Artículo de Le Monde Libertaire, de enero de 2004... y que sigue siendo relevante hoy, 11 de noviembre...
Horror y barbarie, eso es lo que, en este 11 de noviembre de 2003, persiste y firma la guerra del 14-18 reenganchada en la máquina conmemorativa que alimenta la exégesis, la hinchazón y las deploraciones mediáticas. Los grandes eslóganes que impulsan la movilización: Patria, Nación, Bandera, Honor, Civilización, ya no logran desligarse de los campos de deshonra humana en los que han enterrado a sus millones de víctimas, y que hoy los políticos y los medios de comunicación pisan con sus "serios" zapatos pulidos donde se colocaron estas imágenes: cementerios que se extienden "hasta donde alcanza la vista", cadáveres de soldados amontonados en trincheras, bumeranes, ruinas, ruinas interminables, si no en cadáveres y tonos grises.
Memoria de tinta
La conmemoración (¡la que comete la muerte sobre la muerte!) encierra la memoria viva en un simple día, un día de fiesta, abarrotado de imágenes y verborrea. Se puede tomar a los niños como "rehenes" (¿no es todo un rehén hoy en día?), pero esto no nos compromete a nada: no se da un seguimiento real a la tragedia histórica, ni en la escuela ni en la vida cotidiana, ni se ve prolongar su impacto en la organización de todo el planeta. Se decía que esta "Gran Guerra" sería "la última de las últimas", tanto que parecía que el horror y la barbarie habían alcanzado sus límites humanos. Y ahora la historia la ha erigido en la primera, en la iniciadora, en la monstruosa matriz de horrores y barbaridades posteriores, que superan tanto los límites humanos (campos de exterminio, explosiones atómicas, regímenes de terror) que la Gran Ilusión persiste y florece en la creencia de que ahora podemos estar a salvo de cosas peores.
El retorno conmemorativo, al enquistar el acontecimiento, oscurece lo que es la esencia misma de la memoria: a saber, que es un impulso vital (Bergson), una intensa actividad de la vida psíquica (emoción, sentimiento, pensamiento, movimiento), en el aquí y el ahora, es decir, bajo la luz fúnebre del 14-18, las guerras, los conflictos y los terrores que se desarrollan ante nuestros ojos y que nos implican como seres vivos, humanos, ciudadanos y supervivientes. El 14-18 fue la "Gran Matanza": la memoria sólo sería falsa si no se sumergiera en ella con fuerza, agudeza y sobreconciencia (la inconsciencia colectiva la hace depositaria de todos modos), si no echara raíces indelebles en el derramamiento de sangre, las masacres, el horror, las viudas, los huérfanos y las familias destruidas, todos ellos relegados al olvido. Cuanto más profunda y fielmente echa raíces en este suelo de horror, más vívida e intensamente se derrama en nuestro presente, para apoderarse de él, apoderarse de nuevo, enjuagarlo plantando las feroces garras del ayer. Los eslóganes, las buenas causas y los nobles principios se desmoronan para revelar en toda su innoble desnudez la obra de carnicería que hoy, despiezada en los diversos puestos de la barbarie, continúa en todo el planeta: "pequeñas carnicerías" a bajo precio que se dan rienda suelta, incluso jugando a ser pintorescas, para descuartizar en caliente o en frío "la carne jadeante de la humanidad" (Péguy).
Dimisión de la ONU
El triunfo del fascismo y del totalitarismo entre las dos guerras tiene múltiples causas, sobre las que las ideologías, tanto históricas como políticas, siguen jugando. Pero no cabe duda de que la postura de resignación adoptada en momentos cruciales por las democracias, roídas desde dentro, jugó un papel decisivo (Guerra de España, Múnich). Sin embargo, no han aprendido ninguna lección de ello los organismos mundiales actuales -en concreto, la ONU- que, en los estrados y en las pantallas, hacen gala de la misma seguridad, de las mismas "convicciones" (un término tan honorable como mortal) y de la misma pusilanimidad frente a desafíos probados y sangrientos. Los errores de renuncia de ayer continúan, mientras que las situaciones actuales, mejor comprendidas, se prestarían a intervenciones pertinentes. El conflicto israelo-palestino, que está estancado, presiona para que la ONU actúe de forma meditada y decisiva, lo que llevaría a los hermanos enemigos a, al menos, contemporizar. En cuanto a la abstención política sistemática de la ONU en Irak, es verdaderamente infantil. Mantenida al margen por los estadounidenses, y cayendo en la trampa mediática que demoniza el asunto tratándolo como un pulso entre Bush y Sadam, una ONU abatida permite que sus funcionarios sean asesinados, y responde a los atentados contra las organizaciones internacionales, la Cruz Roja y las embajadas, dejando el campo libre a los terroristas. Una cosa era negarse a ir a la guerra junto a la coalición angloamericana y otra muy distinta negarse hoy a "entrar en la paz", a desempeñar su papel, que es vital, en un país dañado por treinta años de dictadura y alienación. Y así es como las televisiones, frustradas de cualquier perspectiva política, nos dan las mismas imágenes casi alucinantes: un tanque israelí en territorio ocupado alternando con un tanque americano en Bagdad, en medio de "nativos" enfadados (así se les muestra) - pero todos conscientes de que no se trata de soldados rusos operando en Chechenia, cuya existencia la ONU olvida.
Cena emotiva
La televisión tonta y aburrida a veces nos reserva algunas sorpresas divertidas, en un doble golpe. Una noche, un canal "popular" nos sorprende mostrando la guerra de Bosnia: se muestran imágenes de la odiosa dictadura del verdugo de Belgrado: asesinatos, violaciones, deportaciones, masacres, fosas comunes, etc. Pero esto, oh estupendo, durante una cena social, una de esas cenas-espectáculo que se regulan por el labio colgante de un maestro de ceremonias, el anfitrión Thierry A., que, a sus distinguidos invitados (del mundo político, intelectual y artístico), ofrece toda una sorpresa a los postres: se presentan dos periodistas, un joven francés, autor de una biografía de uno de los invitados presentes, BHL, y un bosnio, presentado en primicia melodramática: ¡aquí está el hombre que salvó la vida de BHL! (Bajando una colina, durante un tiroteo, bajo los proyectiles de mortero serbios, el bosnio se lanzó sobre BHL y lo derribó al suelo, en el mismo momento en que un artefacto explotó cerca de ellos). Un intenso momento de emoción en la cena, aderezado con comentarios sobre una antigua Yugoslavia ya engullida por el olvido. Y hablan, de forma amistosa, mientras se pasan los platos, apreciados de forma convincente, y un "camarero" se gira detrás de cada invitado para llenar las copas de champán de entre las siete u ocho copas de colores. El biógrafo, mientras cena, enciende un cigarrillo, volutas de humo que lamen el resplandor de las luces. Voluptuosamente, enciende otro, luego otro, para gran disgusto de su vecina, una mujer mayor, que se aparta cortésmente.
La tapa consensuada de un televisor en el estómago. Los retornos de la guerra son solubles en champán y suben en forma de humo hacia las relucientes lámparas de araña. ¿Veremos mañana a Arlette-LO y a Ernest-Medef intercambiando galantes y educados comentarios sobre el valor comparativo de la okra y el colinabo?
¡Buen provecho, señores! (Víctor Hugo).
FUENTE: Le Monde Libertaire
Traducido por Jorge Joya
Original: www.socialisme-libertaire.fr/2016/11/champagne-et-boucheries.html