En la España revolucionaria, los trabajadores hicieron realidad la visión anarquista - David Porter

Una reseña de Anarquismo y autogestión obrera en la España revolucionaria, de Frank Mintz. AK Press, 2013, 326pp, $19, akpress.org

Tras su breve sinopsis sobre el movimiento anarquista español antes de 1936, la preocupación central del anarquista francés Frank Mintz es el núcleo mismo de la revolución española de los años 30: el movimiento de base de la colectivización urbana y rural en toda la España republicana.

A pesar de ser la experiencia de autogestión obrera más amplia y exitosa del Occidente contemporáneo, la mayoría de los historiadores han ignorado o criticado este logro, debido al papel central de los anarquistas. Por el contrario, Mintz hace hincapié en el impresionante historial positivo. Pero también quiere mostrar cómo importantes incoherencias del propio movimiento anarquista español contribuyeron a limitar y socavar esta revolución de base.

Mintz insiste en que el núcleo de la revolución social es que la gente gestione colectivamente y sin jefes sus propios esfuerzos para el sustento, la dignidad y el bienestar de la comunidad. Este fue y sigue siendo un ideal anarquista central y no fue una sorpresa que los anarquistas, comprometidos con la acción directa, estuvieran así en el centro de la rápida ola de colectivizaciones locales improvisadas una vez que estalló la revuelta fascista en España en julio de 1936.

Mintz reconoce algunos esfuerzos conjuntos de los anarquistas con los socialistas de base, así como los esfuerzos de colectivización de estos últimos por separado e incluso experiencias similares en las que no participaron militantes de ninguno de los dos grupos. Según el autor, casi un tercio de la población de la España republicana estaba involucrada en las más de dos mil colectividades que constituían la mitad de la economía de la república entre 1936 y 1939. "La autogestión era el pilar de la economía y el emblema de la revolución", escribe.

Mintz, en el texto publicado originalmente en 1970, ofrece amplias descripciones y estudios de casos específicos de la autogestión colectiva industrial, rural y del sector de los servicios, basados tanto en material de archivo como en historias orales.

Entre los hechos importantes se encuentran el mantenimiento de la producción agrícola anterior a 1936; la abolición del propio dinero en algunos colectivos agrícolas; la formación espontánea de colectivos, no dirigida desde arriba; los esfuerzos cruciales de "las mujeres, los ancianos, los jóvenes y los discapacitados" para que los colectivos rurales tuvieran éxito en ausencia de hombres jóvenes en el frente militar; y los esfuerzos decididos de muchos colectivos rurales para relanzar sus experimentos después de repetidos obstáculos y sabotajes por parte de burócratas y políticos de la república, y de la destrucción abierta por parte de unidades militares dirigidas por los comunistas.

Por mi propia investigación similar sobre un gran sector de autogestión obrera en la Argelia posterior a la independencia (1962-65), sé lo difícil que es generalizar de forma justa en todo el sector cuando los detalles sobre tantas unidades nunca aparecieron en la prensa ni en los archivos que sobrevivieron. Para complicar aún más la investigación, en el caso de España se destruyeron intencionadamente un gran número de registros antes de la toma del poder por los fascistas en 1939. Muchos militantes de colectivos fueron entonces fusilados o encarcelados y nada pudo escribirse abiertamente en España sobre la experiencia hasta después de la muerte de Franco en 1975.

Al igual que Vernon Richards y José Peirats antes que él, más allá de enfatizar los éxitos de autogestión de los trabajadores, Mintz no tiene interés en glorificar acríticamente los mitos de las "vacas sagradas" anarquistas. Así, presenta pruebas de diversas fuentes sobre importantes contradicciones y limitaciones entre numerosos colectivos, así como casos de hostilidad directa a tales esfuerzos por parte de los que él llama los "peces gordos" del movimiento anarquista y del gigantesco sindicato dirigido por anarquistas, la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).

Cita casos de comportamiento anarquista autoritario en la formación o gestión de ciertos colectivos rurales, aunque Mintz afirma que éstos fueron la excepción. Asimismo, algunas colectividades desarrollaron actitudes y prácticas egoístas e individualistas hacia las colectividades rivales en lugar de colaborar, pero de nuevo sugiere que esto no era la norma.

Además, a veces se producían grandes diferencias salariales dentro de las unidades individuales, así como entre el sector industrial en general y el agrícola. Su punto de vista es que estas cuestiones forman parte de la realidad de la experimentación radical en movimiento y son importantes para que los anarquistas actuales discutan y luchen contra ellas en futuros esfuerzos colectivistas.

Pero junto a estas críticas y al mismo tiempo que denuncia el sabotaje estalinista, socialista y liberal de la milicia anarquista en el frente y de los colectivos en la retaguardia, Mintz expone igualmente a los "peces gordos" antipopulares del movimiento anarquista/ CNT.

Entre ellos cita a Ángel Pestaña, Horacio Prieto, Federica Montseny, Juan García Oliver y Diego Abad de Santillán. Los dos primeros y otros, a principios de los años 30, plantearon la idea de un partido político libertario reformista y jerarquizado. Los tres últimos y otros, a finales de 1936, abandonaron rápidamente el tradicional principio anarquista de responsabilidad de las bases a favor de la colaboración política de alto nivel con los partidos estatistas del frente antifascista en Cataluña y el resto de la España republicana.

Aunque lo hicieron para derrotar al fascismo como supuesto requisito previo a la revolución social, los críticos anarquistas de base, como José Peirats, las Juventudes Libertarias y la milicia anarquista Columna de Hierro, argumentaron que priorizar el esfuerzo bélico sobre la revolución socavaba esta última y aseguraba una victoria fascista definitiva.

Especialmente importante en este sentido, el Apéndice VII del libro describe un enfrentamiento en el pleno de febrero de 1937 entre miembros de la milicia de la Columna de Hierro de primera línea y representantes de alto nivel de la CNT. Este breve e inestimable relato, aparentemente inédito, expone con crudeza el agudo conflicto entre la cúpula y la base de un movimiento anarquista supuestamente horizontalista.

Esta división prefiguró el trágico acontecimiento de las Jornadas de Mayo de Barcelona, tres meses después, en el que los ministros de la CNT en el gobierno nacional exigieron que los anarquistas de base depusieran las armas durante la lucha armada contra los ataques comunistas a sus posiciones estratégicas vitales.

En la reunión de febrero, el líder de la milicia, Cipriano Mera, argumentó que "el Comité [Nacional de la CNT] se ha comportado de forma anticonfederal al no someter los asuntos a consulta en los sindicatos y al imponer sus decisiones, sin consultar, a los compañeros de primera línea de forma dictatorial.... El Comité Nacional y los Comités Regionales están pensando en líneas que estrangularán la vida de la revolución y, por tanto, no deben ocultarse a los combatientes".

Un individuo del Comité Nacional respondió: "La Organización tiene prioridad sobre todo y tenemos que someternos a este hecho y asegurarnos de que nadie ponga obstáculos en su camino".

La perspectiva y el comportamiento de los "peces gordos", sostiene Mintz, no se debieron únicamente a las exigencias desesperadas de la guerra civil. Más bien, señala la orientación jerárquica, a principios de los años 30, de ciertos líderes de la CNT, así como el elitismo vanguardista de varios militantes prominentes de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) de antes de la guerra, que empujaban constantemente a la CNT hacia la insurrección revolucionaria sin discusión ni aprobación de la base hacia arriba.

Aunque no se puede negar la valentía personal de estas figuras de la FAI, su orientación y acciones, dice, reflejaban por desgracia esencialmente el mismo modelo de movimiento anarquista más centralista, disciplinado y jerárquico que el "plataformismo" en Francia, inspirado por los exiliados anarquistas rusos en los años 20.

El libro contiene de vez en cuando traducciones de palabras sorprendentemente torpes, algunas palabras que faltan y transiciones abruptas a otros temas, así como una afirmación ya obsoleta de que "no se ha analizado la colaboración de la CNT en el gobierno entre 1935 y 1939." El análisis de la CNT en tres volúmenes de José Peirats es el lugar esencial para empezar.

No obstante, el libro de Mintz es una valiosa y apasionante introducción a las fortalezas y debilidades de la autogestión obrera en la España revolucionaria y a las fatales actitudes y comportamientos jerárquicos de la colaboración de los líderes anarquistas con el estatismo en la misma época.

David Porter es profesor jubilado de historia y ciencias políticas de la SUNY y editor de Vision on Fire: Emma Goldman on the Spanish Revolution. Es traductor y autor de Eyes to the South: French Anarchists and Algeria, una historia de base de las últimas seis décadas de la historia de Argelia desde la perspectiva del movimiento anarquista francés.

Ver también:

Los Quijotes: Grupo Juvenil Anarquista, España 1937 (Quinto Estado Vol. 24 Número 2 (Número entero 332) Verano 1989) y Noticias de la Revolución Española: Perspectivas antiautoritarias sobre los acontecimientos

Traducido por Jorge Joya

Original: