad Obrera" (1907), socialistas y anarquistas participan juntos, sin haber resuelto del todo la disputa sobre los métodos de acción, en el propio terreno de la resistencia obrera, por ejemplo, y, fundamentalmente. sobre la huelga general y su uso pacífico o insurreccional.

En el manifiesto con el que el "SO" convocó el Congreso de 1908 -del que surgiría la Confederación Regional de Sociedades de Resistencia- leemos: "...no nos limitemos ya a una simple acción defensiva ni al asalto de reformas insuficientes. futuro, sino que preparemos el asalto definitivo al sistema capitalista, apropiándonos de las herramientas de trabajo y de los medios de producción"[14].

Inmediatamente después vinieron los sucesos de la Semana Sangrienta de Barcelona, en 1909, llenos de consecuencias, con acusaciones contra Ferrer de financiar y controlar "Solidaridad Obrera" y promover la insurrección, lo que llevó a su ejecución. La organización siguió desarrollándose y, en el congreso de 1911, se decidió la federación a nivel nacional con el nombre de Confederación Nacional del Trabajo.

Esta unidad de clase en diferentes posiciones es la base del sindicalismo revolucionario francés, cuya influencia en las formulaciones teóricas del anarcosindicalismo es incuestionable.

Pero Lorenzo escribió en Tierra y Libertad, en 1907, que en la constitución de la C.G.T. hubo influencia española y especialmente catalana. Es cierto que tanto en la C.G.T., Sindacalista Rivoluzionario, como en la C.N.T. se realiza uno de los contenidos teóricos del ala antiautoritaria de la Primera Internacional: el "sindicalista". La otra, específicamente revolucionaria, reaparecerá en la C.N.T. de manera formal y no sólo a través de una práctica, con la creación de la F.A.I. en 1927.

El sindicalismo, que toma forma con la Carta de Amiens - 1906 - se convertirá también en una solución de compromiso, no sólo como se dice generalmente entre anarquistas y socialistas (a lo que los guesdistas se opusieron enérgicamente) sino también entre dos tendencias del anarquismo. Compromiso sobre la base de una práctica considerada necesaria y espontáneamente revolucionaria. Al contrario de la acción política parlamentaria y programática -vemos aquí cómo volvemos al discurso de la Primera Internacional-, el sindicalismo unía a todos los trabajadores, a todos los explotados sobre la base de sus intereses de clase, dejando de lado lo que los separaba, el "argumento filosófico" mediante la expulsión de la "política" del seno del sindicato. Pouget y Griffuelhes definieron una posición aparentemente pro-anarquista. "La propuesta de Griffuelhes, en la que los libertarios no podían encontrar ningún fallo y que encapsulaba en fórmulas educadas la objeción a la admisibilidad opuesta a los socialistas, fue adoptada casi por unanimidad, con 830 votos contra 8". que cada miembro del sindicato es libre de hacer campaña política de la manera que le convenga, el sindicato sólo está abierto a la propaganda de una única doctrina, la "doctrina" antiparlamentaria, antibigotes y antiseguridad", es decir, que, habiendo alcanzado un alto punto de crecimiento, el sindicalismo sigue minando la base popular del Partido Socialista" [15].

Para el punto de vista sindicalista revolucionario, los trabajadores, como clase, están unidos por el interés común contra el capitalista y el Estado; éste, al intervenir en los conflictos sindicales -que en su momento se manifestaron principalmente en forma de huelgas- sólo puede hacerlo del lado del orden establecido, es decir, de la clase empresarial.

Así, "... la acción sindical, expresión más pura de la lucha de clases, persigue pura y definitivamente la lucha directa, es decir, la lucha de los oprimidos contra los opresores, de los explotados contra los explotadores, de los trabajadores contra los capitalistas. "[16].

En consonancia con su posición de acción directa entre trabajadores y capitalistas, el sindicalismo revolucionario rechaza la exigencia de soluciones "legales" por parte de los poderes públicos. Para Griffuelhes, Merrheim, Pouget o Delesalle, en los años heroicos de la CGT francesa, el gran peligro para el movimiento obrero era dejarse domesticar. Creían, con notable lucidez, si los juzgamos según lo que fue de los sindicatos, creían, decíamos, que después de la ley del 21 de marzo de 1884 (legalización de las organizaciones sindicales) y del ministerio Waldeck-Rousseau de 1899, los socialistas reformistas habían comenzado a persuadir a los sindicatos con aparentes concesiones y engañosas reformas sociales.

Al fin y al cabo, los anarquistas y los sindicalistas revolucionarios de la época daban a la lucha sindical un valor político en sí mismo, con la esperanza de que los trabajadores sólo podían esperar su emancipación y que la huelga, especialmente la huelga de solidaridad y la huelga general, era una batalla en la guerra social que terminaría con la abolición del trabajo asalariado y la desaparición de las clases.

Y este principio de unidad de clase sin diferencias ideológicas fue constitutivo de Solidaridad Obrera, madre de la C.N.T. "Solidaridad Obrera no seguirá ninguna tendencia política partidista, aunque respetamos la de todos los afiliados. Como clase obrera sólo podemos tener un objetivo común: la defensa de nuestros intereses, y sólo un ideal puede unirnos: nuestra emancipación económica". "Se ha dicho para combatir esta Federación que está compuesta única y exclusivamente por anarquistas; esto no es cierto, ya que en las decisiones de las empresas observamos la más estricta neutralidad, estando las empresas formadas por trabajadores de todos los matices..."[17].

17] Pero uno de los elementos constitutivos de la doctrina sindicalista va más allá de la organización de clase contra el capital; uno de los párrafos de la Carta de Amiens dice: "el sindicato, hoy grupo de resistencia, será en el futuro la agrupación de la producción y la distribución, la base de la reorganización social". Y este punto será desarrollado por algunos anarcosindicalistas.

La respuesta anarquista a la concepción sindicalista revolucionaria está claramente representada por Malatesta en la polémica que opuso a Monatte en el Congreso Anarquista Internacional de Ámsterdam en 1907. Toda la crítica al sindicalismo, tal y como se desarrolló posteriormente, ya está presente. Monatte defiende con vehemencia el sindicalismo revolucionario. Malatesta critica el reformismo: el sindicato "es y no será nunca un movimiento legalista y conservador, sin ningún otro objetivo alcanzable, ¡y sin embargo!" - que la mejora de las condiciones de trabajo". Críticas a la huelga general pacífica. El sindicato como órgano de reestructuración de la economía y como base de la sociedad futura: El sindicato es una organización de resistencia a la explotación capitalista, un órgano de lucha que debe desaparecer junto con la vieja sociedad.

Malatesta, quince años más tarde, en un número de Umanità Nova (n° 82, 6 de abril de 1922 [18]) publicó un artículo titulado Sindacalismo e anarchismo (Sindicalismo y anarquismo) que resumía algunas de las principales críticas al sindicalismo. Malatesta fue un partidario de toda la vida del sindicato como medio fundamental de lucha porque unía a los explotados y a los oprimidos, pero con la condición de no tomarlo como un fin en sí mismo y siendo consciente de sus límites y peligros. Primero, el hecho positivo: la organización de los trabajadores es el elemento esencial para el desarrollo de un movimiento de masas. "Y la revolución tal y como la queremos, llevada a cabo por las masas y desarrollándose gracias a ellas, sin imposición ni dictadura abierta o encubierta, no podría tener lugar ni consolidarse sin la existencia previa de un gran movimiento de masas. Pero al mismo tiempo, ¡cuidado! no hay que tomar por "un medio único y seguro de la revolución, una forma de lucha que tiene en sí misma una gran fuerza revolucionaria, pero que también puede, si se deja a sus tendencias naturales, convertirse en un instrumento de conservación del mundo. privilegio y adaptación de la masa más avanzada a las instituciones sociales actuales". (El movimiento obrero) "puede, toda nueva organización puede en el espíritu de sus iniciadores y en la letra de sus estatutos, tener la más alta aspiración y las más radicales observaciones, pero si quiere ejercer la función propia del sindicato obrero, que es la defensa real de los intereses de sus miembros, debe reconocer de hecho la institución que ha negado en teoría, y debe adaptarse a las circunstancias y tratar de obtener, cada vez, lo más posible, negociando y regateando con la patronal y el gobierno. En resumen, el sindicato es por naturaleza reformista y no revolucionario. "

Esta contradicción entre el proyecto revolucionario y las tendencias naturales del sindicato sale a la luz varias veces en la historia del movimiento obrero. Una contradicción que tiende constantemente a resolverse del lado de la integración institucional, apoyada por la burocracia y favorecida por la adaptación del proletariado a las condiciones ideológicas y jurídicas del reformismo dentro del sistema.

La C.N.T. no es la única organización obrera revolucionaria en la que la presencia de anarquistas desbarata el carácter economicista y pragmático del sindicalismo. Pero es el único que lo consigue manteniendo su composición de masa.

Xavier Cuadrat afirma, en su recién publicada Historia del socialismo y el anarquismo en Cataluña, que "las tensiones entre los anarquistas puros u ortodoxos y la corriente estrictamente sindicalista tuvieron que resolverse, en varias ocasiones, a favor de los primeros, sobre todo tras el asesinato de Salvador Segui en marzo de 1923"[19]. Este tipo de deliberación dio a la C.N.T. una fisonomía particular, así como una capacidad de movilización hasta el 36 y sobre la que hoy se reconstruye.

ACCIÓN DIRECTA Y AUTONOMÍA DE LOS TRABAJADORES

"Los sindicatos serán muy útiles en la época revolucionaria, a condición de ser... lo menos sindicalistas posible". Errico Malatesta. Umanita Nova, Roma, n° 83, abril de 1922.

La situación social ha cambiado mucho en 50 años. La composición intrínseca del proletariado, así como su posición frente a las clases dominantes, ya no es la misma que en la época del sindicalismo revolucionario; los modelos organizativos no pueden ser los mismos.

La práctica del sindicalismo de acción directa, con su contenido inmediata y espontáneamente revolucionario, es posible mientras la clase obrera esté excluida del sistema institucional existente y, por tanto, enfrentada a quienes ejercen el poder. Desde el momento en que aparecen los mecanismos mediadores que permiten a fracciones de la clase obrera actuar como grupos de presión -y el sindicato se ha convertido en uno de estos mecanismos- la práctica de la acción directa no puede sostenerse únicamente por su evidente relación con el propósito revolucionario. O porque las circunstancias concretas desmitifican ciertos aspectos ideológicos que dejan la ilusión de una relativa integración en el sistema.

Como decíamos al principio de este artículo, la actual C.N.T. tiene la fuerza de convicción que le da su militancia revolucionaria, pero debe desarrollarse como unión de masas y no reducirse a un grupo ideológico anarquista. ¿Cómo hacerlo en circunstancias como las de España, que tiende a una "estabilización democrática" dentro del Mercado Común Europeo? ¿En una situación no revolucionaria?

Por lo tanto, la C.N.T., para seguir siéndolo, tiene que abordar varios problemas actuales, entre los que hay uno de dimensión: el de la legalización.

En la primera rueda de prensa del Comité Nacional se dijo que "la organización estudiará la finalización de los estatutos ante la posibilidad de una inminente legalización de las centrales sindicales. Obviamente, la C.N.T. aceptará la legalización siempre que se reconozca toda su personalidad y contenido. "[20]

Le Monde Libertaire de marzo publica una entrevista con un delegado del Comité Regional de Cataluña, en la que se aclaran algunos aspectos del problema. Por ejemplo, las negociaciones en curso entre el gobierno y la oposición democrática están llevando al Partido Comunista y al P.S.O.E, a través de los centros que controlan, a evitar cualquier posibilidad de acción autónoma de los trabajadores. "Si consiguen -y tienen muchos recursos para hacerlo- arrastrarnos a todos a este tipo de resultado que es la democracia a la europea, entonces quizás podamos decir que el futuro del movimiento obrero está jodido". Y de nuevo: "El único acuerdo que existe en este momento es rechazar absolutamente la legalización condicionada. Cualquier legalización implica ciertas condiciones, una aceptación del sistema existente, pero rechazamos totalmente la legalización con condiciones políticas "(...)" hay partidarios de la legalización y partidarios de la no legalización, es inevitable".

Y luego vendrán los convenios colectivos, las negociaciones, etc.

Pero hasta ahora se está desarrollando una tendencia hacia las asambleas de fábrica y los delegados directos a la asamblea en cada conflicto. Leemos, por ejemplo, en un apartado del Llamamiento de la C.N.T. para la huelga de Roca de Gavá: "En Roca ha cristalizado un proceso que rompe con todos los esquemas de mediación política en las luchas obreras (...) Nos jugamos el derecho a elegir a nuestros delegados".

Esta posición se articula con un profundo contenido "sindicalista", de clase, nunca negado por la C.N.T. Este contenido se expresa principalmente a través de la defensa de la unidad de los trabajadores y de la independencia de las organizaciones sindicales. Leemos en un manifiesto: "Proponemos la unidad en las asambleas y en la práctica diaria del trabajo, rechazando las alianzas entre dirigentes que condicionen nuestras acciones. Por eso rechazamos la recién creada "Coordinadora de Organizaciones Sindicales" (COS), porque no es más que un reflejo de la Coordinadora Democrática, en la que los partidos y personalidades de la más pura derecha han pactado con partidos que se hacen pasar por obreros, a nivel de dirigentes y a espaldas de los trabajadores". La C.N.T. subraya "la necesidad de una verdadera independencia de las organizaciones sindicales (independencia tanto del Estado como de los partidos políticos) como condición esencial para que progrese la unidad de la clase obrera..." Recordemos los orígenes: "Necesidad del sindicato de trabajadores más allá de las ideologías".

Veamos dos ejemplos recientes de los tejemanejes políticos a los que se enfrentó la C.N.T. con su línea de acción directa: ante la situación producida por la huelga de Roca Radiadores, las centrales sindicales C.C.O., U.S.O., U.G.T. y C.N.T. decidieron convocar una manifestación todos juntos en Corneliá como muestra activa de apoyo a los huelguistas. A pesar de que el gobierno civil denegó la autorización, los cuatro centros decidieron mantener la convocatoria. Entonces, sin que los trabajadores lo supieran, C.C.O. y U.S.O. negociaron un acuerdo con la delegación sindical provincial y el Gobierno Civil: si la manifestación no se realizaba en la fecha prevista, se permitiría otra y una asamblea de los trabajadores de La Roca en la sede de C.N.S. para discutir el juicio de 38 de los 43 despedidos. Ni la U.G.T. ni la C.N.T. aceptaron este acuerdo. A las 7 de la tarde del día del evento, la O.C.C. y la O.S.U. seguían negociando con la policía. Ante la determinación de los trabajadores llegó la agresión policial y una hora y media de enfrentamientos, barricadas, cargas, etc.[21].

Los días 23 y 24 de enero, durante dos manifestaciones, bandas fascistas y la policía asesinaron a Arturo Ruiz García, abogado y estudiante de 19 años, y a Luz Nájera, estudiante. También el día 24, durante la noche, cinco abogados fueron asesinados por los fascistas. En Cataluña, los cinco sindicatos (C.C.O., U.S.O., U.G.T., S.O.C. y C.N.T.) acuerdan organizar una jornada de huelga el jueves 27. Con la oposición del C.N.T. los otros cuatro centros se reúnen con el Delegado Provincial del C.N.S. y juntos regulan la forma en que debe realizarse esta protesta. Se publica un comunicado de prensa conjunto de las cinco organizaciones. La C.N.T. sólo apoya la primera parte del documento de convocatoria de huelga. Los otros cuatro centros dan instrucciones a los trabajadores sobre lo que deben hacer durante la jornada de lucha: no salir a la calle, negociar los días de descanso con el empresario, etc. Por último, hacen un llamamiento a la policía para que "se comporte de forma coherente con el carácter responsable de nuestra acción". El comité regional de Cataluña de la C.N.T. publica un comunicado en el que convoca "acciones de protesta como paros, manifestaciones y movilizaciones, en particular la huelga general del día 27". "El C.N.T. dijo que no estaba de acuerdo con los cinco párrafos del documento, en el que los trabajadores recibieron instrucciones ese día. Creemos que la clase obrera está capacitada y madura para afrontar estos acontecimientos con serenidad, y nadie puede pretender dar instrucciones sobre las actividades que deben desarrollarse"[22].

Además de su aspecto sindicalista, el contenido anarquista de la C.N.T. es ahora ampliamente reconocido. Este proyecto anarquista, que se refleja en la práctica del apoyo a la asamblea obrera y a los delegados directos de los trabajadores en conflicto, así como en numerosos artículos en la prensa confederal o en artículos críticos con el "sindicalismo", en nuestra opinión, va más allá de la posición clásica: anarcosindicalista de la CNT

Y al mismo tiempo hay una corriente que se abre paso, la de los grupos de vecinos libertarios. "Las Federaciones de Vecinos por la Libertad en las grandes ciudades, las comunas en las regiones, constituyen la continuidad esencial de una CNT anarcosindicalista y libertaria"[23].

Evidentemente, fomentar la Asamblea General y apoyar a los delegados de la misma, es decir, estimular la autonomía de los trabajadores junto con la acción directa a todos los niveles, es una posición profundamente anarquista.

Es importante que no sea oportunista. Con esto queremos decir que en la situación actual, ante las dificultades de implantación entre la masa de trabajadores, que empiezan a liberarse del sindicato vertical C.N.S. y ante todo tipo de artimañas de C.C.O., U.S.O. y U.G.T., también es buena política defender la autonomía de la asamblea de fábrica. Si la C.N.T. se convierte en una poderosa central sindical, ¿será lo mismo?

No se trata de poner a prueba[24] la intención, sino de subrayar una tendencia inherente a la necesaria defensa de los intereses de los trabajadores dentro de un sistema que debe ser destruido pero que la vida cotidiana nos obliga a aceptar porque existe.

El anarquismo es un proyecto, una teoría de la revolución; permanecerá, necesariamente, en minoría durante los períodos de cierta estabilidad social; toda su lucha consiste en desarrollar las condiciones para que un movimiento revolucionario se exprese, él mismo, en el momento revolucionario.

El sindicalismo revolucionario pretendía combinar en la teoría y en la práctica tanto el movimiento de masas como el proyecto revolucionario. Pero, en la situación no revolucionaria, hay una oposición, una contradicción conflictiva entre el movimiento de masas y el proyecto revolucionario. Sólo en una situación revolucionaria puede haber coincidencia o, si se prefiere, una situación es revolucionaria cuando hay tal coincidencia.

La situación actual exige a la C.N.T. la enorme tarea de llevar a cabo ambas cosas (ser un movimiento de masas y tener un proyecto anarquista), aceptando la tensión de la contradicción, imaginando nuevas formas de acción.

Recientemente, un compañero criticó un informe de España diciendo: "Confunden la acción sindical con la acción política". Hace cien años, Giuseppe Fanelli fue acusado de confundir la Internacional con la Alianza. Fructífera confusión que los compañeros de España son capaces de desarrollar.

Notas:

[1] Por ahora, la reconstrucción del C.N.T. sigue una marcha progresiva y constante, llena de discusiones y controversias, pero esto es un signo de vitalidad. A finales de febrero de este año, se celebra en Madrid la primera conferencia de prensa convocada por el Comité Nacional. La C.N.T. admite tener 20.000 activistas cotizantes, el 80% de los cuales tiene menos de 30 años. La prensa española empieza a hablar de las actividades de la C.N.T., de los presos, de las huelgas. En Francia el silencio sigue reventando los tímpanos. En el momento de escribir este artículo, 14 compañeros del sindicato de enseñanza de Madrid están en prisión desde la primera semana de marzo, una detención de la que la prensa francesa no hace mención alguna, mientras que siempre está dispuesta y atenta a analizar en tres dimensiones el eco del más mínimo borborigmo de las entrañas de Carrillo.

[2] La A.I.T. (Asociación Internacional de Trabajadores) fue fundada, siguiendo la trayectoria de la Primera Internacional, en el Congreso de Berlín celebrado del 25 de diciembre de 1922 al 2 de enero de 1923. Participantes: Argentina, Federación Obrera Regional Argentina, dos delegados, 200.000 afiliados . Alemania, ocho delegados, Union Frei Arbeiter, 120.000 miembros. Chile, un delegado, 20.000 miembros. Dinamarca, Asociación de Propaganda Sindical, 600 miembros. España, Confederación Nacional del Trabajo, dos delegados, 1.000.000 de afiliados. Países Bajos, National Arbeids Secretariaat, cuatro delegados, 22.500 afiliados. Italia, Unione Sindacale Italiana, dos delegados, 500.000 afiliados. México, Confederación General de Trabajadores, un delegado, 30.000 afiliados. Noruega, Federazione Norsk Syndikalistik, un delegado, 3.000 afiliados. Portugal, Confederacao General do Travalho, 150.000 miembros. Suecia, Organización Central Sveriges Arbetares, dos delegados, 220.000 afiliados. También había otros delegados sin voto de otras organizaciones de Alemania y de los Comités Sindicales Revolucionarios, una tendencia de la C.G.T.U. francesa: también dos delegados en el exilio de la minoría sindical de los sindicatos rusos. (Datos proporcionados por R. Rocker en el Vol. III de su autobiografía: Revolución y Regresión. 1918-1951. Ed. Tupac, Bs. As. 1952)

[3] 22-3-77 en el Palacio de Congresos del Kremlin: VI Congreso de los sindicatos soviéticos. El camarada Brezhnev asigna a los sindicatos la tarea esencial de "reforzar la disciplina laboral". "Debo decir que los sindicatos no se esfuerzan lo suficiente por aprovechar el tiempo de trabajo" (Le Monde, 23-3-77). Le 24-4-77 en París: "Se plantea un problema para Georges Séguy y Edmond Maire: ¿cómo aumentar la presión sindical sobre el poder evitando la proliferación de huelgas salvajes?" (Le Matin de París).

[4] Salvo el aspecto puntual que podría llamarse "momento revolucionario" o "situación revolucionaria" en el que la relación no es de oposición sino de fusión.

[5] Sobre la Conferencia de Londres y la manipulación contra Bakunin que siguió, véase II Bakunin. Obras completas. Ed. Champ Libre, París 1974.

[6] A. Lehning. Introducción Vol. II Bakunin. Obras completas, p. XLVII.

[7] Kernel.

[8] A. Lehning. Op. Cit. Vuelo. 2 p. XXXVIII.

[9] Ibid. P. 252.

[10] Xavier Cuadrat: Socialismo y Anarquismo en Cataluña, los orígenes de la C.N.T. Ed. Del Rev. del Trabajo. Madrid, 1976.

[11] Ibidem, p. 307.

[12] José Álvarez Junco: La ideología política del anarquismo español (1868-1910). Acrónimo XXI. Madrid, 1976, p. 552.

[13] J. Álvarez Junco. Ibid. P. 551.

[14] X. Cuadrat. Op. Cit. página 222.

[15] Mermeix, Le syndicalisme contre le socialisme. Ver X. Cuadrat, Op. Cit. páginas 294 y 297.

[16] J. Álvarez Junco. Op. Cit. página 558.

[17] Ibidem. página 560.

[18] Errico Malatesta. Páginas de Escritos Diarios de Flotación. Primer volumen 1920-1922. Carrara, 1975.

[19] Op. Cit. página 177.

[20] Frente Libertario, marzo de 1977.

[21] Solidarietà Obrera. Suplemento Especial n°8, Barcelona, enero de 1977.

[22] Solidaridad Obrera, n°9, Barcelona, febrero de 1977.

[23] Del Comité de Cataluña. Publicado en Solidaridad Obrera n°9.

[24] Encontramos esta prueba de intenciones en el último número de Scambi. Estos compañeros no pueden criticar la posición de la C.N.T. porque es la suya, así que critican el hecho de que sea la C.N.T. la que estimule la práctica de la autonomía de los trabajadores. Para ellos la confederación es doblemente formidable: ¡porque es sindicalista y porque es anarquista!

Que señalen los peligros de la propia existencia de la CNT, está en su derecho, no hay nada que decir, pero que la acusen de negociar con las otras centrales para negociar con la patronal y no tratar las huelgas sólo por interés demagógico es falso.

En esta breve nota, Echanges califica de "exageración anarquista" la campaña para apoyar, sin contradicciones, a los trabajadores de La Roca en su conflicto y añade, para demostrar sus afirmaciones: "el silencio sobre Tarrabusi". Sólo queremos destacar sobre esta última afirmación que no sólo la C.N.T. apoya activamente a los huelguistas de Tarrabusi en el lugar, sino que, además, "Solidaridad Obrera" de Cataluña dedica toda la última página de su suplemento especial de enero a la lucha de los trabajadores de Tarrabusi en huelga.

Traducido por Jorge Joya