Libertad de pensamiento

 

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que el paso de monjas con sus hábitos por un mercado desencadenaba un concierto de canciones subidas de tono, en el que el paso de curas con sotana provocaba sonoros graznidos, y en el que los obreros cantaban en los andamios su odio a todas las religiones, que para ellos era el mismo que el de los patrones. Todas estas manifestaciones y muchas otras fueron aceptadas, si no aprobadas, por la mayoría de la población que las acogió con sonrisas. Sólo los clérigos directamente afectados y los fundamentalistas condenaron a los autores.

A veces, incluso los jóvenes rebeldes decoraban las puertas de las iglesias con eslóganes grandilocuentes como "Dios ha muerto" o incluso orinaban en las fuentes de las iglesias sin provocar más que unas líneas de desaprobación en el periódico local.

Por desgracia, esos días han pasado, y el asunto de Mila es un ejemplo más de ello. Que una joven de 16 años, extremadamente tranquila y razonable, preocupada simplemente por expresar en su blog sus opciones amorosas y su muy racional rechazo a las religiones, se vea cubierta de insultos, amenazada de muerte por multitudes histéricas, sin que prácticamente ninguna de las organizaciones teóricamente laicas y progresistas asuma su defensa, que un Ministro de Justicia la acusa de blasfemia (la ironía es que este delito no existe en la legislación francesa y uno se pregunta si no se trata de un lapsus que revela que la Ministra se arrepiente en su corazón? ), que un fiscal haya iniciado inicialmente un procedimiento contra ella con el beneplácito de las organizaciones supuestamente encargadas de la defensa de las libertades (el que no dice nada lo consiente), que un representante oficial del Consejo de los Musulmanes de Francia se arrepienta públicamente de no haber podido reprimir a esta joven, la actitud de todos estos defensores del orden moral demuestra que todas las barreras que se supone que nos protegen de la locura integrista están cayendo. No es de extrañar que los locos, seguidores de cualquier culto religioso, formen un frente común para prohibir la crítica religiosa.

A lo largo de la historia, abundan los ejemplos que nos muestran que judíos, cristianos, musulmanes o budistas tienen en común un odio violento hacia todos los que no piensan como ellos. En particular, todos ellos odian a los librepensadores y a los ateos y buscan por todos los medios eliminarlos. A principios del siglo XXI, en Arabia Saudí, Irán, Pakistán y muchos otros países, se encarcela, tortura y asesina a hombres y mujeres porque se declaran ateos, sin dios ni religión. Y no se puede sino deplorar el notable silencio de todas las altas autoridades del Estado francés que se apresuraron a encontrar las palabras para culpar a Mila.

Si bien no hay riesgo en denunciar a una niña de 16 años, criticar las prácticas de derechos humanos de ciertos Estados puede tener consecuencias desafortunadas para las relaciones comerciales (Pakistán, Arabia Saudí e India son aficionados a nuestro equipamiento militar). Los odios religiosos han sido y son una de las principales causas de guerra en el mundo y hacen felices a todos los traficantes de armas. Y no es porque estas religiones afirmen ser religiones de paz y amor que esto cambia algo. Es en nombre de estas supuestas religiones de paz y amor que protestantes y católicos se matan desde hace 2 o 3 siglos, que sunitas y chiitas se masacran desde hace 12 siglos, en nombre de Buda que se masacraron 40 millones de herejes en China en el siglo XIX (revuelta Taiping), etc. etc. Habría que hablar también de la represión ultraviolenta llevada a cabo en todo momento por las iglesias contra los científicos, racionalistas y demás librepensadores, habría que hablar también de los auto-da-fes, la inquisición, la caza de brujas, la caza de judíos, etc.

La lista de crímenes cometidos en nombre de Dios, sea cual sea el nombre que se le dé, es muy larga; y lo que es peor, crece constantemente. Esto se debe a que toda persona religiosa pretende ser poseedora de una verdad absoluta, la que le ha sido revelada por su dios o sus profetas, y por tanto es incuestionable (impugnar la palabra de dios es cuestionar la existencia misma de dios) y cualquiera que no comparta esta creencia o que tenga una creencia diferente es por tanto, en el mejor de los casos, un competidor al que hay que combatir, y en el peor, un enemigo al que hay que destruir. Por eso las religiones luchan ferozmente entre sí desde hace siglos y saben unirse para exterminar a los librepensadores y a los ateos.

Anarquistas, somos enemigos de todos los dogmas que no se basan en la razón y como tales somos enemigos irreconciliables de todas las religiones y afirmamos alto y claro que la humanidad sólo se emancipará de verdad cuando se libere de estas alimañas.

Fuente original: ¡CNT-AIT del anarcosindicalismo! - Enero-febrero de 2020. 

FUENTE: Grupo Proudhon de la Fédération Anarchiste

Traducido por. Jorge Joya

Original: www.socialisme-libertaire.fr/2021/06/liberte-de-penser.html