En septiembre de 1899, Errico Malatesta publicó este "programa anarquista" en La Questione Sociale de Paterson, Nueva Jersey. El programa fue muy influyente entre los anarquistas de habla italiana e hispana, y posteriormente fue modificado y adoptado por la Unión Anarquista Italiana (UAI) en su Congreso de 1920 en Bolonia. El programa ofrece un resumen sucinto de la concepción madura del anarquismo de Malatesta. Está incluido en el volumen IV de las Obras Completas de Malatesta. Incluí extractos de la versión revisada de la AUI de 1920 en el Volumen Uno de Anarquismo: Una historia documental de las ideas libertarias.
Nuestro programa
No tenemos nada nuevo que decir.
La propaganda no es, ni puede ser, sino la repetición incesante e incansable de aquellos principios que deben guiar nuestra conducta en las diversas circunstancias de la vida.
Por lo tanto, reafirmaremos, con palabras más o menos diferentes pero en la misma línea, nuestro viejo programa revolucionario-anarquista-socialista.
Creemos que la mayoría de los males que afligen a la humanidad provienen de una mala organización social; y que el Hombre podría destruirlos si quisiera y supiera cómo.
La sociedad actual es el resultado de luchas seculares del hombre contra el hombre. Al no comprender las ventajas que podrían obtenerse para todos mediante la cooperación y la solidaridad; al ver en cada uno de los demás hombres (con la posible excepción de los más cercanos a ellos por lazos de sangre) un competidor y un enemigo, cada uno de ellos trató de asegurar para sí mismo, el mayor número de ventajas posibles sin pensar en los intereses de los demás.
En tal lucha, evidentemente el más fuerte o el más afortunado estaba destinado a ganar, y de una u otra manera someter y oprimir a los perdedores.
Mientras el hombre no pudiera producir más de lo estrictamente necesario para mantenerse con vida, los conquistadores no podían hacer más que poner en fuga o masacrar a sus víctimas, y apoderarse de los alimentos que éstas habían recogido.
Luego, cuando con el descubrimiento del pastoreo y la agricultura el hombre pudo producir más de lo que necesitaba para vivir, los conquistadores encontraron más rentable reducir a los conquistados a un estado de esclavitud, y ponerlos a trabajar en su beneficio.
Más tarde, los conquistadores se dieron cuenta de que era más conveniente, más rentable y más seguro explotar el trabajo de los demás por otros medios: retener para sí el derecho exclusivo a la tierra y a los instrumentos de trabajo, y liberar a los desheredados que, al encontrarse sin medios de vida, se veían obligados a recurrir a los terratenientes y a trabajar para ellos, según sus condiciones.
Así, paso a paso, a través de una complicadísima serie de luchas de todo tipo, de invasiones, de guerras, de rebeliones, de represiones, de concesiones ganadas por la lucha, de asociaciones de los oprimidos unidas para la defensa, y de los conquistadores para el ataque, hemos llegado al estado actual de la sociedad, en el que algunos han heredado la tierra y toda la riqueza social, mientras que la masa del pueblo, desheredada en todos los aspectos, es explotada y oprimida por una pequeña clase poseedora.
De todo esto surge la miseria en la que vive hoy la mayoría de los trabajadores, y que a su vez crea los males como la ignorancia, la delincuencia, la prostitución, las enfermedades por desnutrición, la depresión mental y la muerte prematura. De todo esto surge una clase especial (gobierno) que, dotada de los medios de represión necesarios, existe para legalizar y proteger a la clase propietaria de las demandas de los trabajadores; y luego utiliza los poderes de que dispone para crear privilegios para sí misma y someter, si puede, también a la propia clase propietaria. De ahí la creación de otra clase privilegiada (el clero), que mediante una serie de fábulas sobre la voluntad de Dios, y sobre una vida después de la muerte, etc., trata de persuadir a los oprimidos para que acepten la opresión dócilmente, y (al igual que el gobierno), además de servir a los intereses de la clase propietaria, sirve a los suyos propios. De ahí la creación de una ciencia oficial que, en todo aquello que sirve a los intereses de la clase dominante, es la negación de la verdadera ciencia. De aquí el espíritu patriótico, el odio de raza, las guerras y la paz armada, a veces más desastrosa que las propias guerras. De ahí la transformación del amor en tormento o en sórdido comercio. De ahí el odio, más o menos disfrazado, la rivalidad, la sospecha entre todos los hombres, la inseguridad y el miedo universal.
Queremos cambiar radicalmente tal estado de cosas. Y como todos estos males tienen su origen en la lucha entre los hombres, en la búsqueda del bienestar por el propio esfuerzo y para uno mismo y contra todos, queremos enmendarlo, sustituyendo el odio por el amor, la competencia por la solidaridad, la búsqueda individual del bienestar personal por la cooperación fraternal para el bienestar de todos, la opresión y la imposición por la libertad, la mentira religiosa y pseudocientífica por la verdad.
Por lo tanto:
- Abolición de la propiedad privada de la tierra, de las materias primas y de los instrumentos de trabajo, para que nadie disponga de los medios de vida mediante la explotación del trabajo de los demás, y para que todos, asegurados los medios de producción y de vida, sean verdaderamente independientes y estén en condiciones de unirse libremente entre sí para un objetivo común y según sus simpatías personales.
- Abolición del gobierno y de todo poder que hace la ley y la impone a los demás: por lo tanto, abolición de las monarquías, las repúblicas, los parlamentos, los ejércitos, las fuerzas policiales, las magistraturas y cualquier institución dotada de poderes coercitivos.
- Organización de la vida social por medio de asociaciones y federaciones libres de productores y consumidores, creadas y modificadas según los deseos de sus miembros, guiadas por la ciencia y la experiencia, y libres de cualquier tipo de imposición que no surja de las necesidades naturales, a las que todos, convencidos por un sentimiento de necesidad imperiosa, se someten voluntariamente.
- Los medios de vida, para el desarrollo y el bienestar, serán garantizados a los niños y a todos los que estén impedidos de proveerse por sí mismos.
- Guerra a las religiones y a todas las mentiras, aunque se amparen bajo el manto de la ciencia. Instrucción científica para todos hasta el nivel avanzado.
- Guerra al patriotismo. Abolición de las fronteras; fraternidad entre todos los pueblos.
- Reconstrucción de la familia, como surgirá de la práctica del amor, liberada de toda atadura legal, de toda opresión económica y física, de todo prejuicio religioso.
Este es nuestro ideal.
Todo esto es, sin embargo, menos sencillo de lo que podría parecer a primera vista. Tenemos que tratar con las personas tal como se encuentran en la sociedad actual, en la más miserable condición moral y material; y nos engañaríamos si pensáramos que la propaganda es suficiente para elevarlas a ese nivel de desarrollo intelectual que se necesita para poner en práctica nuestras ideas.
Entre el hombre y su entorno social existe una acción recíproca. Los hombres hacen de la sociedad lo que es y la sociedad hace de los hombres lo que son, y el resultado es por tanto una especie de círculo vicioso. Para transformar la sociedad hay que cambiar a los hombres, y para transformar a los hombres hay que cambiar la sociedad.
La pobreza embrutece al hombre, y para abolir la pobreza los hombres deben tener conciencia y determinación social. La esclavitud enseña a los hombres a ser esclavos, y para liberarse de la esclavitud se necesitan hombres que aspiren a la libertad. La ignorancia tiene el efecto de hacer que los hombres desconozcan las causas de sus desgracias, así como los medios para superarlas, y para acabar con la ignorancia es necesario que los hombres tengan el tiempo y los medios para educarse.
Los gobiernos acostumbran a la gente a someterse a la Ley y a creer que la Ley es esencial para la sociedad; y para abolir el gobierno hay que convencer a los hombres de la inutilidad y la nocividad del gobierno.
¿Cómo se sale de este círculo vicioso?
Afortunadamente la sociedad existente no ha sido creada por la voluntad inspirada de una clase dominante, que ha logrado reducir a todos sus súbditos a instrumentos pasivos e inconscientes de sus intereses. Es el resultado de mil luchas intestinas, de mil factores humanos y naturales que actúan indistintamente, sin criterios directivos; y por ello no hay divisiones claras ni entre individuos ni entre clases.
Son innumerables las variaciones de las condiciones materiales; son innumerables los grados de desarrollo moral e intelectual; y no siempre -casi diríamos que muy raramente- el lugar de un individuo en la sociedad se corresponde con sus capacidades y sus aspiraciones. Muy a menudo, individuos acostumbrados a las condiciones de confort caen en tiempos difíciles y otros, a través de circunstancias excepcionalmente favorables logran elevarse por encima de las condiciones en las que nacieron. Una gran parte de la clase obrera ya ha logrado salir de un estado de pobreza abyecta, o nunca estuvo en tal situación; ningún trabajador que se precie se encuentra en un estado de completa inconsciencia social, de completa aquiescencia a las condiciones que le imponen los patrones. Y las mismas instituciones, tal como han sido producidas por la historia, contienen contradicciones orgánicas y son como los gérmenes de la muerte, que al desarrollarse dan lugar a la disolución de las instituciones y a la necesidad de transformación.
De ahí la posibilidad del progreso, pero no la posibilidad de llevar a todos los hombres al nivel necesario para querer, y conseguir, la anarquía, mediante la propaganda, sin una previa transformación gradual del entorno.
El progreso debe avanzar contemporáneamente y en líneas paralelas entre los hombres y su entorno. Hay que aprovechar todos los medios, todas las posibilidades y las oportunidades que el entorno actual nos permite para actuar sobre nuestros semejantes y desarrollar sus conciencias y sus exigencias; hay que utilizar todo el avance de las conciencias humanas para inducirlas a reclamar e imponer aquellas grandes transformaciones sociales que sean posibles y que sirvan efectivamente para abrir el camino a nuevos avances posteriores.
No debemos esperar a alcanzar la anarquía, limitándonos mientras tanto a la simple propaganda. Si lo hiciéramos así, agotaríamos pronto nuestro campo de acción; es decir, habríamos convertido a todos los que en el entorno existente son susceptibles de comprender y aceptar nuestras ideas, y nuestra propaganda posterior caería en terreno estéril; o si las transformaciones del entorno hicieran surgir nuevas agrupaciones populares capaces de recibir nuevas ideas, esto ocurriría sin nuestra participación, lo que perjudicaría nuestras ideas.
Debemos procurar que todo el pueblo, o los distintos sectores del pueblo, exijan, se impongan y tomen para sí todas las mejoras y libertades que deseen a medida que alcancen el estado de quererlas, y el poder de exigirlas; y al propagar siempre todos los aspectos de nuestro programa, y luchar siempre por su completa realización, debemos empujar al pueblo a querer siempre más y a aumentar sus presiones, hasta que haya alcanzado la emancipación completa.
Errico Malatesta, septiembre de 1899
Original: Este es nuestro ideal.
Todo esto es, sin embargo, menos sencillo de lo que podría parecer a primera vista. Tenemos que tratar con las personas tal como se encuentran en la sociedad actual, en la más miserable condición moral y material; y nos engañaríamos si pensáramos que la propaganda es suficiente para elevarlas a ese nivel de desarrollo intelectual que se necesita para poner en práctica nuestras ideas.
Entre el hombre y su entorno social existe una acción recíproca. Los hombres hacen de la sociedad lo que es y la sociedad hace de los hombres lo que son, y el resultado es por tanto una especie de círculo vicioso. Para transformar la sociedad hay que cambiar a los hombres, y para transformar a los hombres hay que cambiar la sociedad.
La pobreza embrutece al hombre, y para abolir la pobreza los hombres deben tener conciencia y determinación social. La esclavitud enseña a los hombres a ser esclavos, y para liberarse de la esclavitud se necesitan hombres que aspiren a la libertad. La ignorancia tiene el efecto de hacer que los hombres desconozcan las causas de sus desgracias, así como los medios para superarlas, y para acabar con la ignorancia es necesario que los hombres tengan el tiempo y los medios para educarse.
Los gobiernos acostumbran a la gente a someterse a la Ley y a creer que la Ley es esencial para la sociedad; y para abolir el gobierno hay que convencer a los hombres de la inutilidad y la nocividad del gobierno.
¿Cómo se sale de este círculo vicioso?
Afortunadamente la sociedad existente no ha sido creada por la voluntad inspirada de una clase dominante, que ha logrado reducir a todos sus súbditos a instrumentos pasivos e inconscientes de sus intereses. Es el resultado de mil luchas intestinas, de mil factores humanos y naturales que actúan indistintamente, sin criterios directivos; y por ello no hay divisiones claras ni entre individuos ni entre clases.
Son innumerables las variaciones de las condiciones materiales; son innumerables los grados de desarrollo moral e intelectual; y no siempre -casi diríamos que muy raramente- el lugar de un individuo en la sociedad se corresponde con sus capacidades y sus aspiraciones. Muy a menudo, individuos acostumbrados a las condiciones de confort caen en tiempos difíciles y otros, a través de circunstancias excepcionalmente favorables logran elevarse por encima de las condiciones en las que nacieron. Una gran parte de la clase obrera ya ha logrado salir de un estado de pobreza abyecta, o nunca estuvo en tal situación; ningún trabajador que se precie se encuentra en un estado de completa inconsciencia social, de completa aquiescencia a las condiciones que le imponen los patrones. Y las mismas instituciones, tal como han sido producidas por la historia, contienen contradicciones orgánicas y son como los gérmenes de la muerte, que al desarrollarse dan lugar a la disolución de las instituciones y a la necesidad de transformación.
De ahí la posibilidad del progreso, pero no la posibilidad de llevar a todos los hombres al nivel necesario para querer, y conseguir, la anarquía, mediante la propaganda, sin una previa transformación gradual del entorno.
El progreso debe avanzar contemporáneamente y en líneas paralelas entre los hombres y su entorno. Hay que aprovechar todos los medios, todas las posibilidades y las oportunidades que el entorno actual nos permite para actuar sobre nuestros semejantes y desarrollar sus conciencias y sus exigencias; hay que utilizar todo el avance de las conciencias humanas para inducirlas a reclamar e imponer aquellas grandes transformaciones sociales que sean posibles y que sirvan efectivamente para abrir el camino a nuevos avances posteriores.
No debemos esperar a alcanzar la anarquía, limitándonos mientras tanto a la simple propaganda. Si lo hiciéramos así, agotaríamos pronto nuestro campo de acción; es decir, habríamos convertido a todos los que en el entorno existente son susceptibles de comprender y aceptar nuestras ideas, y nuestra propaganda posterior caería en terreno estéril; o si las transformaciones del entorno hicieran surgir nuevas agrupaciones populares capaces de recibir nuevas ideas, esto ocurriría sin nuestra participación, lo que perjudicaría nuestras ideas.
Debemos procurar que todo el pueblo, o los distintos sectores del pueblo, exijan, se impongan y tomen para sí todas las mejoras y libertades que deseen a medida que alcancen el estado de quererlas, y el poder de exigirlas; y al propagar siempre todos los aspectos de nuestro programa, y luchar siempre por su completa realización, debemos empujar al pueblo a querer siempre más y a aumentar sus presiones, hasta que haya alcanzado la emancipación completa.
Errico Malatesta, septiembre de 1899
Traducido por Joya
Original: robertgraham.wordpress.com/2019/06/05/malatesta-an-anarchist-program-1