Lessons from Spain’s Mujeres Libres:Anarchism & the Struggle for the Emancipation of Women - Martha Ackelsberg, Fifth Estate, Spring 2006 - Back Flag Anarchist Review Vol1, 1
En 1936, grupos de mujeres de Madrid y Barcelona fundaron Mujeres Libres, una organización dedicada a la liberación de su "triple esclavitud a la ignorancia, como mujeres y como productoras". Aunque duró menos de tres años (sus actividades en España se interrumpieron bruscamente por la victoria de las fuerzas de Franco en febrero de 1939), Mujeres Libres movilizó a más de 20.000 mujeres y desarrolló una amplia red de actividades destinadas a empoderar a las mujeres a título individual al tiempo que construían un sentimiento de comunidad.
Al igual que el movimiento anarcosindicalista español en el que estaban arraigadas, Mujeres Libres insistió en que el pleno desarrollo de su individualidad dependía del desarrollo de un fuerte sentido de conexión con los demás.
Quienes crearon Mujeres Libres estaban profundamente comprometidas con el movimiento anarquista más amplio y sus objetivos. Pero consideraron que las organizaciones existentes de ese movimiento eran inadecuadas para abordar los problemas específicos a los que se enfrentaban como mujeres, tanto en el propio movimiento como en la sociedad en general.
Llegaron a insistir en que una organización separada, dedicada a la emancipación -para liberar a las mujeres de su triple esclavitud: esclavitud a la ignorancia, como mujeres y como trabajadoras- era esencial tanto para las mujeres como para el éxito del movimiento en general. En este breve artículo, situaré a Mujeres Libres en el contexto del movimiento anarcosindicalista español: qué ofrecía, cuáles eran sus límites y, a continuación, explicaré por qué -en ese caso- las mujeres consideraron necesario crear una organización femenina autónoma.
El anarquismo pretende abolir la jerarquía y las relaciones estructuradas de dominación y subordinación en la sociedad, y crear una sociedad basada en la igualdad, la mutualidad y la reciprocidad en la que cada persona sea valorada y respetada como individuo.
Esta visión social se combina con una teoría del cambio social, dos dimensiones especialmente críticas para entender las visiones y acciones de Mujeres Libres: a) los medios deben ser coherentes con los fines; y b) las personas no pueden ser dirigidas hacia una sociedad futura, sino que deben crearla ellas mismas, reconociendo, por tanto, sus propias habilidades y capacidades.
Además, algunos escritores y activistas anarquistas del siglo XIX, tanto en España como en otros lugares, se dirigieron específicamente a la subordinación de las mujeres en sus sociedades, e insistieron en que la plena emancipación humana requería no sólo la abolición del capitalismo y de las instituciones políticas autoritarias, sino la superación de la subordinación cultural y económica de las mujeres, tanto dentro como fuera del hogar.
Por ejemplo, ya en 1872, un congreso anarquista celebrado en Zaragoza, España, declaró que las mujeres debían ser plenamente iguales a los hombres en el hogar y en el trabajo.
Sin embargo, ni la teoría del anarquismo ni la práctica del anarcosindicalismo en España eran igualitarias en el pleno sentido de la palabra. Aunque muchos escritores reconocieron la importancia de la emancipación de las mujeres para el proyecto anarquista, y la importancia de ellas para el movimiento, pocos dieron a esas preocupaciones la máxima prioridad. Como ocurrió con los movimientos socialistas en toda Europa, muchos anarquistas trataron la cuestión de la subordinación de las mujeres como, en el mejor de los casos, algo secundario respecto a la emancipación de los trabajadores, un problema que se resolvería "al día siguiente de la revolución".
Así, aunque el movimiento anarcosindicalista español ofrecía la promesa de integrar plenamente la preocupación por la subordinación de las mujeres en una teoría de transformación social radical, esa promesa no se cumplió en la práctica. A pesar de la aparente conciencia en el núcleo de la teoría anarquista de que las relaciones de dominación eran múltiples y complejas, la atención a la subordinación de las mujeres fue repetidamente menos prioritaria que la opresión de los trabajadores varones. Mujeres Libres se fundó para hacer frente a esta y otras deficiencias del movimiento.
Mujeres Libres y la concepción anarquista del cambio social
Como he señalado anteriormente, Mujeres Libres fue creada por mujeres que, a su vez, estaban profundamente arraigadas en el movimiento anarcosindicalista más amplio. Ellas también rechazaban la dominación en todas sus formas y aspiraban a una sociedad caracterizada por el respeto mutuo y la reciprocidad, en la que cada persona fuera valorada y respetada como individuo. Reconocieron que la organización económica -y las estructuras de poder y dominación basadas en el control de los medios de producción- era una fuente importante de poder y desigualdad.
Señalaron que esas relaciones deshumanizan tanto a los poderosos como a los relativamente impotentes, e insistieron en que la única forma de salir de esas relaciones era mediante la autoorganización de los desempoderados/subordinados.
El proceso de organización y lucha colectiva cambia la percepción que la gente tiene de sí misma, eleva la conciencia, empodera y permite a la gente crear una nueva realidad. Al mismo tiempo, no privilegiaron la economía, insistiendo en que era necesario enfrentarse a todas las formas de poder estructurado jerárquicamente, no sólo a las basadas en las relaciones económicas (por ejemplo, incluyendo el Estado, la Iglesia y los hombres sobre las mujeres). Y, quizá lo más importante, se tomaron a pecho la insistencia anarquista en la relación entre medios y fines en las luchas sociales. No se puede crear una sociedad igualitaria con medios autoritarios; cualquier proceso verdaderamente revolucionario debe crear una sociedad igualitaria en sus prácticas. Al mismo tiempo (y tal vez un poco paradójicamente), "no se puede improvisar una revolución": la gente debe prepararse para ella.
En el contexto anarcosindicalista español, eso significaba (a) la acción directa: la actividad revolucionaria debe comenzar donde está la gente, no a través de intermediarios (por ejemplo, los partidos políticos). Y deben ser actividades que cambien las realidades en las que vive la gente. En España, los anarquistas defendieron -y apoyaron- la organización sindical y las huelgas en los centros de trabajo, pero también las protestas por la "calidad de vida" y otras formas de comunidad. La otra característica crucial de este enfoque era (b) la educación, en una variedad de formas. Creían firmemente que la alfabetización contribuiría a mejorar el sentido de sí mismo y a aumentar la capacidad de obtener información sobre el mundo. Así, los anarquistas y los anarcosindicalistas crearon "escuelas racionalistas" y ateneos (centros culturales en tiendas) en los primeros años del siglo XX, destinados tanto a adultos como a niños.
Organizaron y apoyaron una amplia gama de centros culturales, grupos de jóvenes, grupos de teatro, una variedad de actividades al aire libre e informales que contribuirían a la "inculturación", la alfabetización, un sentido de lo que Martin Luther King, Jr. llamaría más tarde un sentido de "somebodyness". Este tipo de actividades -especialmente las relacionadas con los programas culturales/de alfabetización- eran un elemento "característico" de la organización anarquista tanto en las zonas rurales como en las urbanas.
La subordinación de las mujeres
Algunos escritores anarquistas de los primeros años del siglo XX utilizaron el ejemplo de lo que les ocurría a las mujeres en la sociedad dominada por los hombres para ilustrar sus afirmaciones sobre los efectos desempoderadores de la jerarquía en general. Pero eso no significaba que todos (o incluso la mayoría) de los anarquistas masculinos (o de las organizaciones anarcosindicalistas) estuvieran comprometidos con la liberación de las mujeres como una prioridad importante para el movimiento. De hecho, el movimiento en España estaba dividido tanto sobre el lugar de las mujeres en las organizaciones de la clase obrera, como sobre la naturaleza de la subordinación de las mujeres y lo que sería necesario para superarla.
Hubo dos corrientes de pensamiento dominantes en España sobre las relaciones entre hombres y mujeres a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Una seguía la obra de Proudhon, y trataba a la mujer, esencialmente, como reproductora, que contribuye a la sociedad en y a través de su papel en el hogar y la familia. Una segunda, con raíces en los puntos de vista de Bakunin, afirmaba que las mujeres eran iguales a los hombres y que la clave de la emancipación de las mujeres sería su plena incorporación a la fuerza de trabajo remunerada en igualdad de condiciones con ellos. La posición oficial de la CNT [Confederación Nacional del Trabajo, la confederación sindical anarcosindicalista] seguía este segundo punto de vista. Pero eso no era garantía de que la mayoría de los miembros de la CNT actuaran de acuerdo con ese compromiso.
Pero había, además, una tercera opinión -mayoritariamente sostenida por las mujeres dentro del movimiento (pero no sólo)- según la cual organizar a las mujeres en los sindicatos no sería, en sí mismo, suficiente. Quienes sostenían esta perspectiva (articulada, por ejemplo, por Emma Goldman) insistían en que las fuentes de la subordinación de las mujeres eran más amplias y profundas que la explotación económica en el lugar de trabajo, por lo que la subordinación de las mujeres era tanto un fenómeno cultural como económico, y reflejaba una devaluación de las mujeres y de sus actividades mediadas por instituciones como la familia y la iglesia. Algunos situaron la subordinación de la mujer en su papel reproductivo y en el doble rasero de la moral sexual, argumentando que estos aspectos también tendrían que cambiar.
Organizaciones del movimiento y subordinación de la mujer
"Todos esos compañeros, por muy radicales que sean en los cafés, en los sindicatos e incluso en los grupos de afinidad [FAI - Federacidn Anarquista Ibérica], parecen dejar caer sus disfraces de amantes de la liberación femenina a las puertas de sus casas. Dentro, se comportan con sus compañeras como vulgares maridos". - Kyralina [Lola Iturbe]
La mayoría de las mujeres señalaron que los compañeros varones (en los sindicatos, grupos juveniles, centros culturales) no siempre las trataban con respeto. Como dijo Enriqueta Rovira (que procedía de una familia numerosa de activistas anarquistas) les dijo a sus compañeros: "Es cierto que hemos luchado juntos, pero vosotros sois siempre los líderes y nosotros los seguidores. Tanto en la calle como en casa, somos poco más que esclavos". Las mujeres prácticamente siempre se encontraban en minoría entre los activistas de los sindicatos o ateneos, lo que significaba que era difícil conseguir la participación de otras mujeres, especialmente cuando su escaso número las hacía especialmente vulnerables a los comentarios o acciones sexistas de sus compañeros.
Algunas de sus historias ayudan a recordar el ambiente de la época.
1. Azucena Fernández Barba tenía dos padres profundamente comprometidos con el movimiento. Ella, sus hermanas (entre ellas Enriqueta Rovira) y su hermano ayudaron a fundar el ateneo Sol y Vida en Barcelona. Pero, afirmó, "dentro de sus propias casas, [los hombres] se olvidaron por completo de la lucha de las mujeres. Es lo mismo que, por usar una analogía, un hombre que está obsesionado con las cartas. Salen a jugar a las cartas y lo hacen independientemente de lo que ocurra en la casa. Lo mismo con nosotros, sólo que no se trata de cartas, sino de ideas: ..... Se esforzaron, se pusieron en huelga, etc. Pero dentro de la casa, peor que nada".
2. Pura Pérez Benavent Arcos también señaló que los hombres no parecían tomar en serio a las mujeres, ni en casa ni en un contexto más "público/político". Informó que cuando las chicas iban a las reuniones de las Juventudes (el movimiento juvenil anarquista), los chicos a menudo se reían de ellas incluso antes de que hablaran.
3. Pepita Carpena, activa desde hace tiempo en la CNT y en las Juventudes de Barcelona, contó esta historia sobre una de sus experiencias con un compañero de las Juventudes:
Te voy a contar una anécdota, porque a mí lo que siempre me ha salvado es que soy muy extrovertida, y no me da reparo responder a la gente que me hace pasar un mal rato...
Una vez, un compañero de las Juventudes se me acercó y me dijo: "Tú, que dices que estás tan liberado. No estás tan liberado" -te lo digo para que veas la mentalidad de estos, estos hombres- "porque si te pidiera que me dieras un beso, no lo harías".
Me quedé mirándolo y pensando: "¿Cómo voy a salir de ésta?". Y entonces le dije: "Escucha: cuando quiero ir a la cama con un chico, soy yo la que tiene que elegirlo. No me voy a la cama con cualquiera", le dije. "Tú no me interesas, como hombre. No siento nada por ti... ¿Por qué quieres que me "libere", como dices, yendo a la cama contigo? Eso no es ninguna liberación para mí. Eso es hacer el amor simplemente por hacer el amor".
"No", le dije, "el amor es algo que tiene que ser como comer: si tienes hambre, comes; y si quieres irte a la cama con un tío, pues...".
"Además, te voy a decir otra cosa. Quizás te enfades conmigo -(esto lo hice sólo para llegar a él, ¿no?)-, tu boca no me gusta... Y, no me gusta hacer el amor con un chico sin besarlo".
¡Se quedó sin palabras! Pero lo hice con un doble propósito... porque quería demostrarle que esa no es la forma de educar a las compañeras... Así era la lucha de las mujeres en España -incluso con los hombres de nuestro propio grupo- y ni siquiera estoy hablando de cómo era con otros chicos.
Estas actitudes y comportamientos reflejaban parte de la variedad de opiniones que se habían ido desarrollando sobre el lugar adecuado de las mujeres, tanto en la sociedad como en un movimiento revolucionario. A pesar del compromiso oficial con la igualdad de las mujeres, la organización de las trabajadoras rara vez se tomaba en serio, si es que lo hacía. Muchos hombres anarquistas consideraban a las mujeres más como "compañeras" que como revolucionarias activas.
Además, aunque las mujeres se afiliaron activamente a los sindicatos a finales del siglo XIX -e incluso constituyeron una mayoría de miembros en algunos locales textiles-, rara vez estuvieron representadas en la dirección del sindicato. La práctica de los sindicatos anarcosindicalistas, tanto en lo que respecta a la práctica de los sindicatos anarcosindicalistas -ya sea en lo que respecta a la movilización de las trabajadoras o a la incorporación de los "temas femeninos" en la agenda sindical- solía ir bastante por detrás de su compromiso ideológico con la inclusión igualitaria de las mujeres.
Mujeres Libres: Captación y Capacitación
En este contexto, entre 1934 y 1936, las mujeres empezaron a debatir la subordinación específica de las mujeres dentro del movimiento y las formas de organizarse para hacer frente a ella. ¿Por qué una organización separada para las mujeres? No porque no confiaran en los hombres, ni porque los hombres no estuvieran dispuestos a comprometerse con la igualdad de las mujeres. Más bien, porque sólo a través de sus propias acciones autónomas y autodirigidas, las mujeres llegarían a reconocer sus propias capacidades y podrían participar como iguales dentro del movimiento revolucionario. Lucía Sánchez Saornil, que sería una de las tres coiniciadoras de Mujeres Libres, escribió en 1935.
No es él [el compañero masculino] el llamado a establecer los roles y responsabilidades de la mujer en la sociedad, por muy elevados que los considere. No, el camino anarquista es permitir que la mujer actúe libremente por sí misma, sin tutores ni presiones externas; que se desarrolle en la dirección que le dicten su naturaleza y sus facultades.
Los grupos empezaron a reunirse en diversas ciudades y pueblos de todo el país, con diferentes focos. En Terrassa, las trabajadoras del sector textil, todas ellas miembros del sindicato clandestino CNT, comenzaron a reunirse en 1928. Su objetivo: sentirse cómodas hablando en grupo, y debatir cuestiones (trabajo o salarios, por ejemplo) que podrían plantear en las asambleas sindicales. Como resultado de estas reuniones, el sindicato incluyó en sus reivindicaciones, ya en 1931, el derecho de las mujeres a un salario igual al de los hombres por un trabajo igual, y ocho semanas de permiso de maternidad remunerado.
En Barcelona, a finales de 1934 comenzó a formarse un grupo. Reunía a las mujeres que participaban en los sindicatos de la CNT con el objetivo de fomentar la solidaridad y animarlas a desempeñar un papel más activo en sus sindicatos y en el movimiento. Como informó Soledad Estorach (una de las que convocó aquella primera reunión)
En Cataluña, al menos, la posición dominante era que tanto los hombres como las mujeres debían participar. Pero el problema era que los hombres no sabían cómo involucrar a las mujeres como activistas. Tanto los hombres como la mayoría de las mujeres pensaban en las mujeres en un estatus secundario.
Para la mayoría de los hombres, creo, la situación ideal sería tener una compañera que no se opusiera a sus ideas, pero en cuya vida privada fuera más o menos como las demás mujeres. Querían ser activistas las 24 horas del día -y en ese contexto, por supuesto, es imposible tener igualdad-.... Los hombres se involucraron tanto que las mujeres se quedaron atrás, casi por necesidad." Como resultado, "lo que ocurría es que las mujeres venían una vez -quizá incluso se unían-. Pero no se las volvía a ver. Así que muchas compañeras llegaron a la conclusión de que podría ser una buena idea crear un grupo separado para estas mujeres...
En Madrid, y en otros lugares, se llevaron a cabo esfuerzos similares. Con el tiempo (en algún momento de 1936), los grupos se enteraron de las actividades de los demás y sus representantes comenzaron a reunirse. Querían explorar lo que reconocían como la subordinación específica de las mujeres en la sociedad capitalista, en un ambiente que tomara en serio a las mujeres -sus vidas, experiencias y esperanzas-.
Antes de pasar a analizar sus programas, quiero dejar claro que no se definían a sí mismas como "feministas", es decir, mujeres que se centran en el acceso a la educación y a los trabajos profesionales. Este tipo de cuestiones habían sido durante mucho tiempo la preocupación de las feministas de clase media, pero habían sido rechazadas por las anarquistas por considerarlas irrelevantes para las preocupaciones de la clase trabajadora (tanto de las mujeres como de los hombres), y por reforzar las estructuras que estaban comprometidas a derrocar.
Como informó Soledad, "no somos ni fuimos 'feministas', las que luchaban contra los hombres. No queríamos sustituir la jerarquía masculina por una femenina. Era esencial que trabajáramos y lucháramos juntas, porque si no, no habría revolución social. Pero necesitábamos nuestra propia organización para luchar por nosotras mismas".
Durante los primeros meses, los grupos se dedicaron a una combinación de concienciación y acción directa. Crearon redes de mujeres anarquistas que intentaban satisfacer la necesidad de apoyo mutuo en contextos sindicales y de otros movimientos; y asistieron a reuniones entre ellas, comprobando los informes de comportamiento machista por parte de sus compañeros, y elaborando estrategias sobre cómo afrontarlo. El grupo de Barcelona creó guarderías volantes. En sus esfuerzos por implicar a más mujeres en las actividades sindicales, se encontraron repetidamente con la afirmación de que las responsabilidades de las mujeres en el cuidado de los niños les impedían quedarse hasta tarde en el trabajo, o salir por la noche, para participar en las reuniones. Decidieron abordar este problema ofreciendo servicios de guardería a las mujeres que estuvieran interesadas en ser delegadas del sindicato.
En julio de 1936, la Guerra Civil española comenzó con un intento de golpe de estado militar que fue rechazado por una combinación de civiles armados, entre ellos muchos miembros de la CNT, y algunos soldados leales. El golpe fallido -y la guerra civil resultante- proporcionó el contexto para una amplia revolución social que se basó en más de 70 años de organización anarquista (y socialista) en España. Las milicias sustituyeron al ejército, los trabajadores colectivizaron las fábricas abandonadas por los propietarios, los trabajadores agrícolas se hicieron cargo de las fincas abandonadas y muchos municipios se vieron afectados por la guerra de fincas abandonadas, y muchos municipios también fueron colectivizados.
Mientras tanto, en agosto, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Alemania firmaron un "Tratado de No Intervención", aunque Italia y Alemania anunciaron inmediatamente que no lo cumplirían, y suministraron soldados y material de guerra a los rebeldes fascistas durante todo el conflicto. Este tratado tuvo como consecuencia el creciente aislamiento internacional del gobierno republicano, ya que sólo México y la URSS aceptaron proporcionar cualquier tipo de apoyo material a los leales. El apoyo ruso, a su vez, contribuyó a un gran aumento del poder del Partido Comunista dentro de la coalición republicana.
En este contexto, Mujeres Libres desarrolló dos conjuntos de objetivos: capacitación y captación. Capacitación puede traducirse aproximadamente como "empoderamiento", es decir, tomar conciencia de las propias capacidades o habilidades y actuar sobre ellas. Esta era la esencia de prácticamente todos sus programas derivados de Mujeres Libres con la acción directa y, en concreto, con la noción de "preparación".
Organizaron programas de educación y alfabetización, a todos los niveles, tanto para adultos como para jóvenes programas de empleo y aprendizaje -tanto en zonas rurales como urbanas- porque creían que el empleo de las mujeres era fundamental para su emancipación, y no una simple respuesta temporal a la escasez de mano de obra en tiempos de guerra; programas de concienciación, que también se llevaron a cabo en el contexto de los sindicatos y los lugares de trabajo; programas de educación y apoyo en torno a la maternidad y la educación infantil de los hijos; educación en torno a la sexualidad y el control de la natalidad para las mujeres, programas educativos para los soldados en torno a la prostitución, y artículos y defensa contra la doble moral sexual; apoyo a la guerra (por ejemplo, campañas de propaganda, visitas a las milicias). Por ejemplo, campañas de propaganda, visitas a las milicias en el frente); y, amplios esfuerzos de relaciones públicas y medios de comunicación, incluyendo la creación de una revista que publicó 14 números, un amplio programa de publicaciones (libros, panfletos, etc.), un programa de radio y charlas públicas (tanto enseñando a las jóvenes a hablar en público, como organizando giras con la CNT y la FAI a pueblos y ciudades pequeñas).
La captación adquirió una importancia cada vez mayor a medida que la contrarrevolución se hacía más fuerte: significaba movilizar a las mujeres hacia las organizaciones del movimiento libertario, en contraposición a las comunistas. Las mujeres de Mujeres Libres se veían a sí mismas en una lucha con el Partido Comunista (y la Asociación de Mujeres Antifascistas -la organización femenina dominada por los comunistas-) por la lealtad y la afiliación de las mujeres. Esperaban contar con el apoyo de la CNT y de las Juventudes en sus esfuerzos, pero estas organizaciones nunca parecieron entender lo que Mujeres Libres intentaba hacer. En cambio, consideraban a las mujeres como "separatistas" que socavaban la unidad de la causa anarquista/anarcosindicalista. A medida que la guerra civil se prolongaba y aumentaba la necesidad de apoyo de las organizaciones dominadas por hombres, Mujeres Libres intentó explicar a sus compañeros masculinos por qué necesitaban una organización separada. Como escribieron en un comunicado en 1938
Somos conscientes de los precedentes establecidos tanto por las organizaciones feministas como por los partidos políticos... No podíamos seguir ninguno de esos caminos. No podíamos separar el problema de las mujeres del problema social [por ejemplo, las injusticias de clase], ni podíamos negar la importancia del primero [la subordinación de las mujeres] convirtiendo a las mujeres en un simple instrumento de cualquier organización, incluso de nuestra propia organización libertaria. La intención que subyacía en nuestras actividades era mucho más amplia: servir a una doctrina, no a un partido; capacitar a las mujeres para hacer de ellas individuos capaces de contribuir a la estructuración de la sociedad futura, individuos que han aprendido a ser autodeterminados, no a seguir ciegamente los dictados de ninguna organización.
Sus luchas, sin embargo, nunca fueron plenamente comprendidas ni apreciadas. Nunca recibieron el apoyo financiero y de otro tipo explícito del del movimiento más amplio que esperaban. Sus experiencias han sido, y son, repetidas por mujeres que participan en movimientos radicales en muchos otros lugares del mundo (tanto en Estados Unidos como en Canadá).
Conclusiones/apreciación
Mujeres Libres exigió que la nueva sociedad -y los esfuerzos para crearla- incluyera tanto a las mujeres como a los hombres. En la práctica, insistieron en que el movimiento tratara a las mujeres y a los hombres por igual, respetando al mismo tiempo las diferencias de las mujeres con respecto a los hombres, una tarea nada fácil y en la que nosotros, en los Estados Unidos, no hemos sido necesariamente mucho mejores. Esta perspectiva fue la contribución única de Mujeres Libres al desarrollo del movimiento libertario en España (y, de hecho, en todo el mundo).
Al mismo tiempo, fue la que les planteó los mayores retos.
A pesar de las dificultades que tuvieron (exploro tanto los éxitos como las dificultades en mi libro, Mujeres Libres de España), es importante reconocer lo que lograron, incluso en medio de la guerra civil.
En primer lugar, actuaron sobre la base de una comprensión de la situación de las mujeres en la sociedad que era avanzada -incluso revolucionaria- no sólo para su época, sino incluso para la nuestra. Lo más significativo es que concibieron la emancipación de la mujer como parte integrante de la emancipación "humana". Además, se esforzaron por trabajar con ese fin en el contexto de un amplio movimiento social, lo que, a su vez, les exigía enfrentarse a sus propios compañeros y organizaciones, al mismo tiempo que intentaban trabajar con ellos. Estos no son ahora -ni lo eran entonces- objetivos fáciles de alcanzar.
En segundo lugar, ofrecieron una visión verdaderamente importante de la emancipación de las mujeres: una visión que no consistía en la conquista del poder (económico, político o social) por parte de las mujeres, sino que era una crítica profunda de la jerarquía en todas sus formas. Insistieron en que la búsqueda de privilegios para algunos siempre dejará en los márgenes a otros "desprivilegiados" (por ejemplo, hoy en día, los desempleados, los inmigrantes, los subempleados, las "madres del bienestar", los gays). E imaginaron una sociedad "más justa, más humana, para todos", e insistieron en que, para lograr ese objetivo, las mujeres debían trabajar por él junto con los hombres.
En tercer lugar, reconocieron la importancia de la diversidad, de la variedad, de las diferencias entre las personas. Y propusieron una visión de la transformación social en la que en la que se incluiría a los distintos grupos, con todas sus diferencias. Argumentaron que la verdadera libertad -la emancipación en el pleno sentido de la palabra- sólo puede alcanzarse en comunidad, y a través de la lucha social/colectiva. Como decía uno de sus "llamamientos" originales
¿Vives en un pueblo donde las mujeres están relegadas a una vida de oscuridad e insignificancia, consideradas poco más que cosas, dedicadas exclusivamente al cuidado del hogar y la familia? Sin duda, muchas veces te has encontrado disgustada con esto, y, cuando has sido testigo de la libertad que ejercen tus hermanos, y los hombres de tu casa, has sentido pena por la situación de la mujer...
Pues bien, contra todo lo que has tenido que sufrir, contra todo esto, llega Mujeres Libres. Queremos que tengas la misma libertad que tus hermanos, queremos que tu voz sea escuchada con el mismo respeto que la de tu padre. Queremos que alcances esa vida independiente que a veces imaginas para ti.
Ahora bien, recuerda que todo esto requerirá de tu trabajo; estas metas no se lograrán simplemente queriéndolas; necesitarás la ayuda, el esfuerzo colectivo de otras compañeras. Necesitarás que otras personas se interesen por las mismas cosas que tú; ellas tendrán que ayudarte, y tú a ellas. En una palabra, necesitarás trabajar en comunidad.
No es una mala visión, incluso para nuestros días.