"Sería un error ver a los clásicos del anarquismo como meras curiosidades históricas. Más erróneo aún sería considerarlos como textos sagrados que hay que encerrar en una especie de Panteón anarquista. Si seguimos leyendo estos clásicos es porque ofrecen análisis sorprendentemente modernos.
En Dios y el Estado, Michel Bakunin analiza las contradicciones del liberalismo. Si este análisis sigue siendo pertinente, es porque revela la naturaleza fundamentalmente contradictoria de esta doctrina económica y política. El liberalismo se basa en el principio de la libertad individual como valor supremo. Para los liberales, el Estado es un mal, necesario, pero cuyos poderes deben ser limitados. El progreso de las civilizaciones se manifestaría por una reducción progresiva de los derechos y atribuciones del Estado. Por lo tanto, los liberales se presentan como enemigos de esta institución. Sin embargo, siempre que la existencia del Estado se ve amenazada, se convierten en sus más fervientes defensores. ¿Cómo podemos entender esta contradicción? Para Bakunin, hay dos razones: una práctica y otra teórica.
En la práctica, ¿qué es el liberalismo? Es la doctrina económica más acorde con los intereses de los poseedores del capital, la burguesía. Según Bakunin, el principio fundamental de la economía liberal es la famosa fórmula "dejar hacer, dejar pasar". El Estado no debe interferir en el libre juego del mercado. Por lo tanto, la burguesía reclama una cierta forma de anarquía, pero quiere el privilegio. De hecho, en cuanto sus intereses se ven amenazados por las clases trabajadoras, esta clase exige la intervención del Estado. Por lo tanto, quiere menos (o incluso no más) Estado para sí mismo y un Estado fuerte para los demás (es decir, los trabajadores). Por lo tanto, son los intereses de clase los que están en el centro de esta contradicción.
Pero hay otra razón teórica para esta contradicción: la concepción liberal de la libertad está profundamente marcada por el idealismo filosófico. La libertad se concibe como una propiedad inherente al individuo. El ser humano nace libre por naturaleza. Estaría dotado de libre albedrío, y del libre albedrío a la afirmación de la existencia de un alma inmortal, independiente de la materia y que escapa a todo determinismo social, sólo hay un paso, que se da rápidamente. El hombre sería así libre como individuo, aislado, independientemente de la sociedad. Esta sería la forma ideal de libertad. Pero la necesidad empuja a los individuos a establecer relaciones con sus semejantes. La libertad de cada individuo se vería amenazada por la de todos los demás. Para evitar que estas libertades se anulen, los hombres se verían abocados a instituir la sociedad mediante un contrato, tácito o formal, por el que cada individuo debe renunciar a una parte de su libertad. Siguiendo esta lógica, llegamos a la famosa ficción de un contrato social que fundaría el orden político. Una vez más, el liberalismo se encierra en una contradicción insoluble: el Estado es un mal, en la medida en que impide la libertad individual. Pero este mal es necesario, en la medida en que es la única condición que permite a los hombres vivir en sociedad. Para los liberales, la libertad absoluta se concibe como una especie de paraíso perdido que la humanidad debería haber dejado atrás al pasar del estado de naturaleza al estado de sociedad. Como señala Bakunin, los propios liberales no creen en esta ficción del contrato social: es fácil ver que todos los estados se han fundado sobre la violencia y no sobre un pacto libremente acordado. Pero esta es la única manera de legitimar una institución que se considera a la vez un obstáculo y una condición para la libertad.
Bakunin no se contenta con señalar las contradicciones del liberalismo. Desarrolla una concepción materialista, evolucionista y anarquista de la libertad. La libertad no se da al principio. Debe concebirse como una construcción histórica, como un producto social. En efecto, el hombre no nace libre. Nace como una "bestia feroz y esclava". Esclavo de la naturaleza y de sus instintos animales, sólo puede alcanzar la libertad y la humanidad mediante un largo trabajo colectivo. El Homo sapiens es una especie naturalmente social (como los grandes simios) y la existencia de la sociedad precedió a la de la libertad. Por lo tanto, la libertad no es ni un hecho de la naturaleza ni un don divino, sino una invención humana cuya construcción está aún inacabada. Es en las relaciones entre los humanos donde se constituye. Bakunin lo define así: "la libertad no es, pues, un hecho de aislamiento, sino de reflexión mutua, no de exclusión, sino, por el contrario, de enlace, no siendo la libertad de cada individuo otra cosa que el reflejo de su humanidad o de su derecho humano en la conciencia de todos los hombres libres, sus hermanos, sus iguales."
Gia
FUENTE: CLA 01 - Coordination des Libertaires de l'Ai
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2021/12/bakounine-les-contradictions-du-l