La vida como experiencia, 1916 - E. Armand

 "Considero la vida como una experiencia, de hecho como una serie de experiencias, que hay que hacer tan ricas, tan abundantes y tan variadas como sea posible. Creo que el individuo alcanza el estado de conciencia, es decir, de reacción inteligente ante el entorno, en la medida en que analiza y renueva las experiencias de la vida, que recorre la gama de emociones o sensaciones; a veces porque se encuentran inevitablemente en el tablero de su existencia, a veces porque las provoca, sabiéndolo y queriéndolo. Lo que digo de la vida en este sentido debe entenderse como la vida interior o intelectual, la vida de los sentidos o de los afectos. La vida considerada como el cumplimiento de las funciones orgánicas -por muy indispensables que sean para el desarrollo del ser interior- apenas da lugar a la complejidad de la experiencia. La variedad en la preparación de la comida nunca interesará seriamente al ser ávido de verdadera curiosidad. Tampoco hay cien formas de respirar, digerir, dormir o reproducirse. Por lo tanto, el campo de experiencia es limitado en este ámbito. También me resultan indiferentes las experiencias relacionadas con la búsqueda de una "posición", de la gloria, de los honores, de la buena reputación, etc.

 Sostengo que hay interés en multiplicar las experiencias vitales: interés para la persona que las modifica o renueva. Si le gusta la experiencia por sí misma, es decir, si busca tanto aprender como obtener un beneficio medible y palpable de ella, si no teme el dolor y no teme la alegría, las posibilidades de desarrollo individual se le presentan casi sin límites. No creo que el hombre pueda hacerse "bueno", es decir, capaz de comprender las diversas situaciones de sus semejantes sin juzgarlas, si no ha pasado por el crisol de la experiencia.

 Para alcanzar su máxima utilidad, el viaje en busca de la experiencia, la conquista de la experiencia, implica que se describa, se cuente, se analice, se comunique a los demás; que los demás aprendan de sus aventuras a vivir más plenamente, más ampliamente, - que les dé el gusto de ceñir sus lomos, agarrar su bastón y ponerse en camino. Creo que la Experiencia que sólo beneficia a quien la prueba pierde en parte su objetivo; es como el nuevo proceso que un científico descubriría y cuya fórmula encerraría en la caja fuerte de su memoria. El esfuerzo y la experiencia sólo alcanzan su poder radiante y su disfrute intelectual en la medida en que se exponen al mundo, al mundo de los impedidos y de los hambrientos, como una bebida o un alimento. No importa que los que no quieran utilizarlas se aparten con un encogimiento de hombros. No es menor el trabajo de la propaganda: el trabajo fecundo que emana del yo del individuo hacia el exterior del yo, para iluminar el conjunto social, el trabajo de distinción y selección personal en las masas. Naturalmente, el viaje a la conquista de la experiencia debe valer la pena si se quiere exponer y contar.

 La vida como experiencia se vive constantemente al margen de la "ley" o de la "moral" o de las "costumbres", todas ellas convenciones calculadas para asegurar la ociosidad del estancamiento interior de los que desprecian arriesgarse, los que lo hacen por miedo, los que lo hacen por interés. La vida como experiencia lacera los programas, pisotea el decoro, rompe las ventanas, desciende de la torre de marfil. Abandona la ciudad del Hecho Adquirido, sale por la puerta de la Cosa Juzgada y vaga, aventurándose, por el campo abierto a lo inesperado. Porque la experiencia nunca acepta el hecho adquirido como definitivo y lo juzgado como final. Ciertamente, deambula, la vida sin experiencia, como un "fuera de la ley", como un vagabundo, vestido de corto o sin vestir, - asustado de la moral, aterrorizado de la forma de vida adecuada, la gente respetable de clase media siempre en pánico a la idea de que alguien podría venir en la noche para golpear el martillo de su puerta y despertarlos de sus hábitos asombrosos. La vida vivida como un experimento no se preocupa por la derrota ni por el volumen de resultados obtenidos. No le preocupa más que la victoria. Los triunfos, los fracasos, los obstáculos que se sortean, las barreras que se derriban, las caídas en el barro, todo es materia de experiencia. Sólo una cosa es capaz de conmoverle: el sentimiento de que se puede vivir en vano o sin provecho. Con todo ello, se llega a la conclusión de que los verdaderos educadores son los que enseñan a emprender sin miedo el camino de la experiencia y a mirar de frente a la Vida, la Vida con su incalculable riqueza de situaciones diversas. El verdadero educador no pretende destruir la sensibilidad, aniquilar el sentimiento, regular la vida individual como una hoja de papel musical, limitar sus vibraciones, acortar sus amplitudes. No, para hacer que la gente piense y aprecie por sí misma, no hay nada como equipar a los demás y despertar en ellos el deseo de experimentar. Y cuanto más tiempo se ha perseguido la experiencia, rica en sorpresas, erizada de dificultades, saturada de alegría, menos buscan los que se han arriesgado a coartar la libertad de pensar y actuar de los demás. Cuanto más crece el número de los que ya no tienen miedo a vivir porque han sabido experimentar. "

E. Armand

[ E. Armand (1872 - 1962) es el seudónimo de Lucien-Ernest Juin, individualista libertario, antimilitarista y firme defensor de la libertad sexual. ]

(Texto bajo licencia Creative Commons)

Traducido por Jorge Joya

Original: www.socialisme-libertaire.fr/2018/01/la-vie-comme-experience.html