A principios de enero de 1933, cuando la Segunda República Española llevaba menos de dos años de existencia, la CNT anarcosindicalista trató de impulsar una insurrección con la que pretendía mostrar fuerza y educación popular a sus militantes. Un éxito desigual a nivel confederal, la insurrección terminó en un drama represivo en Andalucía.
Andalucía es uno de esos países que lleva en su propia etimología la arbitrariedad social a la que está sometida. Al-Andalus no es más que la arabización del nombre visigodo que bautiza a esta región con un despectivo: "tierra elegida por sorteo...". Este fue un terreno fértil para el desarrollo de un proletariado conmovedor y revolucionario con un doble carácter modernizador y arcaizante, según la expresión del investigador Arnaud Dolidier [1] y a veces incluso "milenario" según el estalinista Eric Hobsbawm [2], 1959.
Ya en la segunda mitad del siglo XIX, el país se vio agitado por las reivindicaciones del movimiento cantonalista, cuyo credo era la autonomía de los municipios y su libre federación, lo que condujo a una verdadera revolución en 1873. El modelo iba a ser de gran interés para los jóvenes anarquistas españoles, cuyos vínculos con el cantonalismo eran más que evidentes. Luego llegó la época de los atentados de la Mano Negra, que puede decirse que simbolizan la radicalización de la rama española de la Primera Internacional una vez que ésta fue prohibida en España y pasó a la clandestinidad [3].
3] Las prácticas de este grupo eran radicalmente radicales y recordaban a las acciones de los populistas rusos o de los fenianos irlandeses de la misma época. El propio nacionalismo andaluz estuvo cerca del anarquismo [4], especialmente a través de su padre fundador Blas Infante.
El historiador José Luis Gutiérrez Molina resume así esta influencia anarquista en Andalucía: "podemos afirmar hoy que, en general, durante estas décadas [el primer tercio del siglo XX] el anarquismo en Andalucía, no fue una ideología marginal aislada de la población y con fuertes tendencias terroristas, al contrario, fue un poderoso competidor del sistema social y político imperante en la época." [5]
Como prueba de este poder, la CNT se adjudicó 110.000 miembros en Andalucía en 1931. Muy por delante de todas las demás organizaciones de trabajadores.
El regreso de la República
Tras varios años de dictablanda de Primero de Rivera, España volvió a ser una República por segunda vez a principios de los años 30 [6]. Se proclamó el 14 de abril de 1931, dos días después de las elecciones municipales que supusieron la derrota del bando monárquico y el exilio del rey Alfonso XIII. A finales de junio, una mayoría de socialistas y republicanos ganó las elecciones al Parlamento. El presidente, Niceto Alcalá-Zamora, procedía de la derecha liberal y monárquica, pero eligió a un republicano como jefe de gobierno, Manuel Azaña, para evitar una revuelta de los partidos de izquierda. Un gobierno que quería ser "razonable", mientras que las expectativas de la gente eran mayores dado el color del nuevo gobierno y la situación social.
En 1931, España era un país de 24.693.000 habitantes, un tercio de los cuales vivía en la pobreza, la tasa de esperanza de vida no superaba los 50 años y la tasa de mortalidad infantil era del 5 ‰ . Entre el 30 y el 50% de la población es analfabeta, 50.000 religiosos y religiosas siguen "trabajando" en el país. El salario medio no supera las 4,3 pesetas diarias y la tierra está monopolizada por terratenientes feudales.
En este contexto se inició un nuevo ciclo de agitación cenetista. Los festejos comenzaron en el norte de Cataluña, en las actuales comarcas del Bages y el Berguedá: la historia recuerda este movimiento como la insurrección del Alto Llobregat. El 19 de enero de 1932 [7], los mineros en huelga de la ciudad de Figols requisaron las armas del Somatén [8]. La insurrección se extendió, la bandera roja y negra sustituyó a la de la República, se proclamó el comunismo libertario... El gobierno, que había apodado a los insurgentes "bandidos con libreta [sindical]", reaccionó rápidamente enviando tropas y, el día 23, los militares reconquistaron todas las ciudades sitiadas, excepto Figols. Ese mismo día, el Comité Nacional de la CNT decidió convocar una huelga general, pero tuvo poco efecto.
El día 27, esta primera insurrección terminó. Sin embargo, el gobierno tuvo mano dura y, no contento con cerrar los locales cenetistas en las ciudades insurgentes, encarceló a varios centenares de militantes en un barco-prisión que zarpó hacia África con 104 presos a bordo, el Buenos Aires. El barco recorrió las ciudades costeras españolas y luego se dirigió a las Islas Canarias y a África. En muchas ciudades en las que ancló el barco, los trabajadores se pusieron en huelga en solidaridad con los presos. Durante seis meses, hasta septiembre y la liberación de los últimos deportados, las tensiones aumentaron.
En Sevilla, la tensión también fue alta: durante este periodo, la ley de fugas [9] se aplicó regularmente en el Parque de María Luisa. El gobierno parecía estar atenazado por una "obsesión por el orden público", en palabras de Eduardo Barriobero Herrán. El 10 de agosto, un movimiento sedicioso de militares monárquicos organizado por el general José Sanjurjo intentó tomar el poder de Sevilla. En Madrid, el golpe fracasó rápidamente debido a una traición. En Sevilla, la Sanjurjada triunfó inicialmente, pero la CNT reaccionó con un llamamiento a la sublevación y los grupos anarquistas atacaron e incendiaron los círculos aristocráticos y militares de la ciudad. Una vez más, el golpe de fuerza fracasó.
Al mismo tiempo, la recién creada Generalitat de Cataluña también actuó como un estado autoritario y represivo, persiguiendo sistemáticamente todo lo anarquista. Esta situación de represión total preparó el levantamiento de enero de 1933.
Los levantamientos libertarios de 1933
A principios de diciembre de 1932, durante un plenario regional de la CNT, el sindicato de ferroviarios (minoritario en la profesión) quiso que la confederación apoyara su convocatoria de huelga general por mejoras salariales. Abandonada finalmente, esta idea fue retomada por el Comité Regional de Defensa de Cataluña. La idea era simple: practicar la "gimnasia revolucionaria" y no dejar que la República se consolidara demasiado.
La fecha elegida fue el 8 de enero de 1933. Pero el entusiasmo de los activistas superó las instrucciones confederales. El 1 de enero estallan bombas de gran potencia en La Felguera, en Asturias, y estallan disturbios en Sevilla, donde se atacan bares. Los días 2 y 3 de enero continuaron los disturbios en todo el país. El 8 de enero, dos cargas pesadas explotaron en Barcelona y una persona murió en las Ramblas.
Sin embargo, la cobertura mediática de este movimiento en la prensa de la CNT tuvo el efecto de alertar a las autoridades, que encerraron a los dirigentes y posicionaron sus tropas. La insurrección no se extendió como debía, sobre todo porque la tan esperada huelga general de ferrocarriles no llegó.
Sin embargo, varias localidades se rebelaron en el Levante y en Andalucía.
En Sevilla, se volcaron y quemaron vehículos y tranvías, y se intercambiaron disparos con la policía. En La Rinconada se proclamó el comunismo libertario. En Medina Sidonia, la insurrección fue apenas un relámpago gracias a una combinación de circunstancias que llevó a una impresionante fuerza militar a la escena.
La masacre de Casas-Viejas
Hay que decir que Andalucía estaba en plena ebullición en ese momento y que las huelgas se habían multiplicado desde principios de los años 30 [10].
Pero el epicentro de este movimiento estuvo en el pequeño pueblo (2.000 habitantes) de Casas-Viejas, perdido en la campiña gaditana. En la noche del 10 al 11 de enero, algunos cenetistas tomaron el puesto de la Guardia Civil, hiriendo a dos personas, y proclamaron el comunismo libertario. En un artículo reproducido por José Peirats, Eduardo Guzmán describe: "Por unas horas, los trabajadores son los dueños del pueblo, se ha proclamado el comunismo libertario. Desde las 7 de la mañana hasta las 4 de la tarde, pueden creer que la revolución ha triunfado en España. La bandera roja y negra ondea al viento; los campesinos armados son los dueños de la situación. Y en estas horas de victoria temporal, los trabajadores no piensan en vengarse de nadie, destruir nada o molestar a sus posibles enemigos."
Sin embargo, la revolución no ha triunfado, los campesinos en realidad no controlan nada y una compañía de guardias de asalto dirigida por el capitán Manuel Rojas no está lejos.
Los militantes que habían participado en la insurrección huyeron a los campos de los alrededores cuando vieron llegar a un pequeño grupo de veinte soldados. Ocho personas, entre ellas el anciano Francisco Cruz Gutiérrez, conocido como 'Seisdedos', y sus hijos, se retiran a su pobre choza. Los soldados, que ya habían matado a una persona cuando entraron en el pueblo, derribaron las puertas de las casas una por una hasta llegar a la de la familia Cruz. Pero mientras no esperan resistencia, dos guardias de asalto caen, uno de ellos muerto. Cuatro más resultaron heridos en las horas siguientes. Al anochecer, dos personas escapan, incluida la nieta de Seisdedos, La Libertaria.
Estas fugas enfurecieron a los soldados que, tras intentar sin éxito sacar a los ocupantes bajo una lluvia de granadas, decidieron de madrugada y por orden de Rojas -que había llegado durante la noche- incendiar la cabaña. No hubo supervivientes. Peor aún, las tropas de asalto decidieron acorralar a los que creían que eran militantes conocidos y les dispararon en el lugar del incendio. En total, 19 hombres, 2 mujeres y un niño murieron bajo las balas del gobierno republicano. Cayeron dos guardias civiles y un guardia de asalto. Una desproporción habitual e inquietante cuando el ejército se encarga de la "pacificación". Porque al final no era más que eso: métodos coloniales aplicados a los rifeños de Marruecos e importados directamente a España.
Mientras tanto, el 11 de enero de 1933, la CNT explicaba en su periódico: "que una insurrección es derrotada, surge otra, que una huelga es resuelta y estalla otra; que un motín ha sido apaciguado y estalla otro, más fuerte.
Si estos hechos han llegado hasta nosotros es porque, a pesar del deseo del Gobierno de silenciar este drama, el escándalo estalló menos de un mes después de la matanza de Casas-Viejas. Se creó una comisión de investigación parlamentaria que dio lugar a un juicio. El director general de seguridad, Arturo Menéndez, fue destituido. En 1934, el capitán Rojas fue juzgado y condenado a 21 años de prisión por el asesinato de 14 personas. Sin embargo, la justicia también se preocupó de condenar a 16 campesinos que fueron enviados a prisión (hasta seis años) por posesión de armas de guerra y acción contra las fuerzas armadas.
Guillaume de Gracia
Texto publicado en el periódico Alternative libertaire el 6 de enero de 2013
[1] En "Luchas sociales en el campo andaluz: usos y significados de la palabra campesino de 1931 a 1936", Cahiers de civilisation espagnole contemporaine, otoño de 2012.
[2] En el excelente aunque altivo Rebeldes Primitivos, de la Universidad de Manchester
[3] Clara E. Lida, La Mano Negra, L'Echappée, 2011.
[4] O incluso consustancial. Dicho esto, Andalucía es también la tierra preferida del anarquismo cristiano. Dos versiones sui generis de esta filosofía.
[5] José Luis Gutiérrez Molina, "Andalucía y el anarquismo (1868-1936)", Ayer n°45, 2002.
[6] Leer "Abril de 1931: La CNT española entre la república y la revolución", Alternative Libertaire, abril de 2011.
[7] José Peirats, en su monumental La CNT en la revolución española, lo sitúa en el día 18.
[8] Milicia paramilitar de terratenientes catalanes que fue reorganizada posteriormente por el régimen de Franco, en particular para luchar contra el maquis.
[9] Aplicada en todas las latitudes, esta ley consiste en ejecutar a un prisionero disparándole por la espalda y explicando después que intentó escapar.
[10] Gérard Brey y Jacques Maurice lo demuestran en "Casas-Viejas. Réformisme et anarchisme en Andalousie (1870-1933)", Le Mouvement social de abril-mayo de 1973.